Minas Tirith: Ciudad de Reyes

lunes, 28 de junio de 2010

La ortografía de la Hache y El hobbit.

¡Ah, incomprendida hache! Qué difícil se me hace convenceros de la necesidad de la correcta ortografía. En los tiempos de la inmediatez SMS y de las abreviaturas del lenguaje ensayadas en el Messenger, propugnar “escribir bien” es una tarea titánica, muchas veces infructuosa y a todas luces imprescindible. Su impopularidad no me impedirá insistir en esto último: es imprescindible escribir bien. Imprescindible si aspiramos a completar esta etapa educativa con unas mínimas bases y a poder relacionarnos como personas mínimamente civilizadas. La impresión que puede producir esta falta de precisión ortográfica es siempre negativa. No me juzguéis snob, y no sintáis esto como la perorata del profesor de lengua: si en el futuro debéis escribir – y lo haréis, no en análisis sintácticos, sin duda; pero sí en mil y una situaciones cotidianas donde se os exigirá escribir -, respetaos lo suficiente como para aspirar a hacerlo con una mínima corrección. Sé que nada os dirá el nombre de Fernando Lázaro Carreter: murió hace tiempo, cuando yo aún estudiaba, y los que amamos la lengua lo lamentamos, pues este, entre otras muchas cosas, antiguo director de la Real Academia luchó siempre, desde múltiples tribunas, por el correcto uso de la lengua. Prosiguiendo, humildemente, su esfuerzo, quiero dedicar este post a una cuestión ortográfica, el correcto empleo de la letra H, que nunca repasaremos lo suficiente en clase.

A decir verdad, después de esa ladríllica parrafada de arriba, he de reconoceros que “explicar” ortografía es muy complicado. En realidad, en el caso que nos ocupa, cuando poner o no la letra 'H' no existen unas “reglas mágicas” que resolvieran el meollo y que solo consistieran en ser estudiadas y aplicadas. No ocurre eso con la H: el motivo de que una palabra se escriba o no con hache debemos buscarlo en su origen latino, y eso, obviamente, no está a nuestro alcance. Lo que sí hacemos es ofreceros patrones, comportamientos que se repiten de la 'h': así, fijamos nuestra atención en que siempre llevarán 'h' las palabras que empiecen por los diptongos hue- (hueso o huevo) e hie- (hierro o hielo). Atendemos también a todas las formas verbales que en castellano se forman, recordad, con el verbo haber conjugado seguido del participio verbal: todas ellas llevaran la forma del verbo haber con 'h' (ha cantado o habrán vencido). También suelo reclamaros atención sobre ciertos prefijos griegos (hexa-, hipo- o hepta-, por ejemplo) o sobre los infinitivos con 'h', tales como hallar, hablar o humedecer, pues todos sus derivados llevarán 'h'. Estos y más casos reclaman nuestra atención, pero sabéis tan bien como yo que la ortografía no se estudia conceptualmente, no se “empolla” la teoría. La teoría debemos estudiarla y asimilarla, pero solo para ponerla en práctica, en los ejercicios y en nuestra propia expresión escrita. Los ejercicios de ortografía – lo sabéis – me parecen útiles, pero resulta insuficiente para aspirar a escribir bien. Eso solo lo conseguiremos de una única manera: leyendo. Sí, a escribir aprendemos leyendo. Nuestra memoria “archiva” las palabras, con su forma correcta; cuanto más a menudo leemos, más se amplía ese “archivo” personal. Con el tiempo, un lector avezado puede aspirar sin excesos de presunción a escribir cumpliendo la ortografía casi a la perfección.

A ello, por tanto. Repasaremos la letra 'h' leyendo, y el libro que pienso emplear en este post para tal fin es uno de los más queridos en el imaginario colectivo de los admiradores del género. Nada más y nada menos que la primera obra del oficioso padre de la alta fantasía: John Ronald Reuel Tolkien. Tolkien, sí. Encumbrado como popularísimo autor de la mítica saga de El Señor de los Anillos, el aplastante y arrollador éxito de la trilogía cinematográfica basada en su obra mayor, dirigida por el neozelandés Peter Jackson, le catapultó a niveles de fama universal aún mayores. Pocos o ninguno de vosotros podréis alegar un total desconocimiento sobre su obra: a algunos os gusta, lo sé, otros os limitáis a las películas o sus videojuegos, y a otros os produce bostezos, pero ninguno de vosotros, adolescentes durante toda esta década, puede no haber oído hablar al menos una vez de El Señor de los Anillos.

Hoy quiero hablaros de la primera de sus obras. Este británico, catedrático de Oxford, combatiente en la Primera Guerra Mundial, entregó su primer libro, titulado El hobbit, en 1937 a la editorial George Allen & Unwin. Años más tarde, ya en 1954-55, se convertiría en el mayor éxito en la historia del sello con el triunfo mundial de El Señor de los Anillos.

Leer El hobbit cambió mi vida. Fue uno de los primeros libros que leí de fantasía épica, y jamás olvidaré mi primer viaje por la Tierra Media: siempre lo recordaré como una de las piezas maestras y clásicas del género. Tenía un aire absolutamente diferente a la atmósfera de la Dragonlance, no digamos al frenesí de los Reinos Olvidados. Leer a Tolkien supone entrar en una ensoñación. La Tierra Media es un sueño. Un mundo legendario, de paisajes evocadores, poderosas toponimias, personajes ante los que el autor, y nosotros con él, se pone espiritualmente de rodillas, abrumado y admirado. Más tarde leí sobre la Guerra del Anillo, las hazañas de la Comunidad, la maldad de los Nazgûl y de su Amo, los reyes de Gondor, las leyendas sobre las Primera Edad, las tierras de Valar más allá de los puertos Grises, las crónicas de Húrin... pero nada de todo esto – y mucho más – me hubiera sido posible sin esa primera lectura fascinada de El hobbit.

En nuestra novela se nos narra la aventura de Bilbo Bolsón, un hobbit, conocidos como “los medianos” por los humanos de la Tierra Media; embaucado por un misterioso mago, llamado Gandalf – solo más tarde sabría de su leyenda -, Bilbo se une a un grupo de Enanos que parte para recuperar un tesoro, arrebatado a sus ancestros y ferozmente custodiado por el temible dragón Smaug. Las vivencias de este acomodado hobbit junto a los aventureros supone una lectura magnífica, desde el encuentro con los Trolls, resuelto mediante las adivinanzas, a las desventuras en el bosque de los Elfos, del encuentro con el mítico Beorn al peligroso paso de las minas de los trasgos, del descubrimiento del tesoro a la terrible batalla desencadenada al pie de la Montaña Solitaria. Además de unas aventuras narradas con un estilo y una lengua absolutamente hipnotizantes, Tolkien introducirá un elemento clave de la obra que le encumbraría casi dos décadas después: huyendo de unos trasgos, Bilbo, separado del grupo, encuentra en el suelo de una oscurísima caverna un anillo de oro. Pronto averigua que pertenecía a un oscuro y deforme morador de las cavernas llamado Gollum, que lo busca desesperado y a punto está de matar a Bilbo. Transcurrieron años, en la vida real del autor y en la imaginaria del hobbit, hasta que se vislumbró la importancia de ese episodio: el anillo que había encontrado Bilbo era el Anillo Único, el Anillo de Sauron, el Señor Oscuro.

Bien, introducido el libro, que, como habréis deducido, os recomiendo encarecidamente, haremos algo para repasar el uso de la H mientras nos asomamos a esta obra de Tolkien. Os propongo fragmentos de El hobbit a los que he despojado de TODAS las haches que debería haber. Vuestra tarea es, por tanto, doble: leer, espero que con agrado, estas muestras de la obra de Tolkien y corregir las incorrecciones escribiendo H donde corresponda. Suerte, un saludo.

Por alguna curiosa coincidencia, una mañana de ace tiempo en la quietud del mundo, cuando abía menos ruido y más verdor, y los óbbits eran todavía numerosos y prósperos, y Bilbo Bolsón estaba de pie en la puerta del agujero, después del desayuno, fumando una enorme y larga pipa de madera que casi le llegaba a los dedos lanudos de los pies (bien cepillados), Gandalf apareció de pronto. ¡Gandalf! Si sólo ubieseis oído un cuarto de lo que yo e oído de él, y e oído sólo muy poco de todo lo que ay que oír, estaríais preparados para cualquier especie de cuento notable. Cuentos y aventuras brotaban por dondequiera que pasara, de la forma más extraordinaria. No abía bajado a aquel camino al pie de La Colina desde acía años y años, desde la muerte de su amigo el Viejo Tuk, y los óbbits casi abían olvidado cómo era. Abía estado lejos, más allá de La Colina y del otro lado de Delagua por asuntos particulares, desde el tiempo en que todos ellos eran pequeños niños óbbits y niñas óbbits.

(capítulo 1, “Una tertulia inesperada”)

Tenía tanta rabia que saltó del asiento y se lanzó con la boca abierta acia Thorin justo en ese momento todas las luces de la caverna se apagaron, y la gran oguera se convirtió, ¡puf!, en una torre de resplandeciente umo azul que subía hasta el techo, esparciendo penetrantes chispas blancas entre todos los trasgos.

(capítulo 4, “Sobre la colina y bajo la colina”)

Cuatro días después del arroyo encantado, llegaron a un sitio del bosque poblado de ayas. En un primer momento les alegró el cambio, pues aquí no crecían malezas y las sombras no eran tan profundas. Abía una luz verdosa a ambos lados del sendero, pero el resplandor sólo revelaba unas ileras interminables de troncos rectos y grises, como pilares de un vasto salón crepuscular. Abía un soplo de aire y se oía un viento, pero el sonido era triste. Unas ojas secas cayeron recordándoles que fuera llegaba el otoño.

(capítulo 8: “Moscas y arañas”)

Ya los ombres saltaban al agua por todas partes. Las mujeres y los niños se apretaban en botes de carga en la ensenada del mercado. Las armas caían al suelo. Ubo luto y llanto donde hacía poco tiempo los enanos abían cantado las alegrías del porvenir. Aora los hombres maldecían a los enanos. El mismo gobernador corría acia una barca dorada, esperando alejarse remando en la confusión y salvarse. Pronto no quedaría nadie en toda la ciudad, y sería quemada y arrasada asta la superficie del lago.

