Minas Tirith: Ciudad de Reyes

sábado, 18 de diciembre de 2010

Recursos Literarios (Vol.2) en La Cámara Secreta

Bueno, un post dedicado a los libros de Harry Potter, tan en boga estas semanas con el estreno de la penúltima entrega de la saga cinematográfica: dado que en este blog solo me he ocupado una vez del extraordinario mundo creado por J.K.Rowling, me parecería prematuro hablar aquí de Las reliquias de la muerte, séptimo y último libro de la serie. Vayamos por partes. La entrada de hoy estará dedicada al segundo libro, Harry Potter y la Cámara Secreta, y, si realmente os interesa, ya hablaremos del séptimo en otro post. Como siempre, hablaremos un poco sobre la segunda novela de aventuras del niño mago más famoso del Universo y continuaremos introduciendo Recursos literarios. Ya sabéis, cinco en cada post: esta vez le tocará el turno a la ALITERACIÓN, la IRONÍA, la INTERROGACIÓN RETÓRICA, la IMPRECACIÓN y la PERSONIFICACIÓN. Vamos a ello.

Publicada originalmente en julio de 1998 (Harry Potter and the Chamber of Secrets, editorial Bloomsbury), la segunda entrega de las aventuras del personaje creado por la británica J.K.Rowling nos llegó de la mano de Salamandra en octubre de 1999. Novela de 286 páginas, de impecable factura; Rowling mantuvo en todas las entregas de la saga una sostenida excelencia. Las preferencias sobre una u otra entregas forman parte de la lectura de cada uno: personalmente, este volumen en particular es el que menos me gusta de la saga, pero reconozco que no es para nada un mal libro. Tiene una trama enganchante, perfectamente encajada en el universo de Hogwarts y los Magos, nos revelan a un Harry ya adaptado al maravilloso mundo mágico y totalmente concentrado en sobrevivir a las emboscadas del aún poderoso lord Voldemort.

Unos detalles sobre el argumento de La cámara secreta: Harry está a punto de iniciar su segundo año en el Colegio de Magia y Hechicería de Hogwarts. No ha recibido ninguna carta ni tenido noticia alguna de sus amigos Ron y Hermione: pronto sabrá que ello ha sido obra del duende Dobby, que le advierte de una conspiración urdida en el Colegio e intenta lograr que Harry no vuelva allí. Tras muchas dificultades, el joven mago se reencuentra con sus amigos en Hogwarts y se inicia un curso muy rápidamente sacudido por luctuosos sucesos: la Cámara de los Secretos, oculta en lo más profundo del castillo, podría haber sido abierta, el heredero de Salazar Slytherin – el más malévolo de los cuatro míticos fundadores de Hogwarts – parece haber llegado y los alumnos con sangre muggle empiezan a ser víctimas de misteriosos ataques. ¿Hacia quién se dirigirán las sospechas? Por mucho que hayáis visto la película (adaptación milimétrica de la trama espléndidamente dirigida por Chris Columbus, de 2002), no os perdáis la lectura de este magnífico libro de aventuras. Ahora que se acerca el final de la saga cinematográfica, tendremos tiempo de hablar sobre estos libros maravillosos, que tan felices han hecho a millones de personas (entre las que me incluyo) y a la que tanto debemos los que amamos la lectura. Dicho esto, os dejo el trailer de la película y paso ya a explicar los cinco recursos de hoy:




ALITERACIÓN

La aliteración es la repetición de un sonido con más frecuencia de lo habitual. Del sonido que se repita dependerá la sensación creada: la proliferación de /m/ creará suavidad, igual que muchas /s/; los catalanes nos inundaremos si hay demasiadas /l/; por otra parte, si hay muchas /R/, la sensación va a ser más violenta. Imaginemos dos frases inspiradas en Harry en las que usaremos dos aliteraciones:


Harry arrojó el jarrón a la recia barrera de la Torre de Astronomía.

La madre de Hermione era muy melodiosa.


