Minas Tirith: Ciudad de Reyes

lunes, 25 de abril de 2011

Prosopografías y Ponches Mágicos

Bueno, ya sabéis como va esto, a veces pasan semanas sin entradas, y en menos de veinticuatro horas se apelotonan dos: mañana, como sabéis, nos vamos de viaje de fin de curso con los de cuarto, y creo que no podré volver a pasarme hasta bien entrado mayo, así que sirva eso como justificación para estos dos posts tan consecutivos.

Hoy quería hablaros de un libro de fantasía magnífico, que conocí hace ya mucho tiempo: lo vi en la estantería hace poco y lo revisé, confirmando con un criterio actual bastante más exigente que sigue siendo un libro hermoso, bien escrito y muy recomendable. Se titula El ponche mágico, y lo escribió el escritor alemán Michael Ende en 1989. Husmeando con Google he visto que en algunas versiones se titula El ponche de los deseos; poco importa la traducción, que no le hace justicia al imponente título en alemán, nada menos que Der satanarchäolügenialkohöllische Wunschpunsch.

Michael Ende fue un escritor alemán especializado en literatura juvenil y fantástica, conocido especialmente por Momo o La historia interminable. El ponche mágico, que publicó SM en 1993, dentro de su colección El Barco de Vapor (aunque mi edición, de tapa dura, es de la colección El submarino naranja, de la misma editorial), fue traducido del alemán por J.Larriba y M.Terzi.

Su argumento gira en torno a las desventuras de dos malvados, malos con malicia, aunque con un punto entre risible – que provoca risa - y exagerado tan adecuado para la literatura juvenil o infantil. El primero se llama Belcebú Sarcasmo, y es un mago de laboratorio. La novela, de 172 páginas, transcurre durante un único día, un 31 de diciembre, que los alemanes llaman San Silvestre y nosotros reconocemos mejor como Nochevieja. Arranca la obra, os decía, a las cinco de la tarde de ese día, y cada capítulo se encabeza por un reloj que nos acerca inexorable a las campanadas de Año Nuevo, a las doce de la noche. Belcebú, os decía, es un mago solitario, abyecto, con grandes poderes maléficos que emplea siempre para causar daños al mundo: epidemias, incendios, contaminación, corrupción o extinción de animales. Sin embargo, Belcebú había firmado un contrato con sus superiores infernales comprometiéndose a realizar cada año un número mínimo de catástrofes y calamidades, y ese año no había cumplido con sus “deberes” a tiempo. La novela arranca cuando un funcionario infernal – llamado Maledictus Oruga – le visita para informarle de que será secuestrado y entregado a los peores castigos infernales si no cumple con sus obligaciones antes de la medianoche de ese mismo día de San Silvestre, momento en que expira el plazo de su contrato. Si quisiéramos extraer una moraleja de las desventuras del pobre Belcebú, ya intuís por donde iría: no dejéis vuestras obligaciones – sean infernales calamidades o deberes de Semana Santa – para el último momento...

Nuestro agobiadísmo mago recibe esa misma tarde la inesperada y muy inoportuna visita de la segunda protagonista, su tía Tirania Vampir, una regordeta y estridente bruja multiplicadineros. Resulta que ella se encuentra en la misma desesperada situación de incumplimiento contractual que su sobrino, y el implacable Oruga también le ha advertido de su inminente secuestro.

La única posibilidad que ven ambos, con apenas unas horas de tiempo, es unir sus esfuerzos para crear un terrible y poderosísimo brebaje: el legendario Ponche de los Deseos. Cada uno de ellos tiene una mitad de la receta, pero ninguno confía en el otro. Aun así, no les queda más remedio que aunar esfuerzos. Resulta gracioso ver como ambos se lanzarán a colaborar pensando siempre en traicionar al otro a la menor ocasión. El ponche que se disponen a crear responde al nombre de Ponche “genialcoholorosatanarquiarqueologicavernoso”, y, además de trabar la lengua de todos aquellos que intentemos pronunciarlo, cumple a la inversa todos los deseos que se formulen si se toma antes de las campanadas de San Silvestre. Si logran conseguirlo, provocarán todos los desastres naturales, enfermedades y guerras que necesitan para cumplir con sus obligaciones y librarse, por los pelos, del castigo eterno en el Infierno.