(capítulo 12: “Fuego y agua”)

(J.R.R.Tolkien. El hobbit. Minotauro, 2002)

domingo, 27 de junio de 2010

Historia(s) de la(s) Lengua(s)

Los días de 3º de ESO en los que tenemos que ocuparnos del tema que hoy nos ocupa suelen convertirse en sesiones de tortura para vosotros: pocos conceptos se me ocurren ahora que susciten tan unánime rechazo en mi asignatura como Historia de la lengua española; algunos de vosotros detestáis la ortografía, ignoráis la acentuación, maldecís la sintaxis y os enfurruñáis ante cualquier mención al hecho literario, pero todos y cada uno de vosotros parecéis poneros de acuerdo para odiar con todas vuestras fuerzas esas ocho páginas del sexto tema de 3º de ESO.

Si te sientes muy identificado con esta introducción, entenderé que el post se te hará probablemente insufrible y entenderé que dejes de leerlo en este instante. Si sigues adelante, quiero creer que, como todos – incluido yo en su momento, por supuesto – consideras este tema árido y poco estimulante, pero que te propones entenderlo lo mejor posible, fiándote de la palabra de tus educadores – es decir, de la mía en este instante – sobre la importancia de la cuestión y la idoneidad de dedicarle un esfuerzo a su asimilación.

Aquellos que me habéis sufrido en clase sabéis cuánto insisto en que las lenguas están vivas. Suelo añadir después que esto solo afecta a las lenguas vivas, y suelo ganarme una galería de cejas levantadas y miradas fulminantes. Diferenciemos, aún así, lenguas muertas como el latín clásico, que no cambiarán y permanecerán estáticas e inmutables mientras no sean empleadas por una comunidad viva.

El español es una lengua viva, y su comunidad de hablantes es de las más numerosas del mundo. Está sometida a la enorme presión del mundo moderno, cuyos vertiginosos cambios apenas pueden ser reflejados en el lexicón; tiene una inmensa variedad dialectal debido a los numerosos y alejadísimos países donde se habla; convive, además, con otras muchas realidades lingüísticas, en muy distintas situaciones, siendo acusada de opresora en muchas ocasiones – el nacionalismo gallego denuncia desde hace mucho la agresividad del castellano, rozando la creación de una situación de diglosia; los indígenas bolivianos y peruanos aymarohablantes consideran que la presión del español ha abocado a la lengua de sus ancestros a la extinción – y teniendo que defenderse en otras ante los ataques de otras lenguas preponderantes, especialmente el inglés en el contexto norteamericano.

En esta primera introducción que vemos en 3º, hablamos sobre los cambios que sufre el latín hablado en la Península Ibérica desde su romanización en los tiempos de Escipión el Africano y la Segunda Guerra Púnica. Contemplamos como los cambios que modifican una lengua son paulatinos y muy lentos, y solo se aprecian con el transcurso de las generaciones y la visión panorámica que nos ofrece la distancia histórica. Las primeras transformaciones que vemos son las de tipo fonético, e introducimos algunas leyes iniciales que afectan a los sonidos producidos por los habitantes de la Hispania postimperial y que acaban dando pie a la nueva lengua romance, el castellano – pues en el Reino de Castilla, hegemónico en la reconquista peninsular, tiene su origen -:


  • la conversión de los grupos PL-, FL-, KL- a LL- (pluviam a lluvia, flama a llama, clavem a llave)

  • la aspiración de la F- inicial átona y su posterior señalización con una Hache inicial: filius a hijo.

  • La caída de la -m final del caso acusativo: senatum a senado, equinum a equino.

  • La sonorización (pasar de sordas a sonoras) de las oclusivas (recordad la mnemotecnia: la BoDeGa son las sonoras y la PeTaKa son las sordas): [p] a [b], apiculam a abeja, o lupum a lobo, [t] a [d], vitam a vida, [k] a [g], aquam a agua.


En esta lección, además de la correcta utilización de los corchetes para escribir el lenguaje fonética, también insisto, y con qué pesadez, en la estrecha relación entre los sucesos históricos y la evolución de la lengua. Es tan intrincada esa relación que nos permiten estudiar las primeras etapas de esa evolución con etapas significativas de la Historia de España que ya os están introduciendo en la asignatura de Ciencias Sociales.

Así, desde la desmembración del Imperio Romano – a finales del siglo V d.C. todavía se habla latín vulgar en Hispania –, observamos la influencia que tendrán los germanismos en los tres siglos siguientes. ¿Por qué? Porque germánicos eran los bárbaros - ¿os expliqué el origen de este término? Bar bar significaba balbucear en griego, y estos orgullosos helénicos designaban así a todo aquel que no hablaba su lengua, el griego, y por tanto, no era culto o civilizado; en realidad, no era más que una designación despectiva para “extranjero” engendrada en la autocomplacencia – que invadieron la península después de la caída de Roma: los visigodos. Aunque adoptaron la lengua de sus conquistados – más culta y refinada, pese a ser la lengua de un imperio en ruinas humeantes -, incorporaron giros, estructuras gramaticales y, por supuesto, palabras.

El proceso se repitió con el árabe tras la invasión omeya de la península y el establecimiento de la provincia de Al-Andalus, luego califato y punta de lanza del poder musulmán medieval. Los hablantes de aquel antiguo latín vulgar no cambiaron su lengua, no adoptaron el árabe de sus conquistadores, pero añadieron palabras y estructuras especialmente visibles en el dialecto sefardí. Tras la Reconquista y progresiva expulsión de los árabes, se consolidó poco a poco el poder del Reino de Castilla y con ello, el prestigio de su lengua. El latín clásico, escrito, que no había experimentado cambio alguno en los siglos pasados, ya no era entendido por los legos, aquellos que no eran clérigos – la minoría letrada, alfabetizada, se reducía al clero, los sacerdotes cristianos y a una ínfima minoría de la nobleza. ¿Cuál es el problema que surge? Los sacerdotes escribían en latín pero no podían hacerse entender al pueblo: algún monje, con buen sentido pragmático, tradujo unas líneas confusas de un texto religioso en los márgenes, anotándolos en el dialecto - ¿ya lengua? - que se hablaba en la calle cotidianamente. Y con ello entró en esta Historia, pues suyas son las Glosas Silenses, la primera muestra escrita en castellano que hemos podido conservar.

La Historia Medieval no suele ser un tema que os interese lo más mínimo, por lo que entiendo vuestras dificultades para seguir una lección como ésta. No podemos hacer otra cosa que simplificar las cosas al máximo, esbozar lo más importante de cada época y recordar solo ese detalle definitorio, colocándolo en su correcta cronología. Intentaremos hacerlo de la forma menos traumática posible y que me perdonen los puristas – si alguno de ellos llegara, Dios no lo quiera, a leer esto – la festiva clasificación:

  • Balbuceando. El origen de una lengua siempre es hablar mal otra, su antecesora. Los habitantes de la península Ibérica empiezan a hablar mal el latín en estos siglos; las influencias que reciben se deben a los distintos pueblos que conquistan su territorio: los visigodos (germanismos, desde el siglo V) y los árabes (arabismos desde el siglo VIII).

  • No sé que hablo. Los habitantes de Hispania ya hablan tan mal el antiguo latín, que han dejado de entender el latín clásico que conservan por escrito. Primeras traducciones del latín al nuevo ¿idioma?: Glosas Silenses en el siglo XI.

  • Infancia del castellano. Recién nacida, aún pequeña y con cierto caos y anarquismo en su devenir, primeras muestras del castellano. Conciencia de que lo que hablamos ya no es latín y es una lengua nueva: tomará el nombre de su reino, el castellano, y el más letrado de sus reyes, Alfonso X el Sabio, le dará el impulso definitivo. (escritorio alfonsí en el siglo XIII). Además, algunos de los que aspiran a hacer literatura – crear belleza mediante la palabra – eligen por primera vez la nueva lengua: el Cantar de Mio Cid será la primera muestra de poema épico en castellano, y Don Juan Manuel será el mejor exponente de nuestra recién inaugurada prosa.

  • Adolescencia. (siglo XV) Con el devenir del tiempo, aumenta la confianza, se consolida su uso, y se inicia la arrogancia y el deseo de dominio; se aunará la fascinación por las lenguas clásicas y los usos italianizantes – juventud influenciable – y la ligazón al destino del Reino, irrefrenable en sus ambiciones políticas.

  • Madurez y Brillo. Lengua plenamente consolidada, su momento de mayor prestigio quizá coincide con la hegemonía política (siglo XVI) y el salto a las colonias americanas. Sin embargo, la excelencia literaria, que la encumbrará entre las lenguas de cultura se producirá en medio de la hecatombe y decadencia política. De los siglos de Oro (sobre todo, XVII) pido que recordéis cinco nombres imprescindibles: los poetas Quevedo y Góngora, las novelas de Cervantes y los dramaturgas Lope y Calderón.

  • Oficialización. Con la creación de la Real Academia Española (siglo XVIII), iniciativa tomada por el primer monarca Borbón, Felipe V, a imitación de su tío, el rey de Francia, se oficializará la lengua, sancionando su correcto uso con la redacción de una gramática, una ortografía y la fijación de un Diccionario. Los cambios, atolondrados y vertiginosos al principio e inestables y frecuentes desde Alfonso X, se harían con la RAE mucho más pausados y comedidos. Observaréis cuando leamos muestras del XVIII como podéis entenderlas casi a la perfección, no siendo esto cierto con un poema, por ejemplo, de Garcilaso.

Bien, ¿cómo podemos intentar apoyar semejante explicación con un libro de fantasía épica? La oportunidad me la brinda un viejo conocido, del que ya os he hablado antes: David Eddings, autor de una trilogía de la que ya os hablé, el Tamuli, y a la que hoy volveremos a referirnos. En un post anterior me refería a la habilidad con la que Eddings – y su traductor al español – había reflejado las distintas variedades sociales en el habla de sus personajes. Felizmente para mí, en esa misma trilogía encontramos ejemplos de una lengua cronológicamente muy anterior a la que utilizan los protagonistas: podemos pues, compararlas y apreciar los cambios que han sufrido, permitiéndonos además comprobar cómo las lenguas vivas siempre cambian con el devenir de los siglos.