Como veis, en el primer ejemplo, la aliteración de /R/ provoca un sonido más duro o vibrante que en el segundo ejemplo, donde abundan las /m/. Con todo, es un recurso fónico que casi siempre emplearemos en los textos líricos, poesía o teatro en verso. Vamos con el segundo.

IRONÍA

El recurso de la ironía consiste en decir algo de forma que se sobreentienda lo contrario. Necesitamos conocer el contexto en que se produce para poder entender su sentido real (el “no literal”).


Por ejemplo, en el capítulo 8 (“El cumpleaños de muerte”) de La cámara secreta, Harry, Hermione y Ron contemplan una reunión de los fantasmas de Hogwarts. Nick Casi Decapitado había intentado ingresar en el Club de Cazadores Sin Cabeza, pero le habían rechazado porque él solo estaba “casi” decapitado. Nick está muy dolido por ello, y un fantasma rival se burla de él lanzándole la cabeza y riéndose: observad como Nick emplea la ironía para responder:


Dio un salto tremendo pero fingido de sorpresa y la cabeza volvió a caérsele.

La gente se rió otra vez.

- Muy divertido – dijo Nick Casi Decapitado con voz apagada.


Obviamente, la burla de los decapitados que se ríen de su incompleta decapitación – un detalle muy importante, parece, para ser un fantasma molón en el mundo de los magos – no le parece a Nick nada divertida. Ha sido irónico: ha dado a entender lo contrario de lo que ha dicho literalmente. Fácil, ¿verdad? Siguiente recurso.

INTERROGACIÓN RETÓRICA

Este recurso consiste en hacer una pregunta que no espera respuesta. Mucho más común en la poesía, he encontrado un ejemplo en el capítulo 4 (“En Flourish y Boutts”) de La cámara secreta: el señor Weasley ha estado a punto de enzarzarse en una pelea – secundado por todos sus hijos y el belicoso Harry – con el arrogante Lucius Malfoy, el padre del odioso Draco, el archirrival de Harry en el colegio. La señora Weasley está enfurecida, porque la han avergonzado delante de su ídolo, el guapísimo Gilderoy Lockhart – inolvidable panoli magistralmente interpretado por Kenneth Brannagh – y chilla una pregunta que no busca respuesta. Cuando Fred le contesta, se enfada aún más.


- ¡Qué buen ejemplo para tus hijos..., peleando en público! ¿Qué habrá pensando Gilderoy Lockhart?

- Estaba encantado – repuso Fred. […]


La encantadora señora Weasley no quería una respuesta: empleaba esta interrogación retórica para ratificar su enfado, como si la respuesta – la suya – fuera obvia e innecesario decirlo en voz alta. Ya llegamos al cuarto recurso.

IMPRECACIÓN

Esta es una bella figura poética que consiste en desearle mal a alguien. En clase hemos visto algunos ejemplos en las medievales albadas – cuando el poeta maldice al Sol porque le separa de su amante – y La cámara secreta nos ofrece otra, no tan poética, obviamente, al tratarse de prosa, pero igualmente malévola.

El señor Malfoy extrajo el diario del calcetín, tiró éste al suelo y luego pasó la vista, furioso, del diario a Harry.

- Harry Potter, vas a terminar como tus padres uno de estos días – dijo bajando la voz –. También ellos eran unos idiotas entrometidos.

(Capítulo 18, “La recompensa de Dobby”; página 283)


Como veis, está extraída de las últimas páginas del libro: es una Imprecación en boca de Lucius Malfoy, que le desea lo peor a su enemigo, Harry Potter, que ha frustrado sus planes y las ambiciones de los mortífagos una vez más. Deseándole que termine como sus padres le está deseando la muerte, pues James y Lilly Potter fueron asesinados por lord Voldemort. Ya llegamos al último recurso del post, ánimos.

