Minas Tirith: Ciudad de Reyes

sábado, 18 de diciembre de 2010

Recursos Literarios (Vol.2) en La Cámara Secreta

Bueno, un post dedicado a los libros de Harry Potter, tan en boga estas semanas con el estreno de la penúltima entrega de la saga cinematográfica: dado que en este blog solo me he ocupado una vez del extraordinario mundo creado por J.K.Rowling, me parecería prematuro hablar aquí de Las reliquias de la muerte, séptimo y último libro de la serie. Vayamos por partes. La entrada de hoy estará dedicada al segundo libro, Harry Potter y la Cámara Secreta, y, si realmente os interesa, ya hablaremos del séptimo en otro post. Como siempre, hablaremos un poco sobre la segunda novela de aventuras del niño mago más famoso del Universo y continuaremos introduciendo Recursos literarios. Ya sabéis, cinco en cada post: esta vez le tocará el turno a la ALITERACIÓN, la IRONÍA, la INTERROGACIÓN RETÓRICA, la IMPRECACIÓN y la PERSONIFICACIÓN. Vamos a ello.

Publicada originalmente en julio de 1998 (Harry Potter and the Chamber of Secrets, editorial Bloomsbury), la segunda entrega de las aventuras del personaje creado por la británica J.K.Rowling nos llegó de la mano de Salamandra en octubre de 1999. Novela de 286 páginas, de impecable factura; Rowling mantuvo en todas las entregas de la saga una sostenida excelencia. Las preferencias sobre una u otra entregas forman parte de la lectura de cada uno: personalmente, este volumen en particular es el que menos me gusta de la saga, pero reconozco que no es para nada un mal libro. Tiene una trama enganchante, perfectamente encajada en el universo de Hogwarts y los Magos, nos revelan a un Harry ya adaptado al maravilloso mundo mágico y totalmente concentrado en sobrevivir a las emboscadas del aún poderoso lord Voldemort.

Unos detalles sobre el argumento de La cámara secreta: Harry está a punto de iniciar su segundo año en el Colegio de Magia y Hechicería de Hogwarts. No ha recibido ninguna carta ni tenido noticia alguna de sus amigos Ron y Hermione: pronto sabrá que ello ha sido obra del duende Dobby, que le advierte de una conspiración urdida en el Colegio e intenta lograr que Harry no vuelva allí. Tras muchas dificultades, el joven mago se reencuentra con sus amigos en Hogwarts y se inicia un curso muy rápidamente sacudido por luctuosos sucesos: la Cámara de los Secretos, oculta en lo más profundo del castillo, podría haber sido abierta, el heredero de Salazar Slytherin – el más malévolo de los cuatro míticos fundadores de Hogwarts – parece haber llegado y los alumnos con sangre muggle empiezan a ser víctimas de misteriosos ataques. ¿Hacia quién se dirigirán las sospechas? Por mucho que hayáis visto la película (adaptación milimétrica de la trama espléndidamente dirigida por Chris Columbus, de 2002), no os perdáis la lectura de este magnífico libro de aventuras. Ahora que se acerca el final de la saga cinematográfica, tendremos tiempo de hablar sobre estos libros maravillosos, que tan felices han hecho a millones de personas (entre las que me incluyo) y a la que tanto debemos los que amamos la lectura. Dicho esto, os dejo el trailer de la película y paso ya a explicar los cinco recursos de hoy:




ALITERACIÓN

La aliteración es la repetición de un sonido con más frecuencia de lo habitual. Del sonido que se repita dependerá la sensación creada: la proliferación de /m/ creará suavidad, igual que muchas /s/; los catalanes nos inundaremos si hay demasiadas /l/; por otra parte, si hay muchas /R/, la sensación va a ser más violenta. Imaginemos dos frases inspiradas en Harry en las que usaremos dos aliteraciones:


Harry arrojó el jarrón a la recia barrera de la Torre de Astronomía.

La madre de Hermione era muy melodiosa.


Como veis, en el primer ejemplo, la aliteración de /R/ provoca un sonido más duro o vibrante que en el segundo ejemplo, donde abundan las /m/. Con todo, es un recurso fónico que casi siempre emplearemos en los textos líricos, poesía o teatro en verso. Vamos con el segundo.

IRONÍA

El recurso de la ironía consiste en decir algo de forma que se sobreentienda lo contrario. Necesitamos conocer el contexto en que se produce para poder entender su sentido real (el “no literal”).


Por ejemplo, en el capítulo 8 (“El cumpleaños de muerte”) de La cámara secreta, Harry, Hermione y Ron contemplan una reunión de los fantasmas de Hogwarts. Nick Casi Decapitado había intentado ingresar en el Club de Cazadores Sin Cabeza, pero le habían rechazado porque él solo estaba “casi” decapitado. Nick está muy dolido por ello, y un fantasma rival se burla de él lanzándole la cabeza y riéndose: observad como Nick emplea la ironía para responder:


Dio un salto tremendo pero fingido de sorpresa y la cabeza volvió a caérsele.

La gente se rió otra vez.

- Muy divertido – dijo Nick Casi Decapitado con voz apagada.


Obviamente, la burla de los decapitados que se ríen de su incompleta decapitación – un detalle muy importante, parece, para ser un fantasma molón en el mundo de los magos – no le parece a Nick nada divertida. Ha sido irónico: ha dado a entender lo contrario de lo que ha dicho literalmente. Fácil, ¿verdad? Siguiente recurso.

INTERROGACIÓN RETÓRICA

Este recurso consiste en hacer una pregunta que no espera respuesta. Mucho más común en la poesía, he encontrado un ejemplo en el capítulo 4 (“En Flourish y Boutts”) de La cámara secreta: el señor Weasley ha estado a punto de enzarzarse en una pelea – secundado por todos sus hijos y el belicoso Harry – con el arrogante Lucius Malfoy, el padre del odioso Draco, el archirrival de Harry en el colegio. La señora Weasley está enfurecida, porque la han avergonzado delante de su ídolo, el guapísimo Gilderoy Lockhart – inolvidable panoli magistralmente interpretado por Kenneth Brannagh – y chilla una pregunta que no busca respuesta. Cuando Fred le contesta, se enfada aún más.


- ¡Qué buen ejemplo para tus hijos..., peleando en público! ¿Qué habrá pensando Gilderoy Lockhart?