En La ciudad oculta, último volumen de la trilogía, el caballero Sparhawk se dirige al enfrentamiento final contra sus enemigos en la ciudad sagrada del malévolo dios Cyrgon, oculta a todos los mortales desde hace siglos. En el transcurso de sus aventuras, ya en el segundo volumen de la trilogía, había vuelto en busca de la reliquia más poderosa del mundo, el Bhelliom; el Bhelliom estaba encerrado en una rosa de zafiro desde hacía eones y, por tanto, su lengua había permanecido inalterada durante todo este tiempo. Cuando es rescatada por Sparhawk y se dirige a él, apreciamos los arcaísmos y las diferencias entre su lengua y la del caballero pandion: ¿hablan la misma lengua?, sí; ¿comparten el cronolecto?, no. Veamos algunos ejemplos de una variedad “antigua” de la misma lengua extraídos del libro de Eddings:

Esas puertas nuevas son de madera, y la madera decae como la carne. —Levantó los ojos hacia las nubes de color gris sucio—. ¿Podéis vos facer alguna conjetura sobre la hora del día?

No faltan más de dos horas para que caiga la noche —replicó Adras.

Entonces, continuemos adelante. Nos es menester hallar otra puerta que permita huir a los que nos enfrentaremos esta noche.

¿Y si no la hay?

Entonces, los que quieran escapar habrán de buscar otros medios. Siento reticencias a dejar en libertad el pleno poder de la maldición de Edaemus. Mas, si la necesidad me obligara, no retrocedería ante tan severo deber. Si escaparan, bien. Si decidieran quedarse y luchar, faremos lo que debemos. Yo os aseguro, Adras, que cuando el sol salga mañana, no quedará entre las murallas de Norenja ninguna criatura viviente. (página 361)

¡Agora sois de verdad Anakha, fijo mío! —se regocijó Bhelliom—. La voluntad vuesa es agora la mi voluntad. Todas las cosas son agora posibles para vos. Fue la voluntad vuesa la que venció a Azash. Yo no fui sino el instrumento vueso. En esta ocasión, empero, vos seréis el mío. Forjad armas con la vuesa mente y enfrentaos a Cyrgon. Si el vuestro corazón es veraz, no podrá vencer contra vos. Agora, marchad. Cyrgon os aguarda. [...]

¡Venid, Anakha! —rugió—. ¡El nuestro enfrentamiento fue predicho antes del comienzo de los tiempos! ¡Éste es el destino vueso! ¡Se os honra por encima de los demás a caer por la mi mano!

(EDDINGS, David. La ciudad oculta. Grijalbo, 1994)

Como podéis ver, el traductor ha hecho un esfuerzo encomiable para volcar el que sin duda era inglés arcaico que empleó Eddings a un castellano arcaizado, que coincidiría en muchos aspectos – no en todos – con la lengua que se empleaba en nuestros siglos medievales. Fijaos en los rasgos más significativos que nos muestra una obra profana como ésta: palabras arcaicas como “agora” (y no “ahora”), “menester” (en vez de “necesidad”), “vuesa” (y no “vuestra”), etc. Además, se emplea el voseo, se unen dos determinantes (“la mi mano”, y no “la mano mía” o simplemente “mi mano”), se conserva en una ocasión la [f] inicial (faremos, en vez de “haremos”).

Os animo a que lo intentéis vosotros mismos. Leed este extracto del capítulo 33 y actualizadlo al castellano actual, señalando los arcaísmos que denotan su antigüedad:

Observad, entonces, fijo mío, y aprended. —Se produjo una larga pausa—. No es la intención mía ofenderos pero ¿por qué me habéis presentado aqueste asunto?

Yo di la mi palabra de que sellaría el valle, padre.

Entonces, selladlo.

No estaba seguro de poder fablar todavía con vos para solicitar el vueso auxilio.

Vos no habéis menester del auxilio mío, Anakha..., ni del mío ni del de ningún otro. ¿No os ha convencido el encuentro con Cyrgon de que todas las cosas son posibles para vos? Vos sois Anakha y el fijo mío, y no hay otro como vos en todo el estrellado universo. Fue menester faceros desta guisa para que el mi designio pudiera alcanzarse. Cualquiera cosa que ficisteis a través de mí, podríais haberla logrado fácilmente con la vuesa mano. —La voz hizo una pausa—. Estoy, no obstante, algo complacido de que no conocierais las vuesas capacidades, pues me ha dado alguna oportunidad de llegar a conoceros. Pensaré a menudo en vos durante el mi interminable viaje. Continuemos pues hacia Delfaeus, donde el vueso camarada Vanion y la nuestra muy querida Sefrenia serán unidos, y donde vos presenciaréis una maravilla.

¿Qué maravilla en particular será aquesta, Rosa Azul?

Difícil es que fuera una maravilla para vos, si la conocierais con antelación, fijo mío.

(EDDINGS, David. La ciudad oculta. Grijalbo, 1994)

Un post largo y exigente. Si realmente has llegado hasta aquí, no puedo más que agradecértelo y a hacerme pesado con las dos cosas que me gustaría que te hubieran quedado claras: la primera, que siendo pesada, que lo es, no debemos renunciar a entender y apreciar la Historia de la lengua; la segunda, que la trilogía de Eddings es muy recomendable si quieres saber sobre un fascinante y bien trabado mundo de fantasía. Salud, y gracias.

Predicados nominales y verbales en El tatuaje azul.

La lección de hoy siempre me deja la misma impresión: es obvia, sencilla y fácilmente asequible para todos, pero desaparece como una nebulosa en cuanto dejamos atrás el último ejercicio. El asunto, sencillo, que nos ocupa es la diferenciación entre los predicados nominales y los predicados verbales, que ampliamos en sintaxis de 3º de ESO. Ya sabéis que las oraciones con predicado nominal son aquellas cuyo verbo conjugado sea copulativo, es decir: ser, estar o parecer. Los verbos copulativos no tienen fuerza semántica: el significado nos lo facilita el predicado nominal, a través de un atributo. Por el contrario, las oraciones tendrán un predicado verbal cuando NO empleen ninguno de esos verbos copulativos; pueden conjugar cualquiera de los otros verbos del castellano.

El concepto, por sencillo, no exige mayor explicación, por lo que este post se sumergirá con mayor celeridad de la habitual en la fantasía épica. El libro del que os hablaré hoy fue el primero que me sumergió en un universo fascinante: los Reinos Olvidados. Originalmente, Forgotten Realms fue un exitoso módulo para el juego de rol de Dungeons & Dragons; al calor de esta cosmogonía iniciada entre dados de 20 caras, surgió, de la mano de muchos y variados autores, un compendio de grandes libros ambientados en el fantástico mundo de Faërun. Se escribieron novelas o trilogías y series varias sobre los más renombrados héroes o villanos de los Reinos: Ed Greenwood se ocupó del mago más grande del mundo, Elminster; de la pluma de R.A.Salvatore surgieron las sagas de personajes inolvidables como el clérigo Cadderly, el asesino Artemis Entreri y, por supuesto, el elfo oscuro Drizzt Do'Urden. Richard Awlison explicó la catastrófica Era de los Transtornos en su magistral tetralogía del Avatar, mientras que Jeff Grubb se unió al ya mencionado Greenwood para narrar la ascensión y decadencia de Cormyr. Los Reinos Olvidados son vastos, y aún hoy no he leído ni la mitad de lo publicado en España de la mano de la editorial Timun Mas; aquel que quiera hacerse una idea de lo amplio de la colección, puede echar un vistazo a la lista de tomos publicados hasta hoy.

Hoy, os decía, os hablaré del libro que me introdujo en este mundo por primera vez: se trata del primer libro de una trilogía atípica, casi independiente el segundo volumen salvo la participación secundaria de una personaje halfling. Hay quien la llama 'Trilogía de los Reinos Olvidados', y otros se refieren a ella, mediante heteronimia, como 'Trilogía del Tatuaje Azul'. Precisamente así se titula, El tatuaje Azul, obra de Kate Novak en colaboración con Jeff Grubb, ambos primeras espadas de la estadounidense TSR, publicada por Timun Mas en 1996 y traducida por Marta Pérez. Elegido aleatoriamente en la estantería de una librería, fue una feliz coincidencia que me llevó a un magnífico inicio en el mundo de los Reinos. Concebido como uno de los libros introductorios en una saga, la de los Reinos, concebida sin un orden cronológico de lectura, supone un magnífico primer vistazo de las tierra de Faërun, al sur del gran desierto de Anauroch, más allá del bosque encantado de los Elfos, donde, dicen, aún se erigen las ruinas legendarias de Myth Drannor, esbozada apenas la imperial capital de Suzail; también se apuntan con acierto el clima entre los aventureros, las conspiraciones en las corruptas ciudades, los peligros de los viajes en tierras salvajes y la presencia de enormes desafíos como temibles magos, diestros y crueles guerreros, razas inmundas y alevosos intereses ocultos.

El tatuaje azul tiene un inicio intrigante: una aventurera llamada Alias se despierta tras una enorme borrachera en una habitación de un tugurio de mala muerte, cerca del Lago de los Dragones; aún bostezando, repara en un intrincado y elaboradísimo tatuaje azul que reluce en todo su antebrazo. Espantada, intenta recordar el origen del tatuaje, descubriendo una absoluta amnesia sobre las circunstancias que la llevaron a ese lugar.

En su desorientado viaje, intentando averiguar las circunstancias del misterioso tatuaje, se unirán a Alias un semidragón, al que llamará Dragonbait, un mago turmita llamadoAkabar Bel Akash, y la descarada y ambiciosa trovadora halfling Ruskettle. Muy pronto asistiremos a la extraordinaria naturaleza del tatuaje azul de Alias, que refulgirá mágicamente poseyendo en extrañas circunstancias a la protagonista en explosiones coléricas. Novela escrita con encomiable ritmo, precisión en las descripciones de tipos y paisajes y un profundo conocimiento de los usos de la saga, incluso nos presentará por primera vez, aunque muy esbozadamente, a personajes claves del universo como el rey cormyta Azoun IV, su mago Vangerdahast o el legendario Elminster, que permanecerá en el anonimato mientras ayuda a Alias a desentrañar el significado oculto de su mágico tatuaje. Las aventuras se sucederán, y veréis, de sumergiros en su lectura, por primera vez el puntilloso sentido del humor y de la dignidad de los grandes Dragones, concretamente de la colérica y socarrona Mistinarperadnacles Hai Drac, también conocida como Mist la Roja; además, atravesaréis los peligros del Desfiladero de las Sombras, experimentaréis por primera vez el unánime terror que suscitan los manejos de los liches, y veréis enormes explosiones de magia. Para mí, lector muy sumergido en el universo Dragonlance, la espectacularidad y las magnas proporciones de los duelos mágicos que se exhiben en los Reinos Olvidados fueron absolutamente deslumbrantes. Sin querer entrar en debates sobre el carisma de personajes como Raistlin Majere o Magius frente a Elminster o alguno de los más grandes Magos Rojos de Zhay, parece razonable pensar que los hechiceros de Faërun exhiben un mayor poderío arcano que los que moran en Krynn. En cualquier caso, la predilección por unos u otros es cosa vuestra, os invito a disfrutar de ambas sagas, sin que una preferencia tenga que porque ser excluyente.