PERSONIFICACIÓN

Este recurso consiste en otorgarle cualidades humanas a objetos inanimados o abstractos. Abundan los ejemplos en la saga de Harry Potter: en el quinto capítulo de esta novela, La cámara secreta, nos encontramos con el Sauce Boxeador, un violento árbol que intenta destrozar a golpes a todos cuantos se le acercan: Rowling otorga a este árbol cualidades humanas como la furia, la violencia, ser un cascarrabias y su nulo sentido del humor.


Ron ahogó un grito al mirar por el parabrisas, y Harry sacó la cabeza por la ventanilla en el preciso momento en que una rama, gruesa como una serpiente pitón, golpeaba en el coche destrozándolo. El árbol contra el que habían chocado les atacaba. El tronco se había inclinado casi el doble de lo que estaba antes, y azotaba con sus nudosas ramas pesadas como el plomo cada centímetro del coche que tenía a su alcance. (página 70)


Hemos llegado al final. Espero que estos cinco nuevos recursos os resulten asequibles. Para cualquier duda, ya sabéis donde estoy. Cualquier segundo que le dediquéis a cualquier de estos libros os será provechoso y puede reportaros gran placer: creedme.

Y con esto, cerramos el blog hasta el próximo año. Entre mudanzas y Navidades, no tendré demasiado tiempo, pero 2011 nos traerá más libros, siempre que lo deseéis. Un abrazo y que paséis muy buenas fiestas. Feliz Navidad.


viernes, 10 de diciembre de 2010

Comunicación No Verbal en El Retorno del Rey

Tercera y última entrada dedicada a El Señor de los Anillos, la trilogía de J.R.R. Tolkien de la que ya hemos hablado repasando otros conceptos en posts anteriores: una introducción a la saga, los Sintagmas Preposicionales con La comunidad del Anillo, y algunos recursos literarios con Las dos torres. Hoy le toca el turno a su culminación, su tercer y último volumen, titulado El retorno del Rey. Emplearemos este libro para hablar sobre algunos mensajes no verbales.

Un somero repaso al argumento de este colofón a la saga de El Señor de los Anillos. El retorno del rey se inicia con el apresurado viaje de Gandalf y Pippin, a lomos de Sombragrís, al galope hacia Minas Tirith, la capital de Gondor, último reducto contra las huestes de Sauron. Gandalf se dirige allí tras haber caído Saruman, batido por los Ents, al final de Las dos torres; además, se enfrenta al problema añadido de Pippin, al que debe alejar apresuradamente de Aragorn, Gimli, Legolas y su primo Merry porque sospecha – acertadamente – que puede haber caído bajo el embrujo del Palantir de Saruman. Gandalf y Pippin llegarán a duras penas a la aún esplendorosa ciudad de Minas Tirith antes de que los ejércitos de Mordor la sitien. El Senescal Denethor, al borde de la locura desde la muerte de su hijo Boromir, urge a Rohan a que acudan en su ayuda. La Tierra Media está al borde de la ruina y la desesperación. Y al final, encabezados por el Rey Brujo, Señor de los Nazgûl, las huestes de Sauron se lanzarán contra la Ciudad Blanca. Un colofón épico a una de las sagas más populares de la historia.

No sólo eso: en el libro VI, Tolkien volverá a conducirnos junto a Sam y Frodo. Este fue capturado por los Orcos del Enemigo tras el combate con la maléfica y ponzoñosa Ella-laraña, pero Sam aún conserva el Anillo Único. Su primer empeño será liberar a Frodo, y, tras hacerlo, ambos deberán internarse en Mordor hacia el Monte del Destino, sorteando desesperadamente los miles de Orcos y viles criaturas movilizadas dentro de sus fronteras para combatir a los amigos de los hobbits.