- Estaba encantado – repuso Fred. […]


La encantadora señora Weasley no quería una respuesta: empleaba esta interrogación retórica para ratificar su enfado, como si la respuesta – la suya – fuera obvia e innecesario decirlo en voz alta. Ya llegamos al cuarto recurso.

IMPRECACIÓN

Esta es una bella figura poética que consiste en desearle mal a alguien. En clase hemos visto algunos ejemplos en las medievales albadas – cuando el poeta maldice al Sol porque le separa de su amante – y La cámara secreta nos ofrece otra, no tan poética, obviamente, al tratarse de prosa, pero igualmente malévola.

El señor Malfoy extrajo el diario del calcetín, tiró éste al suelo y luego pasó la vista, furioso, del diario a Harry.

- Harry Potter, vas a terminar como tus padres uno de estos días – dijo bajando la voz –. También ellos eran unos idiotas entrometidos.

(Capítulo 18, “La recompensa de Dobby”; página 283)


Como veis, está extraída de las últimas páginas del libro: es una Imprecación en boca de Lucius Malfoy, que le desea lo peor a su enemigo, Harry Potter, que ha frustrado sus planes y las ambiciones de los mortífagos una vez más. Deseándole que termine como sus padres le está deseando la muerte, pues James y Lilly Potter fueron asesinados por lord Voldemort. Ya llegamos al último recurso del post, ánimos.

PERSONIFICACIÓN

Este recurso consiste en otorgarle cualidades humanas a objetos inanimados o abstractos. Abundan los ejemplos en la saga de Harry Potter: en el quinto capítulo de esta novela, La cámara secreta, nos encontramos con el Sauce Boxeador, un violento árbol que intenta destrozar a golpes a todos cuantos se le acercan: Rowling otorga a este árbol cualidades humanas como la furia, la violencia, ser un cascarrabias y su nulo sentido del humor.


Ron ahogó un grito al mirar por el parabrisas, y Harry sacó la cabeza por la ventanilla en el preciso momento en que una rama, gruesa como una serpiente pitón, golpeaba en el coche destrozándolo. El árbol contra el que habían chocado les atacaba. El tronco se había inclinado casi el doble de lo que estaba antes, y azotaba con sus nudosas ramas pesadas como el plomo cada centímetro del coche que tenía a su alcance. (página 70)


Hemos llegado al final. Espero que estos cinco nuevos recursos os resulten asequibles. Para cualquier duda, ya sabéis donde estoy. Cualquier segundo que le dediquéis a cualquier de estos libros os será provechoso y puede reportaros gran placer: creedme.

Y con esto, cerramos el blog hasta el próximo año. Entre mudanzas y Navidades, no tendré demasiado tiempo, pero 2011 nos traerá más libros, siempre que lo deseéis. Un abrazo y que paséis muy buenas fiestas. Feliz Navidad.


viernes, 10 de diciembre de 2010

Comunicación No Verbal en El Retorno del Rey

Tercera y última entrada dedicada a El Señor de los Anillos, la trilogía de J.R.R. Tolkien de la que ya hemos hablado repasando otros conceptos en posts anteriores: una introducción a la saga, los Sintagmas Preposicionales con La comunidad del Anillo, y algunos recursos literarios con Las dos torres. Hoy le toca el turno a su culminación, su tercer y último volumen, titulado El retorno del Rey. Emplearemos este libro para hablar sobre algunos mensajes no verbales.

Un somero repaso al argumento de este colofón a la saga de El Señor de los Anillos. El retorno del rey se inicia con el apresurado viaje de Gandalf y Pippin, a lomos de Sombragrís, al galope hacia Minas Tirith, la capital de Gondor, último reducto contra las huestes de Sauron. Gandalf se dirige allí tras haber caído Saruman, batido por los Ents, al final de Las dos torres; además, se enfrenta al problema añadido de Pippin, al que debe alejar apresuradamente de Aragorn, Gimli, Legolas y su primo Merry porque sospecha – acertadamente – que puede haber caído bajo el embrujo del Palantir de Saruman. Gandalf y Pippin llegarán a duras penas a la aún esplendorosa ciudad de Minas Tirith antes de que los ejércitos de Mordor la sitien. El Senescal Denethor, al borde de la locura desde la muerte de su hijo Boromir, urge a Rohan a que acudan en su ayuda. La Tierra Media está al borde de la ruina y la desesperación. Y al final, encabezados por el Rey Brujo, Señor de los Nazgûl, las huestes de Sauron se lanzarán contra la Ciudad Blanca. Un colofón épico a una de las sagas más populares de la historia.

No sólo eso: en el libro VI, Tolkien volverá a conducirnos junto a Sam y Frodo. Este fue capturado por los Orcos del Enemigo tras el combate con la maléfica y ponzoñosa Ella-laraña, pero Sam aún conserva el Anillo Único. Su primer empeño será liberar a Frodo, y, tras hacerlo, ambos deberán internarse en Mordor hacia el Monte del Destino, sorteando desesperadamente los miles de Orcos y viles criaturas movilizadas dentro de sus fronteras para combatir a los amigos de los hobbits.


La culminación de la saga es la cumbre a una saga épica, legendaria y maravillosa. ¿Exageraciones? El Señor de los Anillos fue elegido “Mejor Libro del Siglo XX” en una macro-encuesta encargada por la cadena de librerías Waterstone's en 1997; dos años después, Amazon.com preguntó cuál era el “Libro del Milenio” para sus usuarios: la mayoría de votos fueron para El Señor de los Anillos. ¿Significa eso que sea el mejor libro de la Historia? No, por supuesto. Pero nos habla de su calidad y del enorme peso que tiene en los corazones de muchísimos aficionados, que votaron por él en esas encuestas y que lo atesoran, sin duda, en un lugar de honor de sus estanterías y recuerdos. Espero que vosotros queráis uniros a ese mar de admiradores de la obra de J.R.R.Tolkien.

Dicho esto sobre una obra que, a estas alturas, debe seros ya familiar en este blog, pasemos a ver algunas situaciones comunicativas no verbales. Empecemos con el concepto básico: la comunicación es la transmisión de información consciente y voluntaria entre dos o más personas. Sus seis elementos son el EMISOR, el RECEPTOR, el MENSAJE, el CANAL – el medio por el que viaja la información contenida en el mensaje -, el CÓDIGO – el sistema que se emplea – y el CONTEXTO. Hoy extraeremos unos cuantos ejemplos en los que el CANAL es no verbal, es decir, la comunicación se produce mediante un CÓDIGO no lingüístico. Observemos algunos ejemplos extraídos de El retorno del Rey:


Llevaba en la mano una sola flecha, empenachada de negro; la espiga era de acero, pero la punta estaba pintada de rojo. Se hincó a media rodilla y le presentó la flecha a Théoden.

