Minas Tirith: Ciudad de Reyes

martes, 9 de noviembre de 2010

Umbral de entrada a la Madre de Todas las Sagas: El Señor de los Anillos.

Noviembre, castañas, arrecia el frío, el maldito cambio de hora, puentes para recargar pilas. El momento propicio para asomarnos a un tótem inigualable de la literatura fantástica: El Señor de los Anillos de J.R.R.Tolkien. Durante este post no trataremos, excepcionalmente, ningún concepto de clase: no es más que un largo alegato en favor de que leáis El Señor de los Anillos. Si no os interesa, excusados quedáis, nos veremos, quizá, en algún otro post. Si os interesa algo sobre el libro que lo empezó todo, seguidme.

Dejadme haceros notar algo: muchos de vosotros, y aún más de vuestros compañeros que nunca leerán esto, conocéis casi a la perfección el universo creado por ese escritor incomparable y visionario que fue John Ronald Reuel Tolkien. Algunos podríais hablar de los Uruk-hai, sabrián deciros a los que no que esos temibles Orcos mestizos sirven a Saruman el Blanco, y reconocerán a Sauron como el Amo de la Torre de Barad-dûr, o incluso que la espada de Aragorn se llama Andúril. Tantas magníficas historias. Gandalf a lomos de Sombragris, desafiante, entre las puertas destrozadas de Minas Tirith, solo ante el Señor de los Nazgûl. La amistad que une a Gimli, el bravo y gruñón Enano con Legolas, el elegante y altivo Elfo, a pesar del rencor de muchos siglos que separa a sus dos pueblos. Los banquetes de esos insaciables y joviales hobbits entre las ruinas de Orthanc. El amor trágico entre la Princesa élfica Arwen, la más bella de entre los suyos e hija de Elrond, y el montaraz Aragorn, por cuyas venas, sin embargo, fluye sangre de Reyes. Muchas de esas historias y aún más os son familiares, os decía, pero para mi desgracia, muy pocos de vosotros habéis llegado a ellas a través de la lectura, y sí, en cambio, a través de películas y consolas u ordenadores. Que no suene a reprimenda. Nunca me oiréis una mala palabra contra las magníficas y maravillosas adaptaciones de El Señor de los Anillos. Las películas fueron un hito en la vida de todos cuantos amamos esta obra, pues, en primer lugar, por encima de superproducciones de Hollywood – que lo fueron –, fueron la obra de admiradores, de fanáticos, de gente que había leído y disfrutado a Tolkien. Peter Jackson (http://es.wikipedia.org/wiki/Peter_Jackson o página oficial en el Imdb, en inglés, http://www.imdb.com/name/nm0001392/ ) merece todo nuestro agradecimiento. Igual que lo merecen los staffs de esas películas tan tremendas o de los videojuegos inspirados en la obra, muchos de ellos de tremenda calidad, y que yo he gozado tanto o más que vosotros. Echad un vistazo a los hitos históricos entre los juegos inspirados en la saga: yo destaco los de Electronic Arts en Playstation2, el gran simulador La batalla por la Tierra Media, o los ultimísimos Conquest, que exprime el potencial de vuestras flamantes Play3, o el prometedor War In The North, con el que pretenden plantar cara a World of Warcraft: la página es muy interesante, con muchas capturas de pantalla. Y sobre la película, los tres trailers de unas obras que asombraron al mundo entre los años 2001 y 2003:






Con todo, si realmente os gustaron esas películas y disfrutasteis esos videojuegos, quería deciros que con los libros disfrutaríais tanto o más. Y ese y no otro es el humilde objetivo de esta entrada: invitaros a leer El Señor de los Anillos. Os resultaría más costoso, cierto, pero tras la perseverancia veríais que no hay película que pueda aportaros tantos detalles como un libro. Sería materialmente imposible. Ni aunque durara treinta horas. Además, leyendo tú eres el que interpreta, el que completa, el que se lo imagina. Tu lectura, la forma en que imagines una escena, puede diferir de la mía, y será perfectamente válida. Será TU Señor de los Anillos.