La culminación de la saga es la cumbre a una saga épica, legendaria y maravillosa. ¿Exageraciones? El Señor de los Anillos fue elegido “Mejor Libro del Siglo XX” en una macro-encuesta encargada por la cadena de librerías Waterstone's en 1997; dos años después, Amazon.com preguntó cuál era el “Libro del Milenio” para sus usuarios: la mayoría de votos fueron para El Señor de los Anillos. ¿Significa eso que sea el mejor libro de la Historia? No, por supuesto. Pero nos habla de su calidad y del enorme peso que tiene en los corazones de muchísimos aficionados, que votaron por él en esas encuestas y que lo atesoran, sin duda, en un lugar de honor de sus estanterías y recuerdos. Espero que vosotros queráis uniros a ese mar de admiradores de la obra de J.R.R.Tolkien.

Dicho esto sobre una obra que, a estas alturas, debe seros ya familiar en este blog, pasemos a ver algunas situaciones comunicativas no verbales. Empecemos con el concepto básico: la comunicación es la transmisión de información consciente y voluntaria entre dos o más personas. Sus seis elementos son el EMISOR, el RECEPTOR, el MENSAJE, el CANAL – el medio por el que viaja la información contenida en el mensaje -, el CÓDIGO – el sistema que se emplea – y el CONTEXTO. Hoy extraeremos unos cuantos ejemplos en los que el CANAL es no verbal, es decir, la comunicación se produce mediante un CÓDIGO no lingüístico. Observemos algunos ejemplos extraídos de El retorno del Rey:


Llevaba en la mano una sola flecha, empenachada de negro; la espiga era de acero, pero la punta estaba pintada de rojo. Se hincó a media rodilla y le presentó la flecha a Théoden.

¡Salve, Señor de los Rohirrim, amigo de Gondor! —dijo – . Soy yo, Hirgon, mensajero de

Denethor, quien os trae este símbolo de guerra. Un grave peligro se cierne sobre Gondor. Los Rohirrim nos han ayudado muchas veces, pero hoy el Señor Denethor necesita de todas vuestras fuerzas y toda vuestra diligencia, si es que se ha de evitar la pérdida de Gondor.

¡La Flecha Roja! - dijo Théoden, sosteniendo la flecha en la mano, como alguien que recibiera

con temor un aviso largamente esperado. La mano le temblaba—.

(V, capítulo 3: El acantonamiento de Rohan)


En este ejemplo, el EMISOR – el Senescal Denethor, a través de su mensajero Hirgon – le transmite un MENSAJE al RECEPTOR, el Rey Théoden: lo hace “al presentarle la flecha”. Simplemente enseñándosela: el CÓDIGO, que ambos comparten, no es lingüístico. En este caso, es de símbolos. Una flecha con las plumas negras y la punta roja SIGNIFICA que Gondor pide ayuda para la guerra. El CANAL ha sido visual, no verbal (Théoden ha entendido el mensaje mirando la flecha, Hirgon no ha tenido que añadir nada más). El CONTEXTO son las circunstancias que nos permiten entenderlo todo: Gondor está a punto de ser invadida por Sauron y necesita con desesperación todos los refuerzos que Rohan pueda enviarles. La comunicación no verbal se ha producido con eficacia, pues el receptor ha entendido el mensaje enviado por el emisor. Veamos otro ejemplo:


Y al decir esto, [el Rey Théoden] tomó un gran cuerno de las manos de Guthlaf, el portaestandarte, y lo sopló con tal fuerza que el cuerno se quebró. Y al instante se elevaron juntas las voces de todos los cuernos del ejército, y el sonido de los cuernos de Rohan en esa hora fue como una tempestad sobre la llanura y como un trueno en las montañas.

- ¡Galopad ahora, galopad! ¡A Gondor!

(V, capítulo 5: La cabalgata de los Rohirrim)


Este es el momento previo a esa carga legendaria y arrolladora de los mejores jinetes del mundo, los Rohirrim, contra los ejércitos orcos de Mordor que estaban a punto de destruir Minas Tirith. El choque colosal que se produjo se llamó la Batalla de los Campos del Pelennor, y es uno de los momentos clave de la historia de la Tierra Media. También en este fragmento se produce una situación comunicativa no verbal. Los EMISORES – todo el ejército de Rohan – envían un mensaje: tocan los cuernos, esos instrumentos bárbaros y evocadores. Como intuyo que podéis no saber a lo que me refiero, veamos directamente la lectura – magistral, épica y alucinante – que hizo Peter Jackson de esta escena (fijaos sobre todo en como suenan los cuernos, que para eso os la pongo, bandidos) en su adaptación al cine de El retorno del Rey (2003). Enlace a la escena, clic aquí.