¡Salve, Señor de los Rohirrim, amigo de Gondor! —dijo – . Soy yo, Hirgon, mensajero de

Denethor, quien os trae este símbolo de guerra. Un grave peligro se cierne sobre Gondor. Los Rohirrim nos han ayudado muchas veces, pero hoy el Señor Denethor necesita de todas vuestras fuerzas y toda vuestra diligencia, si es que se ha de evitar la pérdida de Gondor.

¡La Flecha Roja! - dijo Théoden, sosteniendo la flecha en la mano, como alguien que recibiera

con temor un aviso largamente esperado. La mano le temblaba—.

(V, capítulo 3: El acantonamiento de Rohan)


En este ejemplo, el EMISOR – el Senescal Denethor, a través de su mensajero Hirgon – le transmite un MENSAJE al RECEPTOR, el Rey Théoden: lo hace “al presentarle la flecha”. Simplemente enseñándosela: el CÓDIGO, que ambos comparten, no es lingüístico. En este caso, es de símbolos. Una flecha con las plumas negras y la punta roja SIGNIFICA que Gondor pide ayuda para la guerra. El CANAL ha sido visual, no verbal (Théoden ha entendido el mensaje mirando la flecha, Hirgon no ha tenido que añadir nada más). El CONTEXTO son las circunstancias que nos permiten entenderlo todo: Gondor está a punto de ser invadida por Sauron y necesita con desesperación todos los refuerzos que Rohan pueda enviarles. La comunicación no verbal se ha producido con eficacia, pues el receptor ha entendido el mensaje enviado por el emisor. Veamos otro ejemplo:


Y al decir esto, [el Rey Théoden] tomó un gran cuerno de las manos de Guthlaf, el portaestandarte, y lo sopló con tal fuerza que el cuerno se quebró. Y al instante se elevaron juntas las voces de todos los cuernos del ejército, y el sonido de los cuernos de Rohan en esa hora fue como una tempestad sobre la llanura y como un trueno en las montañas.

- ¡Galopad ahora, galopad! ¡A Gondor!

(V, capítulo 5: La cabalgata de los Rohirrim)


Este es el momento previo a esa carga legendaria y arrolladora de los mejores jinetes del mundo, los Rohirrim, contra los ejércitos orcos de Mordor que estaban a punto de destruir Minas Tirith. El choque colosal que se produjo se llamó la Batalla de los Campos del Pelennor, y es uno de los momentos clave de la historia de la Tierra Media. También en este fragmento se produce una situación comunicativa no verbal. Los EMISORES – todo el ejército de Rohan – envían un mensaje: tocan los cuernos, esos instrumentos bárbaros y evocadores. Como intuyo que podéis no saber a lo que me refiero, veamos directamente la lectura – magistral, épica y alucinante – que hizo Peter Jackson de esta escena (fijaos sobre todo en como suenan los cuernos, que para eso os la pongo, bandidos) en su adaptación al cine de El retorno del Rey (2003). Enlace a la escena, clic aquí.

Bien, con el salvaje sonido de miles de cuernos como esos soplados a la vez, os decía, los Rohirrim envían un MENSAJE. El CANAL que emplean es el aéreo, la música o el sonido se escuchan. El CÓDIGO, sin embargo, no es verbal, ni lingüístico, no pronuncian palabras en lengua alguna: se trata, en este caso, de música o sonidos. El CONTEXTO es el que hará variar el “MENSAJE” dependiendo de los receptores. Para el mismo mensaje, hay dos RECEPTORES. Cuando los Orcos de Mordor escuchen los cuernos, soplados por siete mil jinetes que se abalanzan sobre ellos con expresiones asesinas y las espadas y lanzas en alto, interpretarán correctamente el sentido que el mensaje de los Rohirrim tiene para ellos: “Os vamos a aniquilar”. En cambio, cuando los asediados habitantes gondorianos de Minas Tirith escuchen el mismo mensaje – el salvaje bramido de los cuernos de Rohan, preparándose para masacrar Orcos –, el significado para ellos será totalmente opuesto: “Os vamos a salvar”.


Dos sencillos ejemplos de comunicación no verbal extraídos de la maravillosa novela El retorno del Rey. Hay muchísimas más: la bandera que despliega Aragorn al llegar a los campos del Pelennor, el significado de la mirada que Éowyn le dirige entristecida al propio Aragorn, la forma en que Gandalf sabe del Cumplimiento de la Misión... Innumerables, repito, no dudo que podréis encontrar muchas más vosotros mismos. Animaos a visitar estas páginas maestras, no os arrepentiréis. Si alguien esgrime como excusa que ya ha visto la – magnífica – película de Jackson, hay muchas partes del libro que ni aún las cuatro horas de esa película pudieron aparecer en pantalla. En especial, os recomiendo que leáis la vuelta a casa de los hobbits, mucho más hermosa y bien resuelta que en la película, donde se imponía – con lógica – mayor brevedad en el desenlace: es hermoso pensar en el buen Samsagaz Gamyi como Alcalde, o en Merry y Pippin convertidos en los mayores héroes de la Comarca, auténticas leyendas hobbits. Nos vemos en clase, hasta pronto.


* * * * *

No sé qué es de mi oreja sin tu acento,

ni hacia qué polo yerro sin tu estrella,

y mi voz sin tu trato se afemina.


Los olores persigo de tu viento

y la olvidada imagen de tu huella,

que en ti principia, amor, y en mí termina.


Miguel HERNÁNDEZ, “II”, en Imagen de tu huella. (1934)

30 octubre de 2010. Centenario del nacimiento de Miguel Hernández.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Sistemas de Signos viajando al Centro de la Tierra

Puentazo de la Constitución: hoy nos tomaremos un respiro, con un texto sencillo, breve y de tan alta calidad que es uno de los clásicos universales de todos los tiempos.El clásico al que he acudido para esta etapa en nuestro viaje de conocimiento por la ciencia ficción se titula Viaje al Centro de la Tierra, y es uno de los libros más célebres - ¿recordáis, los de tercero, como era ese hermoso superlativo? Celebérrimo... así me gusta – del escritor francés Julio Verne, al que ya nos referimos en una entrada de octubre, y nos servirá para hablar de SISTEMAS DE SIGNOS.