Los otros protagonistas de la novela de Ende son, obviamente, los “buenos”: nada menos que un gato panzudo y con delirios de grandeza (se cree poco menos que Pavarotti reencarnado) llamado Mauricio di Mauro y un cuervo agorero y pesimista que responde a Jacobo Osadías. Ambos son espías enviados por el Consejo de los Animales para vigilar a sus malévolos amos, y cuando descubran los terribles planes de estos, se esforzarán por impedir que el ponche mágico pueda ser concluido a tiempo, debido a todas las catástrofes que se desencadenarían entonces.

Os invito a leer esta novela, con la que espero disfrutéis como yo hice. Tiene momentos de humor realmente brillantes, narra con genio y enorme imaginación la elaboración del poderoso ponche y traza de forma enganchante el retrato de Belcebú y Tirania, dos personajes odiosos, que desconfían de todo y de todos y que se comportan con descarado egoísmo y maldad, estresados y desesperados por eludir la amenaza de sus benefactores Infernales.

Precisamente, refrescaremos un concepto muy simple, que vimos en tercero hace poco: entre los elementos de la narración, recordaréis que os expliqué la PROSOPOGRAFÍA; se trataba de la descripción de los rasgos físicos de un personaje. Otro día nos ocuparemos de las descripciones psicológicas, las etopeyas, pero hoy vamos a ver las prosopografías de los dos protagonistas de El ponche mágico de Michael Ende. Observad:


Su alta y esquelética figura se hallaba cubierta con una bata plisada de seda verde cardenillo (este era el color preferido del Consejero Secreto de Magia). Su cabeza, pequeña y calva, parecía apergaminada, como una manzana rugosa. Sobre su nariz aguileña se asentaban unas gafas enormes de armadura negra y con unos cristales, fulgurantes y gruesos como lupas, que agrandaban sus ojos de forma poco natural. Las orejas le colgaban de la cabeza como el asa del cubo. Tenía la boca tan estrecha como si se la hubieran abierto en la cara con una navaja de afeitar. En resumidas cuentas, no era precisamente un tipo en el que se puede confiar a primera vista.

(Michael ENDE, El ponche mágico. SM, 1993, página 6)


Como veis, el autor emplea comparaciones, se fija en sus rasgos más llamativos, nos pinta colores, impresiones, para que la imagen de este siniestro Belcebú Sarcasmo cobre vida en nuestras cabezas. Vamos ahora con la prosopografía de su “estimadísima” tía, la bruja Tirania Vampir:

Tirania Vampir […] era relativamente pequeña, al menos en comparación con la estatura de Sarcasmo. En cambio, era increíblemente gorda.

Su vestuario consistía en un traje de noche amarillo azufre, con muchas rayas negras, de modo que parecía una enorme avispa. (De hecho, el amarillo azufre era su color preferido.)

Iba cubierta de joyas, en incluso sus dientes eran de oro macizo y estaban empastados con brillantes. Llevaba un anillo en cada uno de sus regordetes dedos y hasta las uñas estaban lacadas en oro. Se cubría la cabeza con un sombrero que era tan grande como una rueda de coche, y en cuya ala tintineaban centenares de monedas.