Ejemplificar un concepto tan sencillo como el que nos ha ocupado en este post – os recuerdo, la diferenciación entre predicados nominales y verbales – sería casi un insulto a vuestra inteligencia, así que os invito a que vosotros mismos señaléis en estas frases extraídas de la obra los predicados nominales y verbales que encontréis:

Valiéndose del arma del lagarto, Alias la emprendió contra las rotundas ligaduras sin pensar en el daño que podía infringirse a sí misma. (página 95)

La halfling no era la única que anhelaba dormir confortablemente. (página 163)

La aventurera se volvió hacia el hombre que había hablado. Era un joven guapo, de faz rasurada, cestido elegantemente, con el cuerpo flexible y ágil de un luchador. El único ornamento que lucía era un anillo de metal encarnado […]. Pronunció la “g” de “grado” en un tono más gutural que el autóctono de aquellos confines. “Es de Aguas Profundas”, pensó la muchacha. (página 203)

La noche anterior, al volver la espadachina a La Calavera Vetusta, Dragonbait estaba de guardia cerca de la puerta de la posada. (página 261)

- Según parece – explicó Alias –, Cassana y Prakis mantuvieron relaciones amorosas antes del duelo en el que pereció el hechicero.

-¡Ah!. No puede negarse que los humanos sois fascinantes. (página 262)

- ¿Es un tónico con propiedades curativas?

La halfling agitó el frasco y esbozó una sonrisa pícara.

- Hay quien lo llama así. En realidad es un compuesto de aguamiel y licores. (página 355)

Abrió de nuevo el acceso a la estancia de Phalse e, infiltrándose en el interior, examinó el ventanuco. Estaba desguarnecido. Las protecciones parecían ser una ocurrencia de última hora del espectro, que, falto de previsión, cometió la negligencia de no volver al cuarto y aplicarle las medidas apropiadas. (página 434)

Bien, estoy seguro que habéis encontrado sin dificultad un mínimo de diez predicados nominales. Si no es así, leed con atención, buscando especialmente cualquier forma de los verbos “ser”, “estar” o “parecer”.

La trilogía continuará con el segundo volumen, titulado El espolón del Wyvern, un libro desigual, de inicio titubeante, centrado en la casi rural realidad del noble y muy estirado Giorgioni Wyvernspur, que se resarcirá con un, a mi juicio, vigoroso desenlace, a la altura del ritmo narrativo exhibido en El tatuaje azul. El desenlace llegará con El cántico de los saurios, buen colofón – que no magnífico, como sí me pareció su arranque – a la trilogía, donde se descubrirá la naturaleza del tatuaje de Alias y la misión de Dragonbait.

No dejéis de disfrutar de este libro, El tatuaje Azul, buena muestra de la enorme calidad que suelen atesorar todas las obras de este mundo fantástico, los Reinos Olvidados. Salud.

martes, 22 de junio de 2010

Coordinación y Yuxtaposición: conociendo a Herbert

Sí, mucho me temo que tenemos que repasar las oraciones yuxtapuestas y las coordinadas. Y lo haremos, tras recordar brevemente los conceptos con una presentación, empleando una obra magnífica, que exige, pero, unas palabras al respecto.

En el umbral mismo del blog exponía mi intención de repasar los conceptos que veíamos en clase con obras de fantasía épica y de ciencia ficción; con más de 15 entradas, la única obra que os he reseñado perteneciente a este género ha sido Los príncipes demonio, de Jack Vance. ¿Por qué esta menor presencia de la ciencia ficción en estos posts? El principal motivo es su dificultad. Sin creeros a ninguno de vosotros incapaces o lentos, las obras clásicas de los grandes nombres de la ciencia ficción – un campo ya respetado en las esferas académicas, sobre todo norteamericanas – son obras densas, normalmente con un enorme caudal de tecnicismos, auténticos o inventandos, kilométricas listas de personajes y datos y exigen del lector, al menos, buena disposición para el esfuerzo y una capacidad lectora ya desarrollada. Con todo, para recordar esas molestas coordinadas, hoy emplearé un libro de este género, de ciencia ficción. ¿Os lo recomendaría ahora mismo, con 15 o 16 años? Probablemente, no, o a muy pocos de entre vosotros. ¿Creo que puede ser interesante que algún día lo leáis? Sí, y espero que ese día lo disfrutéis como yo hice.

Veamos primero en una breve presentación el resumen de la yuxtaposición y la coordinación, el primer acercamiento que hacemos, ya en 4º de ESO, a las oraciones compuestas.





Tras esto, introduciremos el libro del que os hablé antes. El autor es uno de los titanes del género: Frank Herbert. Este estadounidense desarrolló en la década de los sesenta una cosmogonía única, rebasando los límites del género – muy estrechos hasta entonces – y convirtiendo su obra Dune en un bestseller mundial, mereciendo incluso la adaptación hollywoodiense veinte años después. Sin embargo, la obra de la que os voy a hablar no pertenece a esa renombradísima saga, Dune, a la que sin duda me referiré otro día: el relato con el que ejemplificaremos las oraciones que hoy estudiamos se titula Los ojos de Heisenberg. Es una novela corta, de apenas 230 páginas, publicada en España por Bruguera en 1989 dentro de la magnífica colección Nova ciencia ficción, y traducida al castellano por Gloria Pous. Escrita en 1966, en el apogeo de la creatividad de Herbert, que había alumbrado Dune solo un año antes; ya consagrado como gurú del género, Los ojos de Heisenberg fue celebrada, más que recibida, y quedó finalista del prestigioso premio Nebula (junto al Hugo, los más renombrados premios literarios de ciencia ficción).

¿Su argumento? Imaginad un futuro, dentro de treinta mil años, dominado por la manipulación genética. Una casta dominante surgida de esa manipulación, los Optimen, eran seres genéticamente superiores, inmortales, pero estériles. La reproducción estaba férreamente controlada por los ingenieros: no había habido un parto natural en decenas de siglos. En este escalofriante futuro, los sterries (los humanos normales) viven sometidos por los Optimen y se verán envueltos en el conflicto desatado por el ansía de dominio de los implacables Cyborgs. La trama de aventuras, cimentada como siempre en la obra de Herbet con profundas reflexiones de sus personajes, magníficamente trazados en su concisión, se desarrollará en este universo entrevisto, apenas matizado, tan sintético como fantasmagórico. La aparición de un embrión superior tras un fallo en el quirófano durante la manipulación genética desatará una carrera por el control de la nueva forma de vida entre Optimen y Cyborgs, en la que los sterries, los compungidos padres del embrión, no se resignarán a un papel irrelevante. Pocos personajes podréis encontrar tan fascinantes como estos: Herbert es, a mi juicio, un maestro, y caracteres como los que nos regala en Los ojos de Heisenberg pueden sin temor alguno resistir cualquier comparación con los otros titanes del género: Bradbury, K.Dick, Asimov, etc. Herbert es un maestro del que, espero, gozaréis siempre que os aproximéis, si no es ahora, en cualquier momento de vuestras vidas.

Veamos ejemplos de las oraciones yuxtapuestas y de las coordinadas extraídas del libro:

Oraciones Yuxtapuestas.

Igan parecía enjuto y frágil a su lado; tenía el rostro alargado la mandíbula cuadrada y la boca pequeña, con los labios delgados. (página 70)

Su preocupación volvía a estar en la compleja estructura celular, seguía los sistemas del mitocondrio como un ave de presa. (página 125)

Parecía anciano, su cara era una máscara de resignación. (página 179)

Oraciones Coordinadas Copulativas.

Frecuentísimas, os cruzaréis con alguna cada dos páginas; basten estos cuatro ejemplos, el tercero empleando la conjunción 'e', y el cuarto, en negativo:

Desvió la atención hacia las mitocondrias y vio la prueba de la intrusión de arginina. (página 43)

El dolor será exquisito y puede prolongarse durante siglos. (página 225)

Con delicadeza, Calapina se levantó e hizo deslizar la pasarela. (página 191).

Nada tenía que envejecer ni degradarse en el mundo de los Optimen.

Oraciones Coordinadas Disyuntivas.

La mórula estaba descendiendo hasta su punto mortal. Podía vivir o morir en los próximos minutos, o podía quedar seriamente dañada. A veces sucedían estas cosas. (página 49)

Oraciones Coordinadas Adversativas.

Svengaard era bueno dentro de sus límites, pero le faltaba imaginación creativa. (página 35)

Como veis, además de emplear el nexo “pero” propio de las adversativas, la proposición B (la falta de imaginación) se impone a la proposición A (ser bueno dentro de sus límites); en caso de haber sido concesiva (Svengaard era bueno dentro de sus límites, aunque le faltaba imaginación creativa), la proposición A hubiera tenido mayor peso que la “dificultad” u “obstáculo”, expresados en B.

Svengaard estaba sentado en un cómodo sillón, pero estaba atado de pies y manos. (página 141)

Mismo razonamiento de antes: la noción expresada en B (estar atado) impide la realización de la noción de A (estar cómodo).

A Svengaard le inquietó el contenido de los fardos, pero sabía que no debía preguntar ni mostrar curiosidad. (página 87).

¿Qué os voy a explicar si habéis llegado hasta aquí? ;)

Oraciones Coordinadas Explicativas

El trazo de su pincelada es una ciencia exacta. La conseguiré dentro de cuarenta o cincuenta años, es decir, será mía pronto. (página 95)

Oraciones Coordinadas Distributivas

Usted limítese a su trabajo; nosotros haremos el nuestro. (página 34)

Muy bien, hemos terminado. Hay, como podéis imaginaros, muchísimas más de casi todas las clasificaciones, siendo absolutamente omnipresentes copulativas, yuxtapuestas y adversativas. Comprenderéis, si leéis este libro, porque Herbert se hizo famoso por el ritmo casi frenético de su prosa, cimentada siempre en oraciones brevísimas y en una magistral puntuación.