¿Pueden los libros clásicos sernos gratos? ¿Pueden emocionarnos sus desventuras cuando los problemas a los que se enfrentan han sido ya superados y ampliamente rebasados por nuestro auténtico progreso del siglo XXI? Naturalmente, aunque es necesario un ejercicio de “contextualización”: es decir, ponernos en el lugar de la época de Verne, hace más siglo y medio, para apreciar esta obra como lo que es, Arte. Si pretendió ser científico y esa era su opinión sobre la composición del planeta o imaginó libremente y fabuló creando esas cavernas pobladas por monstruosos dinosaurios, poco importa: el resultado es lo que debemos apreciar. Hablemos un poco de Viaje al centro de la Tierra antes de dedicarnos al breve concepto que veremos hoy: los SISTEMAS DE SIGNOS.

Jules Verne publicó en 1864 su novela Voyage au centre de la Terre, la segunda de las entregas de una de las sagas más prolíficas y populares de la historia de la literatura de aventuras: “Los viajes extraordinarios”. Tras la entusiasta aceptación que había tenido su opera prima, la novela Cinco semanas en globo (Cinq Semaines en ballon) de 1863, esta segunda aventura convirtió a Verne en un autor popular. Era joven, estaba entusiasmado por la ciencia y por las posibilidades de progreso y nuevos horizontes que veía en el avance científico, y concedía a su prosa un ritmo ágil, cercano y divulgador, que le granjeó el cariño de miles, y más tarde millones, de lectores.

Verne se preguntó sobre cómo sería el interior de la Tierra: a mediados del siglo XIX no se conocían, como sí conocemos hoy, las interioridades de nuestro planeta. En ese momento, sólo existían “teorías”, hipótesis, que podían ser más o menos plausibles, erróneas, alucinadas o absolutamente disparatadas e irreales. Pero, en aquel momento, era totalmente lícito hacerlas, imaginarlas, sostenerlas... incluso creer en ellas. Viaje al centro de la tierra es la teoría ensoñada de un gran visionario: no acertó con la verdad científica, pero su “fantasía” CREÓ un mundo que, a pesar de no ser real, es magnífico y evocador. Y como tal tenemos que leerlo: como una licencia creativa, un ejercicio literario, más que como una teoría científica que hoy se ha demostrado ridícula.

Primero, veamos cómo pensaba la gente que era la Tierra en la época de Verne, a mediados del XIX. Aún había algunos “reticentes” o, por llamarlos muy eufemísticamente, “lentitos” que se resistían a aceptar que la Tierra fuera un planeta, con forma de globo, y defendían, ¡todavía, en pleno 1860!, que la Tierra era plana. Supongo que al llegar al borde, te caías al Espacio. Quizá cayeras en la Fundación... En fin, descubro, entre alucinado y estremecido, que... ¡aún existen! ¡Hoy! ¡En 2010! Tienen web y todo. Está en inglés y, pasadas mis risas iniciales, veo que desde la muy digna Sociedad de la Tierra Plana “sólo” estudian la “cuestión” desde una perspectiva histórica, no es que aún crean en ello... Pero bueno. Hay gente para todo.

En fin, me desvío. Estaban los que creían, os decía, que la Tierra era plana. Otros habían asumido que era un globo; uno de los más prestigiosos científicos de la época, el británico Sir Edmund Halley, coetáneo de Sir Isaac Newton, había propuesto que la Tierra era una serie de esferas concéntricas, una dentro de otra, con huecos entre ellas. Nosotros estábamos encima de la más grande, claro, la exterior. Es el modelo de Halley, que se discutió en las Universidades más prestigiosas de Europa durante muchas décadas. Surgieron otros modelos y teorías: más adelante, William Reed fue más allá diciendo que la Tierra era hueca del todo. Una inmensa corteza sin nada en su interior. Estas y otras teorías han sido refutadas científicamente. Hoy sabemos que, en realidad, con datos científicos comprobados matemática y empíricamente, el centro de la Tierra es tal como sigue:


El interior del planeta, como el de otros planetas terrestres (planetas cuyo volumen está ocupado principalmente de material rocoso), está dividido en capas. La Tierra tiene una corteza externa de silicatos solidificados, un manto viscoso, y un núcleo con otras dos capas, una externa semisólida, mucho menos viscosa que el manto y una interna sólida.

(Del artículo “Estructura interna de la Tierra”, Wikipedia.)

Esa es la Verdad. Comprobaréis que lo que imaginó Julio Verne no tiene nada que ver con esto. En su centro de la Tierra hay enormes cavernas, ríos subterráneos, inmensos mares, dinosaurios marinos, depredadores terribles... e incluso... En fin, el ejemplo de creación literaria, fuera cual fuera la intención inicial del autor, es claro. Lo que hace la novela no entraría en la Función representativa, es decir, no expone datos objetivos, no hace Ciencia, ni pretende teorizar. Mucho más cuando lo leemos nosotros, que sabemos sin atisbo de dudas – gracias a todos los que antes de nosotros dedicaron lo mejor de sus vidas al progreso humano y, entre otros, a Google y Wikipedia, que están universalizando el acceso a este avance – que el centro de la Tierra NO ES

ASÍ. Pero da igual: lo leeremos, con gran placer, como una obra literaria, que busca provocarnos placer estético y goce a través de su lectura. Es fantasía, sí. ¿Qué más da? Y espero que consiga gustaros, si os animáis a atacar su lectura.

En Viaje al centro de la Tierra hay dos protagonistas principales. Un buen muchacho, tímido y trabajador, llamado Axel, que nos narrará en primera persona la historia, y su tío, el terrible profesor Otto Lidenbrock. Sólo por conocer a este inolvidable personaje os recomendaría su lectura: gruñón, vocinglero, sabio, egoísta, lleno de una energía desbordante y casi arrolladora, el profesor Lidenbrock me arrancó muchas sonrisas, la primera de las cuáles llegó en las primeras páginas de la novela, cuando Verne nos lo describe – en boca de su sobrino – de esta forma:

Y me precipité en el despacho de mi irascible maestro. Otto Lidenbrock no es mala persona, lo confieso ingenuamente; pero, como no cambie mucho, lo cual creo improbable, morirá siendo el más original a impaciente de los hombres.