Bien, con el salvaje sonido de miles de cuernos como esos soplados a la vez, os decía, los Rohirrim envían un MENSAJE. El CANAL que emplean es el aéreo, la música o el sonido se escuchan. El CÓDIGO, sin embargo, no es verbal, ni lingüístico, no pronuncian palabras en lengua alguna: se trata, en este caso, de música o sonidos. El CONTEXTO es el que hará variar el “MENSAJE” dependiendo de los receptores. Para el mismo mensaje, hay dos RECEPTORES. Cuando los Orcos de Mordor escuchen los cuernos, soplados por siete mil jinetes que se abalanzan sobre ellos con expresiones asesinas y las espadas y lanzas en alto, interpretarán correctamente el sentido que el mensaje de los Rohirrim tiene para ellos: “Os vamos a aniquilar”. En cambio, cuando los asediados habitantes gondorianos de Minas Tirith escuchen el mismo mensaje – el salvaje bramido de los cuernos de Rohan, preparándose para masacrar Orcos –, el significado para ellos será totalmente opuesto: “Os vamos a salvar”.


Dos sencillos ejemplos de comunicación no verbal extraídos de la maravillosa novela El retorno del Rey. Hay muchísimas más: la bandera que despliega Aragorn al llegar a los campos del Pelennor, el significado de la mirada que Éowyn le dirige entristecida al propio Aragorn, la forma en que Gandalf sabe del Cumplimiento de la Misión... Innumerables, repito, no dudo que podréis encontrar muchas más vosotros mismos. Animaos a visitar estas páginas maestras, no os arrepentiréis. Si alguien esgrime como excusa que ya ha visto la – magnífica – película de Jackson, hay muchas partes del libro que ni aún las cuatro horas de esa película pudieron aparecer en pantalla. En especial, os recomiendo que leáis la vuelta a casa de los hobbits, mucho más hermosa y bien resuelta que en la película, donde se imponía – con lógica – mayor brevedad en el desenlace: es hermoso pensar en el buen Samsagaz Gamyi como Alcalde, o en Merry y Pippin convertidos en los mayores héroes de la Comarca, auténticas leyendas hobbits. Nos vemos en clase, hasta pronto.


* * * * *

No sé qué es de mi oreja sin tu acento,

ni hacia qué polo yerro sin tu estrella,

y mi voz sin tu trato se afemina.


Los olores persigo de tu viento

y la olvidada imagen de tu huella,

que en ti principia, amor, y en mí termina.


Miguel HERNÁNDEZ, “II”, en Imagen de tu huella. (1934)

30 octubre de 2010. Centenario del nacimiento de Miguel Hernández.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Sistemas de Signos viajando al Centro de la Tierra

Puentazo de la Constitución: hoy nos tomaremos un respiro, con un texto sencillo, breve y de tan alta calidad que es uno de los clásicos universales de todos los tiempos.El clásico al que he acudido para esta etapa en nuestro viaje de conocimiento por la ciencia ficción se titula Viaje al Centro de la Tierra, y es uno de los libros más célebres - ¿recordáis, los de tercero, como era ese hermoso superlativo? Celebérrimo... así me gusta – del escritor francés Julio Verne, al que ya nos referimos en una entrada de octubre, y nos servirá para hablar de SISTEMAS DE SIGNOS.

