Minas Tirith: Ciudad de Reyes

jueves, 28 de octubre de 2010

Islas desiertas: no sólo Robinson Crusoe

El libro del que hablaremos hoy tiene mucho que ver con la lectura que recientemente han empezado vuestros compañeros de 2º de ESO: Robinson Crusoe, de Daniel Defoe. Clásico de aventuras universal, hito en la historia de la novela inglesa, leída y traducida en infinidad de idiomas... Muchas veces os llamo la atención sobre el éxito póstumo, el logrado cuando ya te has muerto – qué rabia debe dar eso – y no puedes saborear las mieles de tu triunfo. No fue, ya sabéis, el caso de la obra de Daniel Defoe, que fue tremendamente popular casi de inmediato. Viajemos un poco en el tiempo. Robinson Crusoe fue escrito en 1719. En 1874, es decir, más de un siglo y medio después, un escritor francés de 46 años había leído con gran pasión la novela de Defoe, y, siendo escritor él mismo, decidió realizar una novela “homenaje”, inspirada en el personaje de Robinson Crusoe. Ese escritor se llamaba Julio Verne, y éste, La isla misteriosa, es el primero de los – espero – muchos de sus libros del que os hablaré en este blog.

Como archiconocido y quizá fútil – bonita palabra – recordatorio, Robinson Crusoe nos narra la peripecia de un náufrago inglés que, tras hundirse su barco en una terrible tormenta en los mares tropicales del siglo XVII, queda atrapado en una isla desierta, donde sobrevivirá veintiocho años. Sus aventuras, narradas por él mismo en forma de “ficticio” - pero muy verosímil – diario personal que redacta Robinson, van desde la supervivencia de los primeros tiempos, sus esfuerzos por no volverse loco, sus distracciones, hasta el momento en que su isla deja de estar desierta.

Julio Verne fue un popularísimo autor de novelas de aventuras, nacido en Francia, y que escribió más de cincuenta obras. Admirador de la ciencia y de los avances, se le considera el padre de la ciencia ficción junto con Wells, otro gigante al que os presentaré en otra ocasión. Verne predijo avances que luego alcanzaría el inexorable progreso del siglo XX, pero que en sus tiempos fueron tomados a menudo por locuras o balbuceos dementes. No pretendía hacer ciencia ficción, pero imaginó el futuro,

como más adelante hicieron Herbert, Dick, Asimov, Vance, Huxley o tantos otros. En su caso, acertó en muchas de sus predicciones, como con el helicóptero o el submarino; en otras, su imaginación no pudo anticipar el futuro y sus teorías son leídas hoy como ciencia ficción, una fantasía que no fue: os contaré solo la más célebre. Verne imaginó que el Hombre llegaría a la Luna, 104 años antes de que los norteamericanos lograran esa hazaña (De la terre à la lune, 1865). Acertó en el hito. Pero no en la forma en que se llevaría a cabo: en vez de un cohete espacial, imaginó un enorme cañón que dispararía literalmente una cápsula con los viajeros hasta la Luna. Ahí quedó el intento. Por suerte, los astrofísicos de la NASA no lo tomaron como texto de referencia.

Pues bien, Julio Verne leyó con gran placer Robinson Crusoe, el mismo libro que los de Segundo tienen que tener leído antes de estas Navidades, y decidió escribir su propia versión, a medio camino entre homenaje y refutación, del mito del naufragio y la isla desierta. En el caso de Verne, en vez de un único y solitario náufrago, como el sufrido Robinson – mira que llega a aburrirse el hombre... -, en La isla misteriosa llegan a sus costas cinco fugitivos de la Guerra de Secesión norteamericana. Después de hundirse su barco, todos se apelotonan en torno al protagonista, el valiente ingeniero Cyrus Smith, en el que el autor vuelca toda su admiración por los avances del saber científico. Sus detractores le acusan de unos personajes excesivamente idealizados, “falsos” que diríais vosotros: a mí, por suerte, aún no me molesta leer sobre buenos hombres.

Si os acercáis a este magnífico libro de aventuras, todo un clásico, veréis las enormes similitudes entre Robinson Crusoe y La isla misteriosa: la novela de Verne puede aparecer muy dignamente en un blog como éste. En sus páginas asistiréis a fenómenos inexplicables, que el buen Cyrus no puede entender de forma lógica. Más adelante, entrará en escena uno de los personajes legendarios de las aventuras de todos los tiempos: el capitán Nemo – el pescadito de la Pixar se lo copió a él, no al revés, que os veo –, al que el público conoció fascinado como capitán del submarino “Nautilus” en 20.000 leguas de viaje submarino. Su sola presencia en la novela, y la revelación sobre su pasado que ofrece a los lectores, basta sobradamente para incluirla dentro del género. Y, dada su fecha de publicación, en un honorífico lugar entre los precursores de tantas historias sobre el Futuro que vinieron después.

Todo está conectado. Parece uno de esos lemas de Crepúsculo, pero en este caso puede aplicarse muy bien también a la literatura. Inspiración. Admiración. Relectura, versión propia, Creación. Viva y cambiante. Se nota que disfruto con mi trabajo, ¿verdad?. Os veo en clase, disfrutad vuestro puente.



2 comentarios:

  1. Hablar de los grandes siempre emociona y como decía Elbert Hubbard:'Existe algo mucho más escaso, fino y raro que el talento. Es el talento de reconocer a los talentosos'-como has demostrado en este post- que por cierto me ha recordado a otro grande http://www.youtube.com/watch?v=dxB2x9QzXb0
    Un abrazo, Mila

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  2. Mil gracias, Mila. Te agradezco el enlace a Youtube, con tu permiso, lo he añadido al final de mi entrada. Chicos, quién mejor que Mila para iluminar con imágenes como las de esta película de inicios del siglo XX el tema que hemos visto. Mila es profesora, y la considero un verdadero ejemplo de brillante trabajo en los blogs educativos. Abrazos a todos.

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