Era profesor del Johannaeum, donde explicaba la cátedra de mineralogía, enfureciéndose, por regla general, una o dos veces en cada clase. Y no porque le preocupase el deseo de tener discípulos aplicados, ni el grado de atención que éstos prestasen a sus explicaciones, ni el éxito que como consecuencia de ella, pudiesen obtener en sus estudios; semejantes detalles teníanle sin cuidado. Enseñaba subjuntivamente, según una expresión de la filosofía alemana; enseñaba para él, y no para los otros. Era un sabio egoísta; un pozo de ciencia cuya polea rechinaba cuando de él se quería sacar algo. Era, en una palabra, un avaro. […] Tal era el personaje que con tanta impaciencia me llamaba. Imaginaos un hombre alto, delgado, con una salud de hierro y un aspecto juvenil que le hacía aparentar diez años menos de los cincuenta que contaba. Sus grandes ojos giraban sin cesar detrás de sus amplias gafas; su larga y afilada nariz parecía una lámina de acero; los que le perseguían con sus burlas decían que estaba imanada y que atraía las limaduras de hierro. Calumnia vil, sin embargo, pues sólo atraía al tabaco, aunque en gran abundancia, dicho sea en honor de la verdad.

(Julio VERNE. Viaje al Centro de la Tierra, capítulo I).

El impaciente y siempre malhumorado profesor, ya podéis ver, llama a su sobrino Axel, enamorado secretamente de Grüber, la discípula de su tío. Nada más entrar, le cuenta entusiasmado que ha encontrado un bellísimo libro rebuscando entre los polvorientos estantes de un librero de viejo: mientras está extasiado alabando las virtudes del viejo ejemplar – con una bibliofilia, es decir, una pasión por los libros, con la que me identifico mucho –, se inicia la aventura: un viejo pergamino, oculto en el viejo volumen, cae a los pies de Axel y el profesor Lidenbrock.

En ese pergamino, los protagonistas observan los siguientes signos:


Ambos interpretan rápidamente que es un mensaje, que contiene una información que puede ser interpretada. Sin embargo, ya sabéis que para que haya comunicación, el emisor y el receptor deben compartir, entre otras cosas, el código. Axel y el profesor contemplan los SIGNOS rúnicos sin entenderlos. ¿Cuántos tipos de signos conocemos? Hemos visto tres: los ICONOS, que son representaciones por semejanza (fotos, dibujos realistas, etc.); INDICIOS, que son signos físicos que nos llevan al referente por deducción (el humo es un indicio, apreciable por los sentidos, de que hay fuego, el referente) y SÍMBOLOS. Los símbolos son signos que se eligen “arbitrariamente” - sin razón lógica – y que se “consensúan”, es decir, se necesita una convención entre la relación de símbolo y su referente: si el receptor no conoce esa relación, la comunicación no puede producirse.

Los signos rúnicos no se “parecen” a nada: su significado no puede interpretarse de esa forma. No dibujan formas, ni son fotografías que podamos reconocer. Descartamos que sean iconos.

¿Son indicios? Descartadísimo. Son dibujos, formas trazadas con tinta en un papel: como máximo, podríamos deducir que alguien las ha escrito, pero eso no nos aporta mensaje relevante alguno. Por tanto, no son indicios.

Queda preguntarnos si son SÍMBOLOS. En el caso de los símbolos, la relación entre el referente, en este caso, “el sentido del mensaje” y los signos empleados, las “runas” dibujadas en el pergamino debe ser arbitraria. Parece que así es. Son “letras”: casa una de ellas representa un sonido, u otra letra de otro alfabeto distinto. No obedece a necesidad alguna: quizá el autor decidió que el primer símbolo fuera como nuestra “B”. O quizá “D”, o “A”: es arbitrario, lo decide sin causa aparente. Sin embargo, hemos dicho que esta relación válida entre los símbolos y su referente (lo que significan) debe ser CONVENIDA por el emisor y el receptor. En este caso, el emisor sabía qué significaban, pero Axel y Otto no, así que no pueden entender los símbolos. Son símbolos, pero no pueden interpretarlos: no saben qué significan. Es el motivo por el que el testarudo profesor, abandona en tromba y enfurecido el despacho. Sin embargo, quizá vosotros si fuerais capaces de hacerlo: Verne lo diseñó en forma de acertijo, y sigue el curso de los pensamientos de Axel mientras va descifrándolo. ¿Seréis capaces de descifrar estos símbolos, este sistema cifrado u oculto? En caso de que pueda con vosotros, siempre podéis leer cuál es la solución que el ingenioso Axel encuentra, y las enormes aventuras que inicia con ese descubrimiento: porque, ¿sabéis?, en ese pergamino se encuentra la clave para viajar al mismísimo Centro de la Tierra. Y cuando Axel lo lee horrorizado, exclama:

-¡Ah! -exclamé dando un brinco-; no, no; ¡mi tío jamás lo sabrá! ¡No faltaría más sino que tuviese noticia de semejante viaje! En seguida querría repetirlo sin que nadie lograse detenerlo. Un geólogo tan exaltado, partiría a pesar de todas las dificultades y obstáculos, llevándome consigo, y no regresaríamos jamás; ¡pero jamás!

(Julio VERNE. Viaje al Centro de la Tierra, capítulo IV).

Cuando está a punto de destruirlo... No dejéis de descubrirlo. El viaje, que se inicia tras descifrar Axel involuntariamente el Sistema de SÍMBOLOS que hemos visto en esta entrada, es uno de los hitos de la literatura de aventuras, un clásico de todos los tiempos. Os animo a disfrutarlo. Salud y Barça.

* * * * *

Una interior cadena de suspiros

al cuello llevo crudamente echada,

y en cada ojo, en cada mano, en cada

labio dos riendas fuertes como tiros.


Miguel HERNÁNDEZ. Antología Poética.

30 octubre de 2010. Centenario del nacimiento de Miguel Hernández.

sábado, 27 de noviembre de 2010

Recursos Literarios (Vol.1) con Las Dos Torres.