¿Pueden los libros clásicos sernos gratos? ¿Pueden emocionarnos sus desventuras cuando los problemas a los que se enfrentan han sido ya superados y ampliamente rebasados por nuestro auténtico progreso del siglo XXI? Naturalmente, aunque es necesario un ejercicio de “contextualización”: es decir, ponernos en el lugar de la época de Verne, hace más siglo y medio, para apreciar esta obra como lo que es, Arte. Si pretendió ser científico y esa era su opinión sobre la composición del planeta o imaginó libremente y fabuló creando esas cavernas pobladas por monstruosos dinosaurios, poco importa: el resultado es lo que debemos apreciar. Hablemos un poco de Viaje al centro de la Tierra antes de dedicarnos al breve concepto que veremos hoy: los SISTEMAS DE SIGNOS.

Jules Verne publicó en 1864 su novela Voyage au centre de la Terre, la segunda de las entregas de una de las sagas más prolíficas y populares de la historia de la literatura de aventuras: “Los viajes extraordinarios”. Tras la entusiasta aceptación que había tenido su opera prima, la novela Cinco semanas en globo (Cinq Semaines en ballon) de 1863, esta segunda aventura convirtió a Verne en un autor popular. Era joven, estaba entusiasmado por la ciencia y por las posibilidades de progreso y nuevos horizontes que veía en el avance científico, y concedía a su prosa un ritmo ágil, cercano y divulgador, que le granjeó el cariño de miles, y más tarde millones, de lectores.

Verne se preguntó sobre cómo sería el interior de la Tierra: a mediados del siglo XIX no se conocían, como sí conocemos hoy, las interioridades de nuestro planeta. En ese momento, sólo existían “teorías”, hipótesis, que podían ser más o menos plausibles, erróneas, alucinadas o absolutamente disparatadas e irreales. Pero, en aquel momento, era totalmente lícito hacerlas, imaginarlas, sostenerlas... incluso creer en ellas. Viaje al centro de la tierra es la teoría ensoñada de un gran visionario: no acertó con la verdad científica, pero su “fantasía” CREÓ un mundo que, a pesar de no ser real, es magnífico y evocador. Y como tal tenemos que leerlo: como una licencia creativa, un ejercicio literario, más que como una teoría científica que hoy se ha demostrado ridícula.

Primero, veamos cómo pensaba la gente que era la Tierra en la época de Verne, a mediados del XIX. Aún había algunos “reticentes” o, por llamarlos muy eufemísticamente, “lentitos” que se resistían a aceptar que la Tierra fuera un planeta, con forma de globo, y defendían, ¡todavía, en pleno 1860!, que la Tierra era plana. Supongo que al llegar al borde, te caías al Espacio. Quizá cayeras en la Fundación... En fin, descubro, entre alucinado y estremecido, que... ¡aún existen! ¡Hoy! ¡En 2010! Tienen web y todo. Está en inglés y, pasadas mis risas iniciales, veo que desde la muy digna Sociedad de la Tierra Plana “sólo” estudian la “cuestión” desde una perspectiva histórica, no es que aún crean en ello... Pero bueno. Hay gente para todo.

En fin, me desvío. Estaban los que creían, os decía, que la Tierra era plana. Otros habían asumido que era un globo; uno de los más prestigiosos científicos de la época, el británico Sir Edmund Halley, coetáneo de Sir Isaac Newton, había propuesto que la Tierra era una serie de esferas concéntricas, una dentro de otra, con huecos entre ellas. Nosotros estábamos encima de la más grande, claro, la exterior. Es el modelo de Halley, que se discutió en las Universidades más prestigiosas de Europa durante muchas décadas. Surgieron otros modelos y teorías: más adelante, William Reed fue más allá diciendo que la Tierra era hueca del todo. Una inmensa corteza sin nada en su interior. Estas y otras teorías han sido refutadas científicamente. Hoy sabemos que, en realidad, con datos científicos comprobados matemática y empíricamente, el centro de la Tierra es tal como sigue:


El interior del planeta, como el de otros planetas terrestres (planetas cuyo volumen está ocupado principalmente de material rocoso), está dividido en capas. La Tierra tiene una corteza externa de silicatos solidificados, un manto viscoso, y un núcleo con otras dos capas, una externa semisólida, mucho menos viscosa que el manto y una interna sólida.