(Michael ENDE, El ponche mágico. SM, 1993, página 51)


Ya habéis visto que Ende describe a sus dos protagonistas con una considerable dosis de sentido del humor. Intentar imaginarte a estos dos y que no se te escape la risa es una tarea ardua. Las prosopografías pretenden ser fotografías para los lectores, por ello debemos incluir suficientes detalles: los ojos, la cabeza, nariz, manos y uñas, estatura, complexión, cabello o ausencia de él, vestuarios, gafas, dentaduras, etc. Todo ello no está reñido con emplear imágenes poéticas, recursos expresivos como metáforas, comparaciones o hipérboles – exageraciones – para hacer más atractiva nuestra prosopografía.

Si leéis El ponche mágico podéis encontrar más prosopografías de los distintos personajes que pueblan sus páginas, como Maurizio, Jacobo, los gnomos o el mismísimo San Silvestre; y si no os gustan las propuestas de Ende, siempre podéis imaginar una propia. Es la grandeza de la literatura: tu imaginación es libre, y aunque ello exija un esfuerzo mayor que el de mero consumidor – como cuando ves la imagen en una película o serie –, puedes imaginarte a los personajes como prefieras. Practicad este recurso de las descripciones físicas y que disfrutéis El ponche mágico. Ahora sí, buen final de vacaciones, y hasta la próxima. Salud.

domingo, 24 de abril de 2011

Adverbiales Consecutivas en El Refugio


Día de resaca de libros, rosas y disfrute del final de nuestras vacaciones. Como el mal tiempo parece empeñado en alejarnos a todos de cualquier atisbo de playa o buena excursión, atendamos un poco a este espacio. Para hoy, unas palabras de elogio hacia vuestros compañeros de 4º de ESO: durante este curso han trabajado con solvencia las oraciones compuestas, y antes de emprender el viaje de fin de curso, logramos ver los nueve tipos principales que esquematizamos en un post ya bastante lejano. Esta entrada se referirá, de forma específica, al análisis de una de las subordinadas adverbiales que más fallos acarrea, las Consecutivas. Además de aclarar – espero – todos los pasos para analizarlas correctamente, hablaremos del tercer libro de una de las mejores trilogías de los Reinos Olvidados: El elfo oscuro, de R.A. Salvatore. Ese tercer libro se titula El refugio. Hay unanimidad entre mis amigos que lo han leído en que esta tercera parte es la peor de la trilogía, opinión que comparto, pero ello no implica que sea un mal libro y que no merezca la pena conocerlo: tiene más que ver con las dos extraordinarias primeras partes, La morada y El exilio, que eran simplemente excelentes. No siempre podíamos – aunque lo deseáramos – pedirle obras maestras a Salvatore. Fijémonos pues, en el argumento de El refugio, que oculto debajo del ya mencionado recurso del Spoiler – por si alguien no ha leído las primeras partes de la trilogía – y después nos centraremos en el análisis de las Subordinadas Adverbiales Consecutivas.

ARGUMENTO DE EL REFUGIO, TERCERA PARTE DE LA TRILOGÍA EL ELFO OSCURO (clic para expandir, yo me leería antes las dos primeras partes...)

El exilio (Libro II de El Elfo Oscuro) había acabado con uno de esos “momentazos” que se convierten en memorables para los amantes de la fantasía épica. Drizzt y sus amigos – la pantera Ghenwyvar, el enano svirfnebli Belwar Dissengulp y el pobre Clak – habían logrado sobrevivir a duras penas al último y demoníaco intento de la matrona Malicia Do'Urden – la madre de Drizzt – de exterminarlos a todos para congraciarse así con la diosa Lloth. En su último y desesperado intento, Malicia había levantado de entre los muertos al mismísimo padre de Drizzt, el antiguo maestro de armas Zaknafein, convirtiéndolo en un terrible espectro guerrero, un zin-carla, y lo había lanzado contra su propio hijo, al que Malicia odiaba más que a nada en el mundo. Sin embargo, tras las aventuras en la Infraoscuridad y la captura a manos de los odiosos ilícidos, Zaknafein había logrado resistir a la malvada voluntad de la matrona y... Por mucho que esto esté bajo la marca del spoiler, leedlo vosotros mismos en los magníficos capítulos 24 y 25 de El refugio. Vale la pena. En cualquier caso, Drizzt y sus amigos habían salvado la vida por los pelos y tras enormes peligros, y se había convencido finalmente que nunca estaría a salvo en la Infraoscuridad, pues el rencor de su familia no se extinguiría mientras quedara vivo uno solo de ellos; más aún, todos los drows de Menzoberranzan pretendían ahora la fama y gloria que supondría matar al renegado hijo de Malicia. Tras comprender esto, os decía, Drizzt decide al final de El exilio abandonar la Infraoscuridad para siempre y salir a la superficie, a los Reinos Olvidados. En El refugio R.A. Salvatore nos narra las primera peripecias de su célebre personaje en la superficie de Faërun.