Reemprendemos en esta ocasión las entradas dedicadas a la obra de J.R.R. Tolkien, El Señor de los Anillos: en este caso, el segundo libro que compone la trilogía original, Las dos torres, nos servirá como base para el primero de una serie de posts dedicados a los Recursos Literarios. En cada uno de estos posts, a los que podréis acceder siempre fácilmente desde la nube de Tags, veremos CINCO recursos literarios. En este caso, empezaremos con la METÁFORA, la COMPARACIÓN, la HIPÉRBOLE, el HIPÉRBATON y la PARADOJA. Y, como os he dicho, emplearemos Las dos torres – cuya adaptación está considerada por casi todo el mundo la más flojita (o, mejor dicho, la menos excelente) de las tres películas de Peter Jackson – para ver ejemplos de estos recursos empleados en la creación literaria. Primero, hablemos un poco del libro.

Las dos torres tiene un inicio trepidante. Los lectores habían acabado La comunidad del anillo tras la traumática y climática disolución de la Comunidad y esperaban impacientes: ¿cuál había sido la suerte de Frodo y Sam?. ¿Y la de Pippin y Merry?. ¿Lograrían alcanzar a los uruk-hais los tres Compañeros, Aragorn, Gimli y Legolas?. El libro arranca con dos partes claramente diferenciadas: en el libro III (en La comunidad del Anillo leímos los libros I y II, por lo que Tolkien concebía El Señor de los Anillos como una obra completa, conjunta), el autor nos narra como Aragorn, Gimli y Legolas persiguen a los Orcos sin conocer el destino de los dos hobbits capturados. Agotados tras una extenuante marcha de días sin descansar, los tres amigos son interceptados en las llanuras por los jinetes de Rohan al mando del altivo Éomer, fugitivo de las injusticias de su senil Rey, su tío carnal. Los uruk hai han sido exterminados, les dicen los rohirrim, pero aun así los instintos de montaraz de Aragorn conducirán a los amigos a la oscura y densa inmensidad del Bosque de Fangorn. Tras múltiples aventuras, personajes legendarios como Bárbol, el malvado Saruman o el vil Lengua de Serpiente, empezaremos a entrever la grandeza futura de Aragorn y asistiremos a escenas impresas en los altares de este género para siempre. Hacia la mitad del volumen, Tolkien retrocede en el tiempo, en el libro IV, hasta el momento de la Disolución de la Comunidad, para ocuparse entonces de la huida de Frodo Bolsón y su fiel servidor Samsagaz Gamyi hacia Mordor, donde deben lanzar el Anillo al Monte del Destino. En el libro IV se cuentan las peripecias de los hobbits por los peligrosísimos parajes del Sur, que les llevarán a atravesar Gondor, contemplar las ruinas de Osgiliath, conocer a los nobles gondorianos, orgullosos y bravos aún en sus días de decadencia, acercarse a los muros negros de Mordor, dónde reina el Señor Oscuro y, sobre todo, encontrarse con el personaje llamado a cambiar la Historia de la Tierra Media: Gollum.

Con esto doy por presentado un libro al que merece muchísimo la pena acercarse, incluso si se ha visto la película, y casi con mayor motivo, por la curiosidad de ver bajo vuestro propio criterio la Obra que inspiró unas imágenes como estas: http://www.youtube.com/watch?v=5io7KeAbi0c

Ocúpemonos pues, de los cinco recursos literarios que vamos a ver en este post:

METÁFORA.

La metáfora consiste en referirse a un elemento empleando el nombre de otro, al que se le asignan las cualidades de aquel por alguna semejanza. No hay nexo alguno de conexión entre el término empleado (B) y su referente (A): la relación es inducida por el hablante por contexto.

En el maravilloso capítulo 6 del libro III (El Rey del Castillo de Oro), Gandalf discute furioso con el rey Théoden de Rohan en el salón del trono de Meduseld. Théoden es prisionero de los conjuros de Saruman el Blanco, y quién mueve los hilos auténticamente es el traicionero Gríma, apodado por todos Lengua de Serpiente. Su propio nombre es una metáfora. Se refieren a él, Gríma (A) sin emplear su nombre, usando sólo Lengua de Serpiente (B). No hay nexo de conexión, más que la semejanza (viscosidad, traicioneros, repelencia, peligrosidad) entre este personaje y las serpientes. Pues bien, Gandalf, para referirse a él, volverá a emplear de nuevo una metáfora:


En este mismo momento [Lengua de Serpiente] está jugando un juego peligroso y gana un lance. Ya me ha hecho perder horas de mi precioso tiempo. ¡Al suelo, víbora! -dijo de súbito con una voz terrible-. ¡Arrástrate sobre tu vientre! ¿Cuánto tiempo hace que te vendiste a Saruman? (III, capítulo 6: El Rey del Castillo de Oro)


Gandalf se refiere al personaje Gríma – el referente, A – llamándole “Víbora” - el término empleado, B – , es decir, sin nombrarlo. No le dice que sea “como una víbora”, sino que lo califica directamente como tal. Por contexto, los lectores interpretamos que Gríma merece por sus cualidades ese juicio de Gandalf que le “acerca” a las serpientes: venenoso, traicionero e insidioso. Tolkien ha puesto en boca de Gandalf, por tanto, una metáfora.

COMPARACIÓN

En este sencillo recurso literario, se establece la similitud entre los dos o más elementos comparados mediante algún conector. A es como B. El conector más habitual es “como”, aunque no sea el único. ¿No tiene misterio alguno, verdad? Busquemos algún ejemplo.


Hubo un silbido agudo. Un instante después, Gollum emergió de la oscuridad en cuatro patas, como un perro errabundo que acude a una llamada. (IV, capítulo 6: El estanque vedado).


El narrador compara en este caso el primer elemento es Gollum emergiendo de la oscuridad en esa posición y el segundo, el perro errabundo. Sin mayor misterio.