(Del artículo “Estructura interna de la Tierra”, Wikipedia.)

Esa es la Verdad. Comprobaréis que lo que imaginó Julio Verne no tiene nada que ver con esto. En su centro de la Tierra hay enormes cavernas, ríos subterráneos, inmensos mares, dinosaurios marinos, depredadores terribles... e incluso... En fin, el ejemplo de creación literaria, fuera cual fuera la intención inicial del autor, es claro. Lo que hace la novela no entraría en la Función representativa, es decir, no expone datos objetivos, no hace Ciencia, ni pretende teorizar. Mucho más cuando lo leemos nosotros, que sabemos sin atisbo de dudas – gracias a todos los que antes de nosotros dedicaron lo mejor de sus vidas al progreso humano y, entre otros, a Google y Wikipedia, que están universalizando el acceso a este avance – que el centro de la Tierra NO ES

ASÍ. Pero da igual: lo leeremos, con gran placer, como una obra literaria, que busca provocarnos placer estético y goce a través de su lectura. Es fantasía, sí. ¿Qué más da? Y espero que consiga gustaros, si os animáis a atacar su lectura.

En Viaje al centro de la Tierra hay dos protagonistas principales. Un buen muchacho, tímido y trabajador, llamado Axel, que nos narrará en primera persona la historia, y su tío, el terrible profesor Otto Lidenbrock. Sólo por conocer a este inolvidable personaje os recomendaría su lectura: gruñón, vocinglero, sabio, egoísta, lleno de una energía desbordante y casi arrolladora, el profesor Lidenbrock me arrancó muchas sonrisas, la primera de las cuáles llegó en las primeras páginas de la novela, cuando Verne nos lo describe – en boca de su sobrino – de esta forma:

Y me precipité en el despacho de mi irascible maestro. Otto Lidenbrock no es mala persona, lo confieso ingenuamente; pero, como no cambie mucho, lo cual creo improbable, morirá siendo el más original a impaciente de los hombres.

Era profesor del Johannaeum, donde explicaba la cátedra de mineralogía, enfureciéndose, por regla general, una o dos veces en cada clase. Y no porque le preocupase el deseo de tener discípulos aplicados, ni el grado de atención que éstos prestasen a sus explicaciones, ni el éxito que como consecuencia de ella, pudiesen obtener en sus estudios; semejantes detalles teníanle sin cuidado. Enseñaba subjuntivamente, según una expresión de la filosofía alemana; enseñaba para él, y no para los otros. Era un sabio egoísta; un pozo de ciencia cuya polea rechinaba cuando de él se quería sacar algo. Era, en una palabra, un avaro. […] Tal era el personaje que con tanta impaciencia me llamaba. Imaginaos un hombre alto, delgado, con una salud de hierro y un aspecto juvenil que le hacía aparentar diez años menos de los cincuenta que contaba. Sus grandes ojos giraban sin cesar detrás de sus amplias gafas; su larga y afilada nariz parecía una lámina de acero; los que le perseguían con sus burlas decían que estaba imanada y que atraía las limaduras de hierro. Calumnia vil, sin embargo, pues sólo atraía al tabaco, aunque en gran abundancia, dicho sea en honor de la verdad.

(Julio VERNE. Viaje al Centro de la Tierra, capítulo I).

El impaciente y siempre malhumorado profesor, ya podéis ver, llama a su sobrino Axel, enamorado secretamente de Grüber, la discípula de su tío. Nada más entrar, le cuenta entusiasmado que ha encontrado un bellísimo libro rebuscando entre los polvorientos estantes de un librero de viejo: mientras está extasiado alabando las virtudes del viejo ejemplar – con una bibliofilia, es decir, una pasión por los libros, con la que me identifico mucho –, se inicia la aventura: un viejo pergamino, oculto en el viejo volumen, cae a los pies de Axel y el profesor Lidenbrock.