La tierra a la que llegará se encuentra en el lejano Norte, aún no en el Valle del Viento Helado, pero sí más allá de Sundabar. Los problemas con los que se encuentra al principio del libro reflejan lo traumático de un cambio de vida radical, en todas sus facetas. Acostumbrado a la oscuridad perpetua de la vida bajo tierra, a Drizzt le llevan semanas soportar a duras penas la luz del Sol; todas sus prendas o armas se desvanecen al contacto con la luz del día. Todo cuanto le rodea es nuevo y desconocido para él: desde una montaña, las nubes, los animales salvajes, los árboles a las construcciones de los humanos y el ajetreo de un asentamiento “normal”. Él sólo había conocido fortificaciones en perpetuo estado de alerta ante las incursiones de los drows, y jamás había concebido una existencia plácida como la de un pastor, un comerciante o un artesano. Además, se encuentra muy solo, acompañado sólo por Ghenwyvar, como le ocurrió al iniciarse El exilio.

Sus primeros acercamientos a la gente de la superficie son catastróficos: aunque él sea, como ya sabemos, noble, justo y de buen corazón, su aspecto sigue siendo el de un Elfo Oscuro, un Drow: piel oscura, pelo blanco, estatura media y ligerísima complexión. Y en la superficie, los drows están entre las más temidas – y odiadas – criaturas de Faërun, por su interminable historial de sanguinaria y cruel violencia. Así que Drizzt sufre en sus carnes la incomprensión y el rechazo por cuestiones raciales, sin que nadie se atreva, al principio, a conocerle como individuo. Casi todos huyen gritando aterrorizados y otros, los menos, intentan matarlo en cuanto se pone a tiro de sus espadas, flechas o hechizos.

En este libro empezarán a desarrollarse rasgos que luego eclosionarán en uno de los mayores y más complejos héroes del imaginario de la saga de los Reinos Olvidados. Su recto sentido de la justicia, su estoicismo, su disposición a jugarse la vida por gente que le desprecia, sin esperar nada a cambio, una tendencia a la vida solitaria y el secreto anhelo de ser aceptado, de ser amado, que en suma mueve a todas las criaturas de este y otros tantos mundos fantásticos.


Muy pronto, los rumores sobre la aparición de un drow en la superficie llegarán a aventureros avezados, como el grupo de Paloma Garra de Halcón; pero también a un grupo de malvadas criaturas, encabezadas por un cachorro de barje – un diablo menor – y su gigante de la colina doméstico, que intentarán que las culpas de sus pillajes, robos y asesinatos caiga sobre la mala fama de Drizzt Do'Urden. El conflicto está servido. No está mal como bienvenida a su nuevo “hogar”.

Con todo, el personaje clave de El refugio se llama Montolio. Se trata de un antiguo y anciano vigilante, servidor de la diosa Mielikki, que se había retirado a una vida de ermitaño retirado. Será Montolio el que por primera vez vea las auténticas virtudes y valor de Drizzt, y paradójicamente, lo hará sin necesidad de ojos, pues se había quedado ciego mucho tiempo atrás. Gracias a él, Drizzt aprenderá a sobrevivir, los aspectos fundamentales de la vida en Faërun. Será, a un tiempo, mentor, maestro, amigo y padre.