Espero que la clasificación de las oraciones coordinadas y yuxtapuestas os haya quedado claro y que hayáis sentido algo de curiosidad por ese mundo de los Optimen, los Cyborg y los sterries. Ánimos a cualquier valiente que lo intente, pueda o no: valdrá la pena. Saludos.

domingo, 13 de junio de 2010

La Adecuación: el competente ladrón Caalador

En 4º de E.S.O. hablamos sobre las necesidades de adecuar la lengua que usamos, o, mejor dicho, la variedad específica por la que optamos, dependiendo de las necesidades comunicativas de cada instante. Ya dijimos que la lengua es, a semejanza de un ser vivo, pues viva está, muy cambiante y heterogénea, y fácilmente adaptable para adecuarse a los distintos momentos en que la empleamos.

Recordad que, cuando la lengua cambia en función de la procedencia geográfica del hablante, hablamos de dialectos; cuando los cambios se producen por el momento histórico, el tiempo en el que vivieron los hablantes o las distintas generaciones a las que pertenecen por edad, se llaman cronolectos; cuando los cambios que afecten a la lengua sean de índole social, se llamarán sociolectos. Hoy, sin embargo, hablaremos de los registros: son las modificaciones que el hablante introduce en la lengua para adecuarla a un determinado contexto.

Los registros obedecen a diferentes factores: por ejemplo, el canal por el que se establezca la comunicación. Siempre será más cuidado el lenguaje escrito que el más espontáneo lenguaje oral. Además, los registros se forman con más condicionantes, como la propia idiosincrasia de la sociedad donde se desarrolle la comunicación – la gestión del volumen y del silencio es totalmente diferente entre, por ejemplo, hablantes españoles y japoneses –, pero quiero centrarme en los factores que hemos estudiado con más atención durante 4º de E.S.O.: el grado de formalidad o la situacionalidad.

A grandes rasgos, ya vimos que el hablante competente tendrá capacidad para adecuar su lengua – es decir, empleará un registro adecuado para cada contexto – dependiendo de la situación comunicativa a la que se enfrente. Un hablante “incompetente” lingüísticamente siempre hablará igual, con su familia o amigos, en el trabajo, ante un juez, viendo una película, con sus hijos o comentando una jugada del último partido con los amigos. El hablante “competente” lingüísticamente podrá ADECUAR su lengua, acercando su registro a las necesidades de cada contexto. No debemos confundir el concepto “adecuado” con la noción de “bien” o “mal”: imaginemos a un hablante que hablara con la misma solemnidad en un discurso académico ante profesores y alumnos universitarios – un registro culto y especializado – que cuando hablara con sus padres. Puede que la lengua que emplee sea la más “correcta”, léxica y gramaticalmente, pero en el plano que estamos estudiando, estará utilizando un registro totalmente inadecuado en el segundo caso.

Durante el curso distinguimos tres niveles básicos de formalidad:

  • Registro CULTO o FORMAL. De gran formalidad, la espontaneidad intenta reducirse al mínimo, el hablante intentará seleccionar el léxico más adecuado, utilizar las estructuras gramaticales correctas, completar siempre las frases e, incluso, trazar un estilo propio. Es propio de contextos profesionales, académicos o, en resumen, situaciones donde no prima la confianza ni la cercanía entre emisor y receptor.

  • Registro ESTÁNDAR. Caracterizado por la corrección de la lengua, un nivel “neutro”, sin llegar a la rigidez y planificación de la formalidad pero sin caer tampoco en la llana espontaneidad de la coloquialidad. Es la más empleada por su enorme versatilidad y por los múltiples contextos cotidianos donde resulta adecuada.

  • Registro COLOQUIAL. Sin planificación, en confianza, propio de la comunicación con familiares, amigos, en contextos donde la velocidad comunicativa y la eficacia expresiva afecta habitualmente a una mayor simplicidad del léxico, estructuras inacabadas y, en general, una mayor interacción entre los hablantes.

Esos son los registros básicos. Dentro de cada uno podríamos ver nuevas subdivisiones, más específicas para situaciones concretas (como el registro solemne en los formales, o el vulgar dentro del coloquial – que implica emplear mal la lengua, con incorrecciones gramaticales o léxicas.), pero me conformo con que os queden claros esos tres registros básicos: culto, estándar y coloquial.

No es habitual una diferenciación clara entre los registros de los personajes que pueblan los libros de los que suelo hablaros, al menos, entre la gran mayoría de los que recuerdo haber leído. Nunca creí – ni pretenderé que creáis – que la diferenciación entre las distintas formas de hablar de los personajes fuera una preocupación para los autores de fantasía épica; además, en su mayoría los libros de los que hablo son de autores anglosajones, por lo que deberíamos leerlos en su inglés original para saber si realmente se aprecian cambios significativos en la forma de hablar de un personaje dependiendo de la situación en la que se encuentre.

Con todo, os decía, aún siendo inusuales, pude recordar un caso muy claro con el que pretendo ilustrar el concepto de los registros que hemos estado repasando en este post. El ejemplo del que os hablo es el curioso y excéntrico personaje de Caalador.

Caalador es un personaje creado por David Eddings, autor del que ya os hablé comentando sus Crónicas de Belgarath. En esta ocasión, pero, se trata del personaje de otra trilogía, quizá no tan interesante como Belgarath a mi juicio, pero suficientemente interesante como para recomendar su lectura a quién le gustara aquella o, simplemente, a quien apreciara el estilo de Eddings y su singular cosmovisión de la fantasía épica: la trilogía de El Tamuli.

El Tamuli es la continuación de una trilogía anterior, de la que ya os hablaré otro día, titulada Ellenium, donde se introducía al caballero pandion Sparhawk, el hombre sin destino. Los libros que comprenden esta segunda trilogía de El Tamuli se titulan Las cúpulas de fuego, Los seres fulgentes y La ciudad oculta, y fueron publicados en España por la editorial Grijalbo a partir de 1994, traducidos por Diana Falcón. En esta trilogía, el emperador de Tamuli, Sarabian I, pide el consejo del legendario caballero Sparhawk para enfrentarse a una serie de tumultos y sediciones que amenazan al Imperio. El viaje del caballero pandion, sus amigos y su esposa, la reina Ehlana de Elenia, estará lleno de peligros, aventuras y encuentros con criaturas de ultratumba, y se producirán encuentros con viejos conocidos que ya vimos en Ellenium.

Caalador, os decía, es un personaje que aparece en esta trilogía de Eddings. Es uno de los jefes de una de las mayores cofradías de ladrones y asesinos de toda Eosia, además de buen amigos de Stragen, uno de los camaradas de Sparhawk. Eddings ya demostró en Belgarath su predilección por personajes criminales o al margen de la ley, pero a los que – quizá con excesiva ingenuidad – concedía siempre una curiosa “moral” o buen fondo que les elevaba por encima de los auténticos bribones sin entrañas: son los casos de Stragen, Talen, Yarblek, Seda o nuestro Caalador. Ladrones, estafadores, adúlteros, asesinos – por motivaciones, normalmente, “justas” -, ninguno de ellos puede calificarse como “mala persona” pese a las múltiples fechorías que acumulan entre todos.

Bien, para no desviarme más del tema, nos fijaremos en el momento en que Caalador ADECUA su lengua a las necesidades comunicativas. Guasón y provocador, disfruta mucho intentando escandalizar a la aristocrática reina Ehlana, y se complace en hablar con un registro coloquial que en muchas ocasiones se sumerge en el vulgar en su presencia. Sin embargo, cuando ella requiere una aclaración, abandona la broma, y adecua su discurso a una variedad más estándar, planificada y casi culta. Caalador es, como veréis, competente lingüísticamente:


- ¿Dónde estaba? - preguntó Caalador –. Ah, sí, ahora m'arrecuerdo. Ese tipo, el Scarpa ese, cresió en una espesie'e taberna'e carretera d'Arjuna ajquerosa com'una chabola; hiso to'o tipo'e cosa' d'esa' que hasen lo' bastardo' en lo' año' de escuela en lo' lugare' en lo' que no lo' mete'n vere'a ninguna morá'.

- Por favor, Caalador – suspiró Stragen.

- ¿Qué quiere decir “ajquerosa com'una chabola”, Caalador? - lo interrumpió Ehlana.

- Pué, justo lo que 'ice, tu realesa. Una “chabola” e' una espesie casucha monta'a 'e cualquié' manera, con tabla' vieja' y porquería', y “ajquerosa” é má' o meno' eso. Cuando era un crío, conosí a un tipo que lo yamaban así. Vivía en el lugá' má' cochino'el mundo que yo haya visto, y tampoco ni se limpiaba él.

- Creo que podré sobrevivir durante varias horas sin más lenguaje masticado, maese Caalador – le aseguró con una sonrisa Ehlana –. Pero quiero agradecerte las molestias que te tomas.

- Siempre me alegra serte útil, Majestad – replicó él, con otra amplia sonrisa –. Scarpa creció en un ambiente que bordeaba más o menos los límites de la delincuencia. Era lo que podría llamarse un aficionado con talento. Nuna se dedicó a ningún oficio en particular. - Caalador hizo una mueca -. Aficionados.

(David Eddings, Los seres fulgentes (El Tamuli II). Grijalbo, 1994, páginas 264-265)


El dominio de los registros que demuestra Caalador hacen de él un personaje con gran competencia lingüística. En su profesión, tratando a rufianes, matones, asesinos y demás gentes de baja estofa y nula educación, una jerga marginal como la que exhibe es prácticamente obligada; con todo, cuando quiere puede variar su lengua para adecuarla a contextos tan diversos como departir con su viejo amigo Stragen – registro coloquial estándar – o conversar con la reina Ehlana, de forma estándar como en este caso, o con gran solemnidad cuando se dirige a ella en la corte, ante los principales aristócratas de Elenia. Caalador nos ha permitido ver lo importante de la adecuación para que nuestro discurso sea comunicativamente efectivo, y espero que os anime a visitar algún día esta interesante obra de David Eddings y que haya contribuido a repasar estos conceptos. Un saludo a todos.

sábado, 12 de junio de 2010

El arte de la Argumentación: un debate en la Infraoscuridad

Dentro de las tipologías textuales que contemplamos a lo largo de la E.S.O., hoy repasaremos la de los textos ARGUMENTATIVOS. Los textos argumentativos pretenden convencer de forma razonada al lector para que asuma una o varias ideas del emisor. La idea sobre la que pretendemos convencer se denominará TESIS, y debe reflejarse de forma clara y concisa en el primer párrafo introductorio. A continuación, expondremos los distintos ARGUMENTOS, los motivos razonados por los que consideramos que nuestra opción es la mejor de entre las defendibles; en el arte de la polémica, que puede ser perfectamente amigable y cordial, aunque no sea lo habitual en nuestros tiempos, pesan más la calidad o cantidad de los argumentos que la fuerza bruta de quién sea capaz de gritar más o la violencia con la que se defienda cada postura.