HIPÉRBOLE

La hipérbole es una Exageración retórica. El autor busca impactar, la sorpresa, a través de la exageración: obviamente, no hay que leerlo literalmente, sino de forma figurada. El ejemplo que os he encontrado es ideal: Sam y Frodo se encuentran escondidos cuando asisten a una incursión Haradrim, los terribles Hombres que luchan en las filas de Mordor. Entonces irrumpe una bestia inmensa que Sam contemplará fascinado y bautizará como “olifante”. Observad la Hipérbole que emplea Tolkien en la descripción de la bestia:


Asombrado y aterrorizado, pero con una felicidad que nunca olvidaría, Sam vio una mole enorme que irrumpía por entré los árboles y se precipitaba como una tromba pendiente abajo. Grande como una casa, mucho más grande que una casa le pareció, una montaña gris en movimiento. El miedo y el asombro quizá la agrandaban a los ojos del hobbit, pero el Mûmak de Harad era en verdad una bestia de vastas proporciones, y ninguna que se le parezca se pasea en estos tiempos por la Tierra Media.(IV, capítulo 4: Hierbas aromáticas y guiso de conejo)

HIPÉRBATON

El hipérbaton es la alteración del orden lógico o corriente de los elementos sintácticos: en castellano, eso se produce cuando rompemos el esquema habitual de SUJETO + VERBO + COMPLEMENTOS. El autor busca alejar su lengua, su expresión de lo “acostumbrado” o “habitual”. Veamos este ejemplo de hipérbaton en boca del rey Théoden.


-¡Extraños poderes tienen nuestros enemigos y extrañas debilidades! -dijo Théoden-. (III, capítulo 11: El Palantir)


Como veis, Tolkien no emplea el orden habitual (hubiera sido “nuestros enemigos tienen extraños poderes”) y ha optado por complemento+verbo+sujeto. Un ejemplo válido de hipérbaton en Las dos torres. Ya llegamos al final: un último recurso literario para concluir esta entrada.

PARADOJA

La paradoja es la contraposición, buscando efectos poéticos, de dos conceptos contrapuestos en alguna medida. El ejemplo por antonomasia es el “ardiente hielo”, donde se aúnan en una imagen conceptos radicalmente opuestos como el calor y el frío. Observad este ejemplo de recurso paradójico, el último de los extraídos de Las dos torres:

El tiempo apura - dijo Gandalf, y echando atrás la cabeza, emitió un largo silbido. Tan clara y tan penetrante era la nota que a los otros les sorprendió que saliera de aquellos viejos labios barbados. (III, capítulo 5: El caballero blanco)

En fin, espero que los ejemplos hayan resultado ilustradores, las explicaciones no os dejen duda alguna y que la lectura del post, para aquellos valientes que la hayan concluido, os haga disfrutar algún día de este libro extraordinario: Las dos torres de J. R.R. Tolkien. Salud, os veo en clase.

* * * * *

Escríbeme a la lucha, siénteme en la trinchera:

aquí con el fusil tu nombre evoco y fijo,

y defiendo tu vientre de pobre que me espera,

y defiendo tu hijo.


Miguel HERNÁNDEZ, “Canción del esposo soldado”, en Viento del pueblo. (1936-37)

30 octubre de 2010. Centenario del nacimiento de Miguel Hernández.


sábado, 20 de noviembre de 2010

Los adverbios, entre la Fundación y el Imperio

En este post hablaremos sobre Fundación e Imperio (Foundation and Empire, 1952), continuación a Fundación, de la que ya os hablé en una entrada anterior, segunda parte de la trilogía de la Fundación de Isaac Asimov. Ya en aquella ocasión os ensalcé las enormes virtudes de este escritor nacido en 1920 en la entonces Unión Soviética – hoy, Bielorrusia – y nacionalizado después estadounidense, una de las figuras canónicas y clásicas en todas las clasificaciones del género de la ciencia-ficción. En la ocasión de “Fundación, una Saga con mayúsculas” empleé ejemplos de toda la trilogía, pues yo la había conocido en un único volumen editado hace poco por DeBolsillo. En este post, por el contrario, emplearemos sólo el segundo de los libros que componen la trilogía, Fundación e Imperio, para aclarar el sencillo concepto que repasaremos: los adverbios.

Un breve recordatorio: hacia el final de Fundación se habían cumplido los doscientos primeros años del Plan Seldon. Las predicciones de la psicohistoria se habían cumplido, y los dirigentes de la Fundación, desde los tiempos del ya mítico y legendario Alcalde Salvor Hardin, se habían enfrentado con éxito a las sucesivas crisis Seldon. Habían conservado su independencia frente a la pujante Anacreonte; más aún, habían extendido sus tentáculos tecnológicos enmascarados bajo una pátina religiosa. Llegó el punto de reclamar su hegemonía y someter a los Cuatro Reinos. Y la expansión había continuado, esta vez no de la mano de Misioneros, sino de los curtidos y arriesgados Comerciantes, una suerte de exploradores, príncipes mercaderes, que recorrían la Galaxia abriendo rutas comerciales y extendiendo el poderío de la Fundación. El más grande de todos ellos, por supuesto, el gran Hober Mallow. Finalmente, incluso la poderosa República de Korell se sometió a los dictados de Términus. El camino hacia el Segundo Imperio previsto por Seldon continuaba expedito.


Arranca Fundación e Imperio, y ese va a ser precisamente el enfrentamiento en torno al cual se articulará la primera parte de este magnífico libro de Asimov: la emergente Fundación es una suerte de Roma tras completar la dominación de la península itálica y presta a enfrentarse a la decadente pero aún imbatida Cartago. En este caso, los restos del Imperio Galáctico son ese León, viejo y cansado, pero aún mortífero y aplastante en su superioridad militar, económica y logística. El peligro para la Fundación es doble, pues ocupa el trono en Trántor, la colosal capital Imperial, el que será último gran Emperador, Cleón II. Además, sirve a este gran monarca un joven y competente militar, Bel Riose, llamado también a ser el último de su estirpe: los grandes Generales Imperiales, servidores de la Nave y el Sol, emblema del Trono de Trántor.

El enfrentamiento entre la Fundación y el Imperio, acaudillado por el fogoso Riose, estaba previsto en el magno plan matemático de Hari Seldon como el momento de máxima tensión, en el que habría más posibilidades de fracaso: en caso de un fracaso de la Fundación, el Plan Seldon no llegaría a cumplirse, y la última esperanza de sobrevivir al Caos y la Anarquía que sobrevendrían a la inevitable caída de ese Imperio decadente se habría desvanecido. Por ello, Asimov nos sumerge en unos acontecimientos de los que depende el destino de la Humanidad, con ese estilo al que tantos reprochan su falta de “belleza” literaria, su nulo lirismo, y su poco o nulo interés por las descripciones de usos o costumbres que se aparten de la trama principal. Todo ello es cierto, pero sus virtudes son también muchas: personajes complejos y profundos, tramas planteadas de forma policíaca, resueltas tras momentos de enigmas, intrigas o probabilidades sugeridas. Me gusta mucho leer a Asimov, es comprensible y resulta cercano, transparente, y escribe con una sobriedad que le permite introducirnos en tramas complejas, donde a veces especula sobre futuras tecnologías o adelantos desde sus profundos conocimientos científicos, sin pecar nunca de denso, rebuscado o pedante.