Si queréis saber como se salda la primera aventura fuera de la Infraoscuridad de este legendario héroe, Drizzt Do'Urden, no dejéis de leer esta culminación de la magnífica trilogía El Elfo Oscuro de R.A.Salvatore.

Tras este repaso al argumento de El refugio, extraeremos del libro algún ejemplo de oración subordinada consecutiva y lo analizaremos paso por paso. Primero, refrescemos el concepto, muy sencillo.

Las subordinadas adverbiales consecutivas expresan una CONSECUENCIA de la acción expresada en la oración principal. Es decir, en la oración principal pasa algo, se expresa algo, que tiene como consecuencia lo que expresa la subordinada.

Veamos este ejemplo, que encontré en el primer capítulo, Lecciones malolientes, en la página 628 de la edición que manejo:


Drizzt entendía la lengua goblin, pero el dialecto del gnoll era tan extraño que sólo alcanzó a entender unas pocas palabras, «amigo» y «líder» entre ellas.


Mirémosla con atención: hay una oración principal, 'el dialecto del gnoll era tan extraño'. Un gnoll es una malvada criatura, humanoide de dos metros que recuerda bastante a una hiena; pues bien, habla de una forma muy rara, con un dialecto muy incomprensible. Este hecho, expresado en la oración principal, tiene una consecuencia posterior: que Drizz casi no le entienda. Esa consecuencia es precisamente la proposición subordinada adverbial consecutiva: 'que (Drizzt) sólo alcanzó a entender unas pocas palabras'.

En las consecutivas solemos emplear dos nexos correlativos. TAN... QUE, TANTO... QUE son los más habituales. Sin embargo, la primera parte del nexo (en este caso, TAN) es, además de un nexo, un adverbio normal dentro de la oración, y debemos ponerle función como a cualquier adverbio.

Veamos como analizaríamos esta consecutiva.

1 – Primero, analizaremos las categorías gramaticales de todas las palabras:

2 – Después, las agrupamos en Sintagmas. Recordad que, aparte del Nexo, no puede quedar ninguna palabra “suelta”: si os ocurre eso, volved a mirar, que se os ha pasado algo. Quedaría algo parecido a esto:
3- Ahora, tras hacer esto, vemos que hay dos Sintagmas Verbales, dos verbos conjugados: 'era' y 'alcanzó'. Ello implica que tiene que haber dos oraciones. ¿Cuál será la principal y cuál la subordinada? La principal es independiente, la dominante, mientras que la subordinada sólo cumple una función hacia aquella y no tiene sentido por sí sola. Busquemos el nexo, en este caso los dos nexos correlativos, y delimitemos principal y subordinada. Pero no os olvidéis que, ya en el segundo paso, al 'nexo'-adverbio TAN ya le hemos puesto su función respecto al adjetivo extraño: un simple Complemento del Adjetivo.

4 – Ya hemos delimitado cuál es la subordinada. Como siempre, ahora la analizamos por completo, olvidándonos del análisis de la principal. Cuando acabemos, recordad que tratando de subordinadas, la unión del Sujeto y el SV no producirá una oración, sino una PROPOSICIÓN.
5 – Acabado el análisis de la subordinada adverbial, tenéis que pensar que esa PROP tiene que tener una función respecto al verbo principal, y siempre será de COMPLEMENTO CIRCUNSTANCIAL, en este caso, de CONSECUENCIA. Acabemos el análisis de la principal.
Y con esto, hemos acabado el análisis. Espero que no os suponga ningún problema. Prestad atención al nexo correlativo – TAN -, y no olvidéis que cumple una doble función: la de introducir la subordinada adverbial, pero también la suya propia como adverbio normal, en este caso de complemento del adjetivo al que acompaña y cuantifica.