Hay distintos tipos de argumentos, entre los cuales debéis recordar los más relevantes:

  • Hechos empíricos y datos demostrables. Apelando a verdades objetivas, de base científica, cuya veracidad puede ser comprobada por nuestros oponentes en cualquier momento.

  • Estadísticas. La estadística, recopila, analiza e interpreta datos; nuestra será la tarea de seleccionar las más adecuadas para hacer coincidir las conclusiones lógicas que se deriven de las estadísticas con nuestra tesis.

  • Comparación. Altamente subjetiva, nuestra comparación tendrá como objeto ensalzar nuestra opción al tiempo que atacamos el segundo término de comparación, “la otra”, poniendo ante el lector las virtudes que deben brillar en nuestra tesis cuando se la compare con otras opciones.

  • Opinión de un experto. Los llamados Argumentos de Autoridad recurren a una personalidad de reconocido prestigio en la materia – por su cargo, trayectoria profesional o vital o experiencia en la misma – que apoya nuestra tesis.

  • Invocación a Valores Superiores. El emisor apelará a grandes valores o ideales humanos para defender su tesis, tales como la Libertad, la Igualdad, la Solidaridad, etc. Implícitamente, además, decimos que los opuestos a nuestra tesis carecen de esos valores, o atentan contra ellos.

  • Eliminación de otras opciones. Un argumento bastante agresivo, que consiste en el ataque contra las restantes opciones que puedan tomarse en esa situación determinada; el peligro de caer en un debate sucio o malintencionado debe hacernos precavidos cuando empleemos este tipo de argumento.

  • Sabiduría popular. Recurrir a un refrán o dicho popular suele servir más como recurso estético – embellecer nuestro discurso – que como argumentación sólida, pero el apoyo de la “sabiduría de toda la vida” nunca está de más. Con todo, debemos recordar que prácticamente hay refranes para todas las situaciones, por lo que nuestro oponente podría contraargumentar plausiblemente con otro refrán o dicho similar.

El argumentativo es, quizá con el descriptivo, el más subjetivo de los textos; desde el umbral mismo de la tesis – la idea que defendemos – hasta la elección de los argumentos, la omisión de las dificultades y la enunciación de una recapitulación final en la conclusión, todo se basa en nuestra opinión. Una argumentación debe ser convincente, pues difícilmente convencerás a alguien de algo sobre lo que no estáis seguros, pero no arrogante ni avasalladora: nuestro convencimiento propio no debe excluir una dosis de humildad y de tolerancia y respeto a las ideas contrarias.

No es común encontrar un texto argumentativo dentro de una obra de fantasía épica, pero sí podemos encontrar a menudo a personajes discutiendo y argumentando, esto es, intentando acercar a sus oponentes a su “tesis” o idea que defienden, para lo que emplean motivos, razones... argumentos, en suma. Hoy ejemplificaremos esta circunstancia con el fragmento de uno de mis libros favoritos, el segundo volumen, El exilio, de una trilogía absolutamente magistral, El elfo oscuro de R.A. Salvatore, de la saga de los Reinos Olvidados. Es una discusión entre los enanos svirfneblis, pero antes, permitidme que os ponga en antecedentes para que podáis entender la discusión y, espero, animaros a leer esta espléndida obra.

Durante el primer volumen de la trilogía, La morada, el protagonista, Drizzt Do'Urden, se nos presenta como una excepción a la regla. Es un elfo oscuro, un drow, pero no es malvado, sádico y cruel como el resto de sus congéneres. Drizzt es un habilísimo guerrero, y se abre camino en la hipercompetitiva y mortífera sociedad de los drows, sintiendo a medida que pasa el tiempo mayor asco y repulsión por los modos de los suyos, que disfrutan sometiendo, asesinando y traicionando sin más motivo que la satisfacción de sus apetitos. Uno de los momentos de máxima tensión del primer volumen llega cuando, acabada su instrucción en la academia guerrera, Drizzt es integrado en una patrulla de reconocimiento que saldrá de Menzoberranzan, la ciudad drow, liderada por su cruel hermano mayor, Dinin. La patrulla encuentra una partida de pacíficos mineros svirfneblis, una raza de enanos de las Profundidades. No suponen ninguna amenaza para ellos, y es poca la ganancia que pueden obtener, pero de todas formas Dinin ordena iniciar la cacería, por el puro placer de exterminarlos. Drizzt se siente asqueado, y simula participar de la sangrienta acción, pero en realidad su acero no atraviesa a ningún svirfnebli indefenso. Todo cambia cuando el capataz de los enanos invoca un elemental de tierra para defenderse de los malvados drows que están exterminando a sus compañeros: el enorme monstruo convocado mágicamente equilibra por un momento el combate, y el capataz vislumbra la posibilidad de salvar al menos a alguno de sus mineros. Sin embargo, Drizzt combate contra el elemental y logra vencerlo con sus cimitarras y, de nuevo indefensos, los enanos son rápidamente masacrados. El hermano mayor, creyéndole tan ruin como él, le trae al capataz para que disfrute matándolo él mismo. Drizzt protesta, pero no puede reconocer sus verdaderos motivos – la compasión y el reconocimiento al valor con el que el viejo enano ha combatido y encara su destino – por la deshonra que implicaría en Menzoberranzan para su familia; en vez de eso, le dice a Dinin que sería mucho mejor dejar que ese único superviviente volviera a su ciudad para contar la historia y extender aún más la sanguinaria fama de los elfos oscuros. Dinin asiente, pero aún tiene tiempo de un último acto de maldad: le ordena a su hermano pequeño que le corte ambas manos. Desolado, Drizzt debe obedecer, no sin antes suplicar con una silenciosa mirada el perdón del enano. Mutilado, el enano se arrastra casi moribundo en dirección a su ciudad, mientras todos los drows, menos Drizzt, vuelven entre risas a su malévolo hogar.

Muchas aventuras después, la tensión se volverá insoportable, y Drizzt romperá con los suyos, abjurando de la maligna diosa Lloth y abandonando su ciudad y a su raza; desde ese momento, se convertirá en el principal enemigo de los drows, en especial de su propia familia, los Do'Urden, que se lanzarán a intentar matar a su traicionero renegado antes de que su locura les haga perder el favor de la Diosa Araña y su posición en Menzoberranzan.

Huyendo de su madre, la terrorífica matriarca Malicia Do'Urden – los drows son una sociedad matriarcal, es decir, las mujeres ostentan el poder, y son los seres más crueles e implacables que se pueda imaginar, gozando por su sacerdocio de la enloquecida diosa Lloth de terribles poderes mágicos –, Drizzt se adentra en la Infraoscuridad. Tras largas y peligrosísimas aventuras que se narran en El exilio (estos dos primeros libros son, a mi juicio, lo mejor que ha escrito Salvatore), Drizzt tomará una decisión arriesgada y desesperada: pedir asilo en la ciudad de los peores enemigos de su raza, los enanos svirfneblis. Precisamente los mismos a los que, años atrás, él había ayudado a masacrar.

Drizzt se entrega voluntariamente, y los enanos de las profundidades lo apresan sin miramientos, pero sin crueldad. Se disponen a ejecutarlo sin contemplaciones, pero uno de los consejeros siente curiosidad por la inaudita escena de un drow acercándose en son de paz y desarmado a la patria de los svirfneblis. Interrogándole secamente, Drizzt intenta hacerse entender, pero al final menciona el episodio de los mineros. Enfurecido, el svirfnebli está a punto de matarlo allí mismo, pero se retiene y manda llamar a alguien; poco después, aparece Belwar Dissengulp, que así se llamaba el capataz de aquel día de infausto recuerdo. Belwar reconoce los ojos violetas del guerrero drow que pudo matarlo, y no quiso, y en los que leyó compasión y dolor cuando tuvo que obedecer la orden de cortarle las manos. Drizzt, por su parte, contempla extasiado como, donde él esperaba ver muñones, resplandecen un martillo y una pica de mithril, mágicamente unidos a los brazos del capataz.

La discusión se produce cuando el consejo de los svirfneblis está a punto de expulsarle de la ciudad, arrojándolo de nuevo a la Infraoscuridad y al vengativo acoso de su madre; Belwar intenta, en vano, convencer a sus compatriotas para que no tomen esa terrible decisión:

- Y tú has demostrado ser un amigo leal, Drizzt Do'Urden – manifestó el soberano -. Nuestras vidas se han enriquecido con tu presencia.

Drizzt hizo una reverencia, agradecido por las bondadosas palabras del rey. Pero Belwar entrecerró los párpados y frunció la ganchuda nariz, porque comenzaba a adivinar los propósitos del soberano.

- Por desgracia – dijo el rey Schnicktick, que en vez de mirar al elfo dirigió una mirada de súplica a los consejeros -, ha surgido un problema...

- ¡Magga cammara! - gritó Belwar, para sorpresa de todos los presentes -. ¡No!
El rey y Drizzt miraron al capataz, incrédulos.

- ¡Pretendéis echarlo! - le dijo Belwar a Schnicktick, en un tono acusador. [...]

- Supongo que has oído hablar de las presuntas actividades de los drows en los túneles cercanos a nuestras fronteras orientales, ¿verdad? - le preguntó el rey a Drizzt.

El joven asintió.

- Nos hemos enterado del propósito de estas actividades – explicó Scknicktick. […] - Tú, Drizzt Do'Urden, eres la causa.

- Mi madre me busca – declaró el drow.

- ¡Pero no te encontrará! - rugió Belwar en un desafío dirigido tanto al soberano como a la madre desconocida de su amigo -. ¡No, mientras seas huésped de los enanos de Blingdenstone!

- ¡Belwar, ya es suficiente! - le reprochó el rey Schnicktick. Miró a Drizzt con una expresión más tranquila -. Por favor, amigo Drizzt, debes comprenderlo. No puedo arriesgarme a una guerra con Menzoberranzan.

- Lo comprendo – dijo Drizzt, de todo corazón -. Iré a recoger mis cosas.

- ¡No! - protestó Belwar -. Somos svirfneblis. ¡No abandonamos a los amigos cuando se presenta un peligro! ¡Drizzt Do'Urden nos ha dado su amistad, y nosotros lo echamos! ¡Magga cammara! Si tan dispuestos estamos a renunciar a la lealtad, ¿cómo podemos considerarnos mejores que los drows de Menzoberranzan?