Ah, y si las chicas pretendéis escupirme por mi falta de sensibilidad para elegir libros, os diré que en los libros de Tolkien recuerdo, a bote pronto, tres historias de amor profundas, trágicas, apasionadas y no siempre de feliz final: la de la “Princesa rica y elfa” - Tolkien sólo se inventó lo de elfa; además de británico y genial, no pretenderéis que fuera tan original – con el “humano pobre pero que al final será Rey pero aún no se sabe”, es decir, Arwen – sí, en las pelis era la Liz Taylor, esa misma – con Aragorn, asociado por los siglos de los siglos a la alatristesca y noble figura del gran Viggo Mortenssen; la de los dos depresivos que han salido hechos picadillo de otras relaciones – no sé, esto me recuerda a cierto hombre lobo XD – y que encontrarán consuelo mutuo, el noble y buen Faramir – una amiga mía lo definió como el gondoriano “achuchable y majo”, frente al modelo “macarra y pendenciero” que representa su hermano Boromir – y la gélida, nórdica y muy rubia Éowyn. La Dama de Rohan, tierra de jinetes, abiertamente enamorada de Aragorn, que, como os he dicho, ama a Arwen. ¿Esos triángulos o cómo se llamen no os gustan?. Por último, una muestra de amor platónico, amor puro y sin contaminar por perversión alguna de la carne. Menos risas. Me refiero al flechazo descomunal e irremediable que sufre el bravo e hiperbarbudo Enano Gimli ante la Dama de Lothlórien, la Reina Élfica Galadriel, interpretada de forma inolvidable en la trilogía por Cate Blanchett . Tres historias de Amor, con mayúsculas. Cierto, en extensión no le dedica lo que, por poner ejemplo, mi amada “crepusculera” le habría dedicado. Una treintena de páginas contra cinco tochos, estimándolo por encima. Pero, imitando a las meigas, sobre el Amor en estos libros, haberlo, haylo. Y, ahora más en serio, la literatura no tiene género: vosotras podéis disfrutar estos libros tanto como cualquiera de nosotros. Y si hay alguien que haya frecuentado en algún medio – blogs, chats, comunidades, salones del cómic o el manga, quedadas para ver estrenos, etc. - a los adictos a las obras de Tolkien, sabrá que no es para nada infrecuente encontrarse a chicas entre ellos. Y que se hayan leído, con atención y por iniciativa propia y para propio gozo los libros de Tolkien, no sólo los originales de El Señor de los Anillos, sino muchos otros como El hobbit, el dificilísimo El Silmarilion, obras poéticas o de análisis, incluso, y estudios sobre el universo creado por este escritor inglés, uno de los padres indiscutibles del género de la fantasía épica. Y eso es algo a lo que no siempre alcanzan sus compañeros “fans” - disculpadme el anglicismo, pero aficionados me suena taaaan... ¿futbolero? - chicos que, muchas veces, no dejan de ser eso, chicos, y encaran con más pereza e inconstancia que ellas libros de más de 400 páginas cada uno. En fin, quiero deciros con esto que, independientemente de si se es chico o chica, El Señor de los Anillos es una obra magnífica y totalmente recomedable.


Unas palabras sobre el inicio de todo ello: las novelas de Tolkien, la propia trilogía de El señor de los anillos. Esta obra supuso un hito en la literatura anglosajona del siglo XX: empezó con inesperada popularidad, vendiendo ininterrumpidamente decenas de miles de ejemplares cada año; posteriormente, adquirió tintes globales, como obra de culto, y, finalmente, ya en los 90, explotó para el gran público con la publicidad inigualable que le concedió la excelente trilogía de películas de Peter Jackson. La primera parte de la trilogía, titulada La Comunidad del Anillo (The Fellowship Of The Ring), fue publicada por la editorial George Allen & Unwin en 1955. Era la segunda obra de aquel profesor universitario de anglosajón en Oxford, el excéntrico J.R.R. Tolkien, que ya casi había enterrado su prestigio académico tras publicar El hobbit, precuela a esta obra magna que ahora veía la luz. Si frente a El hobbit se habló de “excentricidad” o “rareza”, los calificativos fueron muchísimo más duros cuando El Señor de los Anillos fue publicado. Infantilismo, mamarrachada, cuentos juveniles para mentes atrofiadas. La crítica habló de “evasión cobarde” en un momento histórico – la Guerra Fría, los bloques capitalista y comunista a punto de lanzarse a la guerra nuclear – que, según creían, exigía una literatura seria y comprometida. No relatos infantiles de Buenos contra Malos y Magos y Elfos. A Tolkien lo machacó la crítica. Respecto a sus enemigos en la Universidad, se habló directamente de “locura” o “devaneos con las drogas, alucinaciones provocadas por opiáceos”, a los que, especulaban, el viejo profesor se habría hecho adicto tras sus heridas de guerra. Como veis, malhablados y murmuradores los hubo y habrá en la elitista Oxford, igual que en nuestro humilde Hospitalet.