Ánimos a los valientes que hayáis llegado hasta aquí. Aunque sólo sea por eso, echadle un vistazo al libro de El refugio buscando más consecutivas y practicad su análisis. Espero que el post haya sido de utilidad: si aún persiste alguna duda, armaos de tiza o boli y venid a verme. Un saludo, que acabéis de pasar buenas vacaciones.


domingo, 17 de abril de 2011

Semana de Dragones

A menos de una semana de celebrar Sant Jordi, permitidme una reflexión sobre el imaginario que rodea la que, para mí, es la más hermosa de las fiestas de nuestra tierra. Cualquiera que me conozca, sea por leerme o por sufrir mis clases, sabe que mi personaje favorito de entre los que pueblan el Día de la Rosa siempre será el Dragón. Unas palabras sobre estos animales majestuosos de tantas y tan variadas mitologías en este blog de fantasía épica es lo mínimo que puede esperarse en esta semana que debe acabar con libros y rosas para todos y todas.

Gracias a la Wikipedia – por cierto, os expliqué el acrónimo de ese potente y fecundo neologismo, ¿no?. WIKI significa en inglés “What I Know Is”, es decir, “Lo que Sé Es...” -, podemos ver que la figura del Dragón es una constante en muchas tradiciones mitológicas, no sólo occidentales. Sus simbolismos son muy diversos, ya que pueden llegar a representar tanto el Mal más absoluto como las más nobles y caras virtudes. A menudo han representado los mayores desafíos para los paladines o caballeros que se han enfrentado a ellos, como nuestro Sant Jordi, que no sólo podían recurrir a la fuerza bruta para contrarrestar sus muchos poderes y armas. Su nombre siempre se asocia, en cualquier caso, al Poder, a la reverencia y el terror que inspiran estos monstruos tremendos.



Yo quiero hablaros de unos Dragones distintos: los que pueblan y protagonizan la saga Dragonlance, de la que tantas veces os he hablado aquí. Con uno de estos libros leí por primera vez sobre estos animales, y la fascinación no me abandonó jamás. Y siempre los tuve como referente, quizá porque fueran los primeros, aunque después conocí a muchos más: desde el gran Smaug que protagoniza El hobbit de Tolkien, a los que sobrevuelan Faërun, el mundo de la Puerta de la Muerte, los legendarios de la Primera Edad de la Tierra Media (Ancalagon, siempre me encantó ese nombre), los de la sagas de Eragon o los de videojuegos como Warcraft o Baldur's Gate... Con todo, los Dragones de Krynn, originalmente concebidos por Weis y Hickman, serán siempre de mis predilectos. A lo largo de los libros posteriores, todos los autores del universo Dragonlance coincidieron siempre – a veces como único nexo común entre estilos y formas de escribir muy dispares – en narrar con acierto esa mezcla de temor reverencial y admiración sin límites de los habitantes de Ansalon – y a través de ellos, de los lectores – hacia esos seres que aunaban todas las virtudes y dones que pueden concebirse. Veamos algunas de esas características.

Los Dragones del mundo de Krynn son fuertes, resistentes, poseen una piel escamosa prácticamente invulnerable, exhalan terribles llamaradas – o cualquier otro tipo de perrerías, tales como nubes ácidas en el caso de los Verdes, andanadas de hielo los Blancos o descargas eléctricas los Azules –, pueden volar a grandes velocidades y poseen una cola sinuosa repleta de espinas y púas que puede azotar a enorme velocidad y con devastadores resultados. Por si fuera poco, añadidles una amenazadora boca repleta de inmensos colmillos, un apetito equivalente al de tantos dones – es decir, donde vosotros veis un hermoso caballo, ellos ven un apetecible canapé. Imaginad que pensarían si os vieran correr a vosotros... -, una longevidad de muchos siglos de vida y unos extraordinarios poderes mágicos, que les ponen sólo por debajo de los mejores Archimagos en cuanto a destrezas arcanas.