En ese pergamino, los protagonistas observan los siguientes signos:


Ambos interpretan rápidamente que es un mensaje, que contiene una información que puede ser interpretada. Sin embargo, ya sabéis que para que haya comunicación, el emisor y el receptor deben compartir, entre otras cosas, el código. Axel y el profesor contemplan los SIGNOS rúnicos sin entenderlos. ¿Cuántos tipos de signos conocemos? Hemos visto tres: los ICONOS, que son representaciones por semejanza (fotos, dibujos realistas, etc.); INDICIOS, que son signos físicos que nos llevan al referente por deducción (el humo es un indicio, apreciable por los sentidos, de que hay fuego, el referente) y SÍMBOLOS. Los símbolos son signos que se eligen “arbitrariamente” - sin razón lógica – y que se “consensúan”, es decir, se necesita una convención entre la relación de símbolo y su referente: si el receptor no conoce esa relación, la comunicación no puede producirse.

Los signos rúnicos no se “parecen” a nada: su significado no puede interpretarse de esa forma. No dibujan formas, ni son fotografías que podamos reconocer. Descartamos que sean iconos.

¿Son indicios? Descartadísimo. Son dibujos, formas trazadas con tinta en un papel: como máximo, podríamos deducir que alguien las ha escrito, pero eso no nos aporta mensaje relevante alguno. Por tanto, no son indicios.

Queda preguntarnos si son SÍMBOLOS. En el caso de los símbolos, la relación entre el referente, en este caso, “el sentido del mensaje” y los signos empleados, las “runas” dibujadas en el pergamino debe ser arbitraria. Parece que así es. Son “letras”: casa una de ellas representa un sonido, u otra letra de otro alfabeto distinto. No obedece a necesidad alguna: quizá el autor decidió que el primer símbolo fuera como nuestra “B”. O quizá “D”, o “A”: es arbitrario, lo decide sin causa aparente. Sin embargo, hemos dicho que esta relación válida entre los símbolos y su referente (lo que significan) debe ser CONVENIDA por el emisor y el receptor. En este caso, el emisor sabía qué significaban, pero Axel y Otto no, así que no pueden entender los símbolos. Son símbolos, pero no pueden interpretarlos: no saben qué significan. Es el motivo por el que el testarudo profesor, abandona en tromba y enfurecido el despacho. Sin embargo, quizá vosotros si fuerais capaces de hacerlo: Verne lo diseñó en forma de acertijo, y sigue el curso de los pensamientos de Axel mientras va descifrándolo. ¿Seréis capaces de descifrar estos símbolos, este sistema cifrado u oculto? En caso de que pueda con vosotros, siempre podéis leer cuál es la solución que el ingenioso Axel encuentra, y las enormes aventuras que inicia con ese descubrimiento: porque, ¿sabéis?, en ese pergamino se encuentra la clave para viajar al mismísimo Centro de la Tierra. Y cuando Axel lo lee horrorizado, exclama:

-¡Ah! -exclamé dando un brinco-; no, no; ¡mi tío jamás lo sabrá! ¡No faltaría más sino que tuviese noticia de semejante viaje! En seguida querría repetirlo sin que nadie lograse detenerlo. Un geólogo tan exaltado, partiría a pesar de todas las dificultades y obstáculos, llevándome consigo, y no regresaríamos jamás; ¡pero jamás!

(Julio VERNE. Viaje al Centro de la Tierra, capítulo IV).

Cuando está a punto de destruirlo... No dejéis de descubrirlo. El viaje, que se inicia tras descifrar Axel involuntariamente el Sistema de SÍMBOLOS que hemos visto en esta entrada, es uno de los hitos de la literatura de aventuras, un clásico de todos los tiempos. Os animo a disfrutarlo. Salud y Barça.

* * * * *

Una interior cadena de suspiros

al cuello llevo crudamente echada,

y en cada ojo, en cada mano, en cada

labio dos riendas fuertes como tiros.


Miguel HERNÁNDEZ. Antología Poética.

30 octubre de 2010. Centenario del nacimiento de Miguel Hernández.