A pesar de los vapuleos, ¿imagináis que pasó?. El libro gustó. Se vendió mucho, y funcionó el fenómeno “boca-a-boca”. Es increíble, y vosotros, en una época de inmediatez al segundo con Twitters, largos posts en blogs – menos risas – o actualizaciones de Facebooks o Tuentis, no podréis ya ni imaginarlo, pero fue literalmente así. Artesanal. Boca-a-boca. Alguien que se lo leyó. Le gustó. Se lo dijo a un amigo. Este le hizo caso y lo leyó. Se fue extendiendo. Alguien escribiría a favor. El entusiasmo creció. Los ejemplares volaban de las bibliotecas en cuánto eran devueltos. De repente las librerías se dieron cuenta que aquel libro salía muy bien y pidieron más “stocks” a los atónitos Allen & Unwin. Y, probablemente, al que más sorprendió este éxito fue al propio Tolkien. El Señor de los Anillos creó aficionados. Gente que disfrutó con esa fábula, con ese mundo increíble e irreal que es la Tierra Media. Hubo lecturas atentas dónde antes sólo había habido insultos, y ahora se acusó a Tolkien de fascista y racista: en Gondor son rubios y blancos, y los “perversos y cobardes” servidores de Sauron son negros y barbudos, del Sur. Nada detuvo las ventas. Tras los admiradores, llegaron los fanáticos, y, opuestos a estos, los combativos detractores. El libro se convirtió en un fenómeno. Se publicaron apéndices. Nuevos libros inspirados en la Tierra Media. Hubo fans, en la época previa a la red, comunicándose artesanalmente, mediante cartas o fanzines artesanales (fotocopiados y grapados). Años más tarde, un testarudo y apasionado joven director neozelandés batalló y planeó durante años la realización de un sueño titánico y descomunal: llevar El Señor de los Anillos al Séptimo Arte, adaptarla al cine. El resultado de su esfuerzo es bien conocido. Una de las sagas más populares de la historia, tres películas excepcionales que son fieles al espíritu del autor y un ejercicio ejemplar de plasmación en la pantalla de un mundo fantástico descrito literariamente. Eso, además de la felicidad de un inmenso número de personas, miles de millones de euros de beneficios y un escalofriante total de 17 premios Oscar. Ahí es nada.

No dejéis de animaros, ahora o en cualquier momento de vuestras vidas, a leer esta obra. Hay tantas cosas que no aparecen en los libros, o que no podréis soñar ni “ver” jamás con un mando de Play3 o XBOX en las manos. La labor de ilustradores o comunidades impresionantes – en esta bitácora sólo os enlazo algunas, pero hay miles en castellano, y aún debe ser más descomunal la comunidad en inglés – apoya nuestro “primer paso” en este universo fantástico, y lo maquilla tan bien que en ocasiones lo conocemos y disfrutamos sin habernos planteado nunca que podemos dar ese “primer paso”: leer las obras. La comunidad del anillo. Las dos torres. El retorno del Rey. Publicadas en castellano por la editorial Minotauro, que nos descubrió a los lectores en castellano esta obra impagable allá por 1977. El hispanoargentino Francisco Purrúa había fundado la editorial Minotauro en Argentina, pero se trasladó aquí, a España. En el año 77 publicó El Señor de los Anillos en castellano: había comprado sus derechos por 1.500 dólares. Lo tradujo él mismo, y firmó esa traducción con su pseudónimo: Luis Domènech. Hoy, se han vendido millones de ejemplares de la obra. Un buen negocio, ¿no os parece?.


En fin, concluyo este post tan atípico, que no ha repasado ningún concepto en particular y que no es más que una invitación a un mundo, la Tierra Media, clave en mi pasión y gusto por la fantasía épica. Dista mucho de ser perfecto, pero tiene enormes virtudes. Generaciones de nosotros lo hemos disfrutado y leído con entusiasmo durante décadas, y lo seguiremos haciendo. Si deseáis uniros a nosotros, sed bienvenidos. Os dejo un ejemplo de lo que puede hacer la pasión por una obra como ésta:

En 2009 un grupo de fanáticos de las historias de Tolkien realizó un cortometraje de cuarenta minutos titulado The Hunt for Gollum. El corto se basa en el tiempo en que Aragorn busca a Gollum bajo encargo de Gandalf, con elementos de los apéndices de la novela. Es una realización sin autorización y sin afiliación alguna, hecha con el único propósito de la diversión, según afirma su guionista y director Chris Bouchard. Contó con un presupuesto de menos de tres mil libras esterlinas (menos de 5000 euros o un millón de las antiguas pesetas) y la mayor parte de los participantes trabajaron ad honorem. (*sin cobrar salario) Se estrenó el 3 de mayo de 2009 y se encuentra disponible para verla por Internet de forma gratuita.” Pinchad en este enlace: http://www.thehuntforgollum.com/

(Del artículo “El señor de los Anillos”, Wikipedia)

El próximo post versará específicamente sobre La comunidad del Anillo, y usará el esquema habitual de tratar temas de clase. Y, sin duda, no tendrá esta monstruosa extensión. Un abrazo, hasta la próxima.

* * * * *

Para el hijo será la paz que estoy forjando.

Y al fin en un océano de irremediables huesos

tu corazón y el mío naufragarán, quedando

una mujer y un hombre gastados por los besos.


Miguel HERNÁNDEZ, “Canción del esposo”, en Viento del pueblo (1936-37).

30 octubre de 2010. Centenario del nacimiento de Miguel Hernández.

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