¿Demasiadas virtudes, verdad? A efectos de una serie de aventuras en las que muchas veces los protagonistas se ven abocados a desafiar a estas criaturas, pueden parecer un obstáculo demasiado insalvable.

Quizá como contrapeso, para hacer las cosas más interesantes, los Dragones de Krynn también destacan en sus defectos o carencias, muchas veces tan monstruosos o colosales como la larga lista de sus dones. En general, los Dragones maléficos, servidores de la Reina de la Oscuridad, son brutalmente individualistas, crueles y arrogantes. Rechazan unirse con sus demás congéneres dragones (excepto los Azules, los más sociables) porque siempre se consideran a sí mismos los mejores de todo Krynn. Son rencorosos, no olvidan una afrenta, y rebajarse a tener tratos con los mortales – cuando este no se reduce a incinerarlos a todos, su forma preferida de interactuación – les produce asco, hastío y repulsión. Además, son tremendamente codiciosos, y gustan de acumular enormes tesoros que acaparan... ¿por qué deben acapararlos? ¿Para ir a comprar a La Farga? Siempre me pregunté para qué le servían las monedas de oro y los diamantes a un Dragón que, obviamente, no tiene intención de comprarle nada a los insignificantes humanos. En ocasiones leí que era el brillo de los objetos preciosos y el frío tacto del oro y la plata en sus escamas lo que les atraía. Y sin embargo, nunca los vi tendidos en lechos de cristal o lentejuelas ni de burdo acero...

Eso, en cuanto a los Dragones maléficos. Otro día os hablaré sobre uno de los más perversos e interesantes con los que me he topado, un ejemplo de libro de todas las virtudes y defectos de los que os he venido hablando: Immolatus, que aparece en la tetralogía La forja de un Túnica Negra. Aún recuerdo la frase que un estremecido Par-Salian lee sobre él en El Libro de los Dragones: “...el favorito de la Reina Oscura, el gran Rojo conocido como Immolatus”.

En cuanto a los predilectos de Paladine, el Dios del Bien, los Dragones metálicos no son ni mucho menos tan crueles ni sanguinarios como sus congéneres del Mal, pero aún así son altivos, orgullosos y no gustan demasiado de tratar con los simples mortales, a los que ven como nosotros contemplamos a los animales: puede que con cariño, pero nunca ni remotamente a su nivel. La excepción, claro, está en los míticos Dragones Plateados, cuya tendencia a enamorarse de mortales y a tomar formas humanas produce las mejores y más brillantes páginas de esta saga.


Hoy no repasaremos un concepto de clase, en atención a vuestras merecidas vacaciones, pero os voy a recomendar un cuento, muy breve, y bellamente ilustrativo de todo cuanto os he contado aquí. Es uno de los mejores de cuantos he leído en las colecciones de Cuentos de la Dragonlance, bastante fecunda tras casi un cuarto de siglo de publicaciones. Se titula Los huevos de Aurora, y lo escribió uno de los primeros espadas del género, Douglas Niles; garantía de calidad. Es el último cuento de la recopilación Los dragones en guerra, supervisada por Weis y Hickman y publicada en España por Timun Mas en 1999, traducida por Marta Mabres. Podéis encontrar Los huevos de Aurora en las páginas 184 a 211: como veis, un cuento muy breve, de menos de treinta páginas, para que no me acuséis de recomendar siempre libros kilométricos, pero muy bien escrito; lo considero una inmejorable forma de conocer por primera vez a los Dragones que surcan los cielos de Krynn y, como dice el Cántico, los sueños de todos aquellos que una vez conocimos este mundo fantástico. Espero que alguien se anime a conocer a esta inolvidable hembra de Dragón Dorado llamada Aurora. Que lo disfrutéis, y paséis muy buenas vacaciones. Salud a todos.