- ¡Silencio, muy honorable capataz! - gritó el rey con un tono que ni siquiera el empecinado Belwar pudo pasar por alto - ¡No ha sido fácil tomar la decisión, pero es definitiva! No arriesgaré la seguridad de Blingdenstone en beneficio de un elfo oscuro, por muy amigo que sea. - Schnicktick miró a Drizzt -. Lo lamento de todo corazón.

(R.A. Salvatore, El elfo Oscuro II, El exilio, páginas 457-458, Timun Mas)


El rey fundamenta su tesis – echar a Drizzt de la ciudad – en un argumento contrastable: los drows le buscan e irán a la guerra si no les es entregado. Su argumentación se refuerza con la sabiduría popular, pues en su mundo, los drows son conocidos y temidos por su maldad y por lo implacable de sus sangrientas venganzas. Además, emplea un argumento de Eliminación de otras opciones: un soberano prudente y sensato no puede ir a la guerra por un solo individuo, sobre todo cuando ni siquiera es súbdito suyo.

Belwar expone primero un hecho demostrable: Drizzt se ha comportado muy bien con ellos desde su llegada a la ciudad. Después, realiza una velada comparación (y vosotros pretendéis echarlo) entre ese buen comportamiento y el pago que los enanos pretenden darle: la expulsión. Con todo, podéis comprobar como la apasionada argumentación de Belwar se basa en la Invocación a Valores Superiores: la Lealtad, la Hospitalidad y, sobre todo, honrar la Amistad que le une al elfo oscuro. Según su razonamiento, actuando como sugiere el rey, los svirfneblis actuarán deslealmente, no cumplirán los deberes del buen anfitrión – la Hospitalidad es sagrada para todas las castas de los Enanos – y, sobre todo, se comportarán como malos amigos.

La arenga de Belwar, como habréis visto, no surte efecto, y no logra modificar la opinión del consejo. La tesis que se cumple es la del rey enano: Drizzt es expulsado, y Belwar asume la validez de esa tesis no cuestionando esa decisión. A pesar de todo, no renegará de su propia opinión – que no debe abandonarse a los amigos en las dificultades – y, cuando Drizzt salga de Blingdenstone, le acompañará en su viaje, iniciando juntos una serie de memorables aventuras. Adentraos en ellas, no os arrepentiréis. Espero que las argumentaciones no tengan misterio alguno para vosotros ahora. Salud.

Goldmoon, enseñando con Parábolas

Mientras estudiamos la literatura del siglo XVIII en 4º de E.S.O., nos topamos con un tipo de poema curioso: las FÁBULAS. Son composiciones muy características del espíritu ilustrado; su autor pretende educar, transmitir una enseñanza moral de forma clara y concisa, sin renunciar a la búsqueda de la excelencia estética. Sé que muchas veces no queda del todo claro si consigue ninguna de ambas cosas – transmitir la enseñanza y, sobre todo, alcanzar una cierta calidad literaria – pero dedicaremos este 'post' al refuerzo de este sencillo concepto, el de la fábula; lo ampliaremos, además, con uno muy parecido, pero que no hemos contemplado en clase: la PARÁBOLA.

Las fábulas son, recordad, breves poemas o textos en prosa, que son voluntariamente claros y sencillos, para favorecer su eficacia didáctica; suelen estar protagonizados por animales que devienen en símbolos o alegorías de virtudes o defectos: así, el zorro suele representar la astucia, el burro la idiotez, el león el valor, etc. De la siempre sencilla trama de la fábula el lector u oyente debe deducir, mediante el proceso de la analogía – el “parecido” con una situación real, la extrapolación a la realidad – la enseñanza moral, esto es, la moraleja que quiere transmitir el autor. El tono de las fábulas es necesariamente paternalista y, en muchos casos, condescendiente, lo que puede enervar al lector – a nadie, yo incluido, le gusta que nos hablen como a idiotas -; recordemos, por último, que los Ilustrados pretendían educar a un Pueblo iletrado e ignorante al que trataban como “menores de edad”, esto es, como a “niños”, intelectualmente hablando. En el primer ciclo de la E.S.O. vimos el compendio de fábulas de Esopo, y es habitual enfrentarnos a Iriarte ya en 4º: refresquemos un ejemplo de este autor español de la Ilustración que espero os resulte claro.

El pato y la serpiente

Más vale saber una cosa bien que muchas mal

A orillas de un estanque,
diciendo estaba un pato:
«¿A qué animal dio el cielo
los dones que me ha dado?

Soy de agua, tierra y aire:
cuando de andar me canso,
si se me antoja, vuelo;
si se me antoja, nado».

Una serpiente astuta,
que le estaba escuchando,
le llamó con un silbo
y le dijo «¡Seó guapo!

no hay que echar tantas plantas;
pues ni anda como el gamo,
ni vuela como el sacre,
ni nada como el barbo;

y así, tenga sabido
que lo importante y raro
no es entender de todo,
sino ser diestro en algo».


Como veis, el pato simboliza la Vanidad, pagado de sí mismo y encantado por haberse conocido; la astuta serpiente es la que se encarga de abrirle los ojos y enunciar la enseñanza. Por si acaso es demasiado complicada para nuestras cortas entendederas, nuestro buen don Tomás nos la sitúa en el mismo título del poema.

Por otro lado, las PARÁBOLAS son igualmente didácticas en su intencionalidad, aunque difieren de las fábulas en dos aspectos principales: no emplean necesariamente animales como alegorías y, sobre todo, anteponen la ENSEÑANZA moral a la calidad o eficacia del relato: por así decirlo, en la fábula se busca entretener y crear belleza, para, después, extraer la enseñanza; en las parábolas alcanzar esa enseñanza espiritual es el objetivo principal y casi exclusivo. Son relatos simbólicos de los que el oyente puede extraer, por analogía, una enseñanza moral. Las parábolas más conocidas de nuestra tradición las encontramos en la Biblia, aunque yo, como es habitual, me fijaré en un ejemplo extraído de la fantasía épica; recurro de nuevo a la saga Dragonlance, concretamente al primer volumen de las Crónicas, titulado El retorno de los Dragones.

Más de trescientos años antes del momento en que se sitúa la acción, se produjo un gran Cataclismo y los Dioses abandonaron el mundo de Krynn; hasta entonces, un gran panteón de deidades del Bien – encabezadas por Paladine -, la Neutralidad – lideradas por Gilean, el Fiel de la Balanza – y el Mal - Takhisis era la Reina de la Oscuridad, principal deidad malévola – habían acompañado los destinos de los mortales habitantes de Krynn; sus sacerdotes, dotados en algunos casos de grandes poderes, recorrían el mundo, se libraban guerras en Sus Nombres, había enormes templos y adoradores y se producían grandes milagros o muestras de infinito desprecio: un mundo de Krynn donde aún no había desaparecido la Fe.

Todo ello cambió, como decía, el día del Cataclismo, el suceso que cambió Krynn para siempre. Una enorme montaña de fuego se precipitó sobre la impía ciudad de Istar y arrasó gran parte del mundo, transformando los continentes y segando la vida de miles y miles de personas; tras esa gran hecatombe, los Dioses desaparecieron.

Durante los tres siglos siguientes, los desesperados mortales clamaron a los cielos, enfurecidos por la crueldad de las divinidades. Primero las maldijeron, luego suplicaron, y finalmente, hartos de no recibir respuesta alguna, se centraron en sobrevivir, y el nombre de las antiguas deidades del mundo de la Dragonlance cayó en el olvido.





El retorno de los Dragones arranca en una posada de Solace, El Último Hogar, erigida en un inmenso vallenwood; mientras un grupo de amigos se reencuentra tras una separación de cinco años, dos extraños bárbaros Que-Shu, una Princesa y un guerrero, hablan sobre el retorno de las divinidades, esgrimiendo como prueba los poderes curativos de una Vara de Cristal Azul. Es el inicio de las aventuras de los Héroes de la Lanza. Más adelante, Goldmoon, que así se llama la Princesa Que-Shu, intentará convencer del retorno de los dioses a un hombre, Elistan, considerado de los más sabios de su tiempo; Elistan había intentando en vano encontrar alguna prueba de los dioses en su juventud y, desencantado, se había unido a la secta de los Buscadores de Haven; cuando conoce a Goldmoon en las minas de Pax Tharkas, enfermo y esclavizado por el Señor del Dragón lord Verminaard, le pregunta furioso por la crueldad de sus “pretendidos” dioses. Goldmoon responde con la siguiente parábola:

Al ver las penosas condiciones en las que se encontraba el hombre, el rostro de la mujer bárbara, severo y frío debido a su desilusión y frustración, se suavizó. Elistan la miró.

- Joven mujer, dices ser la portadora de la palabra de los antiguos dioses. Si realmente fuimos nosotros, los humanos, los que nos apartamos de ellos y no ellos los que se apartaron de nosotros, como siempre hemos creído, ¿por qué entonces, han esperado tanto tiempo para manifestarse?

Goldmoon se arrodilló junto al agonizante hombre, pensando en cómo formular la respuesta. Finalmente dijo:

-Imagina que paseas por un bosque llevando tu más preciada posesión, una extraña y valiosa joya. De pronto eres atacado por una bestia feroz. Se te cae la joya pero tú huyes despavorido. Cuando te das cuenta de que la has perdido, estás demasiado atemorizado para volver a internarte en el bosque a buscarla. En ese momento encuentras a alguien que tiene otra joya..En el fondo de tu corazón, sabes que no es tan valiosa como la que has perdido, pero te sigue dando miedo regresar a buscarla. Bien, ¿quiere esto decir que la joya ha dejado el bosque, o que sigue allí, refulgiendo intensamente bajo las hojas, esperando que vuelvas a recogerla?

Elistan, cerrando los ojos, suspiró con expresión afligida –¡Por supuesto, la joya espera nuestro regreso! ¡Qué insensatos hemos sido! Cómo desearía disponer de tiempo para aprender de tus dioses -dijo intentando tocarle la mano.

Goldmoon contuvo la respiración, su rostro palideció hasta estar casi tan lívido como el del agonizante hombre

-El tiempo te será concedido -le dijo en voz baja tomándole la mano.

(M.Weis, Tracy Hickman, El Retorno de los Dragones, Timun Mas, página 286)

Elistan escucha impresionado a la bella mujer de las Llanuras. Entiende el mensaje que ella – o sus inspiradores divinos – quieren transmitirle, que rebasa el significado explícito o denotativo del pequeño relato: por analogía, la Joya es la Fe que tenían los hombres en sus Dioses antes del Cataclismo; permanece allí, brillante y apetecible, pero olvidada por todos, en espera solo de una plegaria sincera – o, en la parábola, de que alguien recuerde dónde está, se agache y vuelva a coger la joya.

La parábola será plenamente efectiva: Elistan se mostrará dispuesto a escuchar lo que esos extraños y variopintos compañeros saben sobre los Dioses. Goldmoon le dará los Discos de Mishakal, unos discos de platino que los compañeros rescataron con enormes esfuerzos y sorteando grandes peligros en la ciudad hundida y maldita de Xak Tsaroth. Tras estudiarlos y decidir libremente abrazar la Fe, Elistan se convertirá en el primer Hijo Venerable de Paladine después del Cataclismo, y será la cabeza de la renacida Iglesia tras la Guerra de la Lanza.

El poder de una parábola efectiva.

Espero que os animéis a leer esta novela, umbral de una de las sagas más prolíficas de la fantasía épica, y que os hayan quedado claros los conceptos de Fábula y Parábola. Saludos.


El Predicativo en 'Flint, Rey de los Gullys'

Uno de los momentos cumbre de nuestros terceros de la E.S.O. llega al abordar los análisis sintácticos. Sobre la percepción de esta “cumbre” hay diversas interpretaciones: es un momento en el que la mayoría de vosotros soléis fantasear – más – con mi muerte en atroces circunstancias, aunque intento que la sintaxis no se os atragante demasiado; para mí, habréis notado, coincide con uno de los mejores momentos del curso. Realmente me gustan los análisis sintácticos; los considero una gran herramienta para la reflexión sobre los mecanismos internos de la lengua, y me gusta mucho la enorme evolución que supone la progresión de los alumnos durante estos dos años, de las vacilaciones y errores de esos días iniciales a los verdaderos retos que superan analizando oraciones con diversas subordinadas hacia el final de 4º, poco más de un año y medio después.

En este 'post' me gustaría tratar de forma sencilla uno de los complementos verbales que introducimos en 3º y que suele dificultar vuestra tarea y conduciros a no pocos errores por su confusión con el Complemento Circunstancial de Modo: el COMPLEMENTO PREDICATIVO. Como siempre, los ejemplos los extraeremos de un volumen de fantasía épica cuyo argumento os explicaré brevemente y cuya lectura os aconsejo, esta vez sin brevedad y con mi característico entusiasmo.



El libro en cuestión, antes de centrarnos en nuestra amada y tan vilipendiada sintaxis, se llama Flint, Rey de los Gullys. Es el segundo volumen de la segunda trilogía de los Preludios de la Dragonlance, escrito por Mary Kirchoff y Douglas Niles, y narra la historia de uno de los más entrañables y hermosos personajes de toda la saga, el enano Flint Fireforge. Cinco años antes de las Crónicas – que son, para los que os adentréis en este mundo fantástico creado por Weis y Hickman, el “punto de partida” oficioso -, el grupo de compañeros que más adelante se conocerá como los Héroes de la Lanza se reúne en la posada del Último Hogar, en Solace; allí deciden separar sus caminos durante un tiempo para viajar en solitario y encontrarse de nuevo pasados cinco años. Cada uno de los compañeros tiene diferentes motivaciones para emprender esta suerte de viaje iniciático, y diferentes autores narran en las dos trilogías de los Preludios de la Dragonlance sus vivencias. Son dos trilogías – o podríamos hablar de una hexalogía – un tanto irregulares, aunque cada uno de los libros tienen aspectos buenos o recomendables; tiene que ver, opino, con el cariño que se le tiene a cada uno de los personajes, más que con la calidad literaria en sí. Así, los que menos me sedujeron fueron La misión de Riverwind, Tanis el Semielfo y, pese a que sus protagonistas me encantan, Los hermanos Majere; mis favoritos: El Guardián de Lunitari – que ya mencionamos en un post anterior -, El país de los kenders y el que nos ocupa en este momento, Flint, Rey de los Gullys.

Flint Fireforge es, puede decirse, el iniciador del grupo que luego protagonizaría las Crónicas de la Dragonlance. Enano de las Colinas, artesano de renombre, su obra llamó la atención del Orador de los Soles de Qualinost, Solostaran, que le invitó al legendario reino élfico. Allí vivió años salpicados de aventuras – recogidos en el imprescindible Qualinost, del que os hablaré otro día – y trabó amistad con Tanis el Semielfo. Años después, ambos se instalarían en Solace, el pequeño enclave de las casas en los vallenwoods, árboles gigantescos y milenarios; a los dos amigos se les unirían con el tiempo amigos de diversas razas y procedencias: el kender Tasslehoff Burrfoot, los hermanos Caramon y Raistlin Majere, la hermanastra de estos, la terrible y fogosa Kitiara Uth Matar, el solámnico Sturm Brightblade, descendiente de Caballeros...

Flint, aparentemente huraño, cascarrabias y vocinglero, pero de enorme bondad, siempre de lado de los necesitados, odia la fanfarronería y desconfía, como buen enano, de todo lo arcano; además, disfruta enormemente con una buena pelea – en la que, pese a su mediana edad en los cómputos de su raza, se desenvuelve con feroz maestría con el hacha de guerra – y una pinta de cerveza fría. Dice odiar con todas sus fuerzas a los kenders, pero aprecia enormemente – jamás reconocería este extremo ni aunque le arrancaran la barba – a Tas, con el que tantas aventuras vivió y a pesar de los innumerables atolladeros en que se vieron envueltos por su causa.

El volumen que nos ocupa, Flint, Rey de los gullys, nos lleva con el irascible enano de vuelta a su patria, Casacolina, tras décadas de ausencia; ante Tanis, Flint se justifica con la búsqueda de noticias sobre Reorx, el desaparecido dios al que los enanos veneraban antes del Cataclismo, pero el astuto semielfo entiende que la nostalgia de su hogar y las ganas de volver a ver a su familia son los que realmente empujan los pasos de su viejo amigo enano. En este libro veremos a Flint en compañía de su familia, el numeroso clan Fireforge, los descendientes de uno de los paladines de los Enanos de las Colinas en las guerras de Dwarfgate; sin embargo, pasada la inicial alegría del reencuentro, dos funestas noticias ensombrecerán el ánimo del protagonista: por un lado, la muerte de su hermano mayor, Aylmar, en la forja y por otro, el trato al que han llegado las autoridades del enclave con los Enanos de las Montañas, los ancestrales enemigos de los Enanos de las Colinas. Después el autor nos guiará por la vida cotidiana de los enanos de las Colinas, sus costumbres, organización familiar, afición por la bebida y el compadreo social en las tabernas, sus ruidosas comidas... La trama girará en torno a una conspiración que tendrá su origen nada menos que en Thorbardin, la patria ancestral de los Enanos de las Montañas; Flint pronto averiguará que las circunstancias de la muerte de su hermano son oscuras, y se verá abocado a una serie de acontecimientos donde participarán su compungido sobrino, una hermosa y apasionada enana de las montañas, un malévolo hechicero theiwar, emisarios de un oscuro Señor que está formando un ejército en Neraka y, por supuesto, toda una tribu de gullys, los inmundos enanos aghar considerados por todos – Flint el primero y más vehemente de ellos – la escoria de Krynn.



Esbozado el argumento del libro del que extraeremos los ejemplos, no puedo dejar de recomendaros su lectura deseando que os guste al menos tanto como a mí; y, cumplida la primera parte, retomaremos el objeto primigenio del post: el repaso del complemento predicativo y su correcto análisis sintáctico.

Primero, recordemos el concepto: el complemento PREDICATIVO es un sintagma adjetival que califica al sustantivo al que acompaña – puede ser el Sujeto, lo más habitual, pero también el CD o cualquier función que pueda desempeñar el SN en cuestión – pero, a su vez, también modifica al verbo.

Lo fundamental es que recordemos su naturaleza adjetival, para diferenciarlo del CCM. En el caso del circunstancial de modo, su naturaleza deberá ser siempre adverbial.

El PREDICATIVO más común “responde” a la pregunta “¿Cómo?” que le hacemos al verbo, exactamente igual que el CCM: la diferencia es que nuestro predicativo – que, además de modificar al verbo, califica a un SN – CONCUERDA con el SN al que acompaña en género y número. El CCM no se modifica por mucho que le cambiemos el género o el número al SN, a causa de su naturaleza adverbial.

Veámoslo con ejemplos extraídos de Flint, Rey de los Gullys:

Basalt gateó aterrado por la fangosa orilla, y se quedó allí tendido, perdido el ánimo por completo.

(responde a “¿cómo gateó Basalt?”. El segundo responde a “¿cómo se quedó?” Si cambiamos el número del Sujeto:)

Flint y Basalt gatearon aterrado por la fangosa orilla, y se quedaron allí tendido, perdido el ánimo por completo*.

(La frase es incorrecta, porque los PREDICATIVOS exigen concordancia en género y número con el SN al que complementan:)

Flint y Basalt gatearon aterrados por la fangosa orilla, y se quedaron allí tendidos...

Otros ejemplos de Predicativos extraídos del libro:

El nigromante se quedó inmóvil, como si hubiera echado raíces en el suelo...

Cuanto más pensaba en ello, tanto más crecía su regocijo, y mientras reía alborozado, la bestia se acercaba más y más.

Veamos ahora un Complemento Circunstancial: pese a responder a la misma pregunta (¿cómo?), recordad, 1) no tiene naturaleza adjetival y 2), no concuerda en género y número con el SN, pues solo modifican al verbo.

Los arroyos fluían con caótico abandono desde las alturas...

(responde a “¿cómo fluían?” --- pero al cambiar el número del sujeto:)

El arroyo fluía con caótico abandono desde las alturas...

(no hay concordancia alguna, por lo que es de naturaleza adverbial, es decir, un CCM).

La misma situación se repite en ejemplos tales como:

Los otros Enanos de las Montañas miraban a los derros con temor y gran desagrado.

Pasó junto a Flint y dejó caer su pesada carga sin ninguna ceremonia a los pies de Perian.

Normalmente, son mucho más numerosos los CCM que no los Predicativos, por lo que conviene recordar los sencillos pasos que hemos estudiado para saber diferenciarlos. Como siempre, espero que os haya quedado claro y que os animéis a sumergiros en este estupendo libro. Salud.