El enfrentamiento entre la Fundación y el Imperio, cuya resolución conoceréis si os animáis a aventuraros en las páginas de la saga, es, os decía antes, uno de los dos principales ejes de Fundación e imperio. El segundo, que ocupa la segunda parte del libro, trata sobre el surgimiento del Mulo.

El Mulo es un personaje impagable. Aunque solo fuera por él, valdría la pena haberme leído la saga de la Fundación: afortunadamente, las virtudes de esta son muchas más, pero el Mulo es un personaje que no podré olvidar jamás. Además, os diré algo: esta segunda parte de Fundación e Imperio, la referida al Mulo, es una de las más brillantes y maravillosas obras de ciencia ficción que nunca he leído. Y, por lo que he leído navegando por la red o comentando con auténticos especialistas de Asimov – impagable el servicio de asesoramiento de los encargados de la librería Gigamesh para adentrarte en la saga, o para cualquier cosa relacionada con ciencia ficción y fantasía: no dejéis de visitarla, está en Arc de Triompf, línea 1 –, no soy el único que opina así. Una pieza maestra. Inigualable. Magistral. Tremenda. Trepidante. No quiero anticiparos nada sobre el argumento: detestaría destrozarle a alguien al que le apetezca – como siempre, ahora o en cualquier otro momento, más adelante en vuestras vidas – sumergirse en Fundación e Imperio las sorpresas que les depara. Sólo comentaros algo. Os envidio: podéis leerlo por primera vez, sorprenderos por primera vez. Sois afortunados. Aprovechadlo.

Veamos ahora el concepto que ocupa esta entrada: los adverbios.

Los adverbios son palabras invariables que funcionan como núcleos de sintagmas adverbiales. Puede funcionar como Complemento Verbal (uniéndose con alguna función sintáctica, como por ejemplo C.C.M., al Sintagma Verbal – Predicado –), como Complemento de un Adjetivo (C.Adj.), cuantificándolo (muy preciosa) o como Complemento de un Adverbio (C.Adv.) respecto a otro adverbio (muy extensamente).

Los adverbios no tienen demasiado misterio. En clase os aconsejo que cuando dudéis entre la naturaleza adverbial o adjetival de una palabra, cambiadla de género (de masculino a femenino, o viceversa) o de número (de singular a plural, o al revés): en caso de poder hacerlo, serán adjetivos, pues, recordad, los adverbios son invariables.

En ocasiones alguien dice en clase: “son adverbios todos los que acaban en -mente”. Cierto en parte. Primero, por que hay algunas palabras que acaban en -mente en castellano y no son para nada adverbios: mente, demente o formas verbales como comente. Así que, precaución: cualquier adjetivo al que añadamos el sufijo -mente será, eso sí, siempre un adverbio. Segundo, hay muchos, un montón de adverbios que no acaban en -mente. ¿Está claro? Bien, por cortesía de Wikipedia y su artículo dedicado a esta incomprendida categoría gramatical (“El adverbio), aquí tenemos una lista con los principales adverbios de la lengua castellana:

Lugar: aquí, allí, ahí, allá, arriba, abajo, cerca, lejos, delante, detrás, encima, debajo, enfrente, atrás, alrededor, etc.

Tiempo [absoluto]: pronto, tarde, temprano, todavía, aún, ya, ayer, hoy, mañana, siempre, nunca, jamás, próximamente, prontamente, anoche, enseguida, ahora, mientras.

Tiempo [relativo]: antes, después, posteriormente, primeramente, primero, respectivamente.

Modo: bien, mal, regular, despacio, deprisa, así, tal, como, aprisa, adrede, peor, mejor, todos los adjetivos seguidos de -mente.

Cantidad o grado: muy, poco, muy poco, cada vez mas, mucho, bastante, más, menos, algo, demasiado, casi, sólo, solamente, tan, tanto, todo, nada, aproximadamente.

Afirmación: sí, también, cierto, ciertamente, efectivamente, claro, exacto, verdaderamente.

Negación: no, jamás, nunca, tampoco, negativamente...

Dubitativos: quizá(s), acaso, probablemente, posiblemente, seguramente, tal vez.

Un concepto sencillo, ¿no?. Practiquemos con un fragmento elegido de Fundación e Imperio de Isaac Asimov. Buscad todos los adverbios que encontréis en esta escena entre el Emperador Cleón II y su primer ministro, el astuto Brodig. Hay ejemplos de adverbios de Modo, de Lugar, de Cantidad, de Tiempo, de Negación...


El Emperador musitó una maldición, mientras Brodrig esperaba obedientemente. Cleón II preguntó con mal humor:

-¿Cuántos están esperando fuera?

Movió la cabeza en dirección a la puerta. Brodrig contestó pacientemente:

-En el Gran Salón espera el número acostumbrado.


- ¡Pues que esperen! Asuntos de estado ocupan mi atención. Di al capitán de guardia que así lo anuncie. Pero... ¡no, espera!, olvida los asuntos de estado. Que anuncie solamente que no concedo audiencias, y que lo haga además con expresión entristecida. Los chacales que hay entre ellos pueden traicionarse. -El Emperador esbozó una malévola sonrisa.

-Corre la voz, señor -dijo Brodrig con suavidad-, que es vuestro corazón lo que os causa molestias.

La sonrisa del Emperador seguía siendo malévola.

- Perjudicará más a los otros que a mí mismo si alguien actúa prematuramente según este rumor.

ASIMOV, Isaac. Fundación e Imperio (1952). Traducción de Pilar Giralt. DeBolsillo, 2010.

Espero que sólo sean las primeras de las muchas líneas que disfrutaréis leyendo la segunda parte de la trilogía de la Fundación. Ciencia-ficción de la más grande que se ha escrito jamás. Nos vemos en clase.

* * * * *

Despiértate del todo, que te veo dormido,

un pedazo del pecho y otro de la cabeza:

que aún no te has despertado como despierta un toro

cuando se le acomete con traiciones lobunas.


(Miguel HERNÁNDEZ. “Llamo al toro de España, en El hombre acecha (1938-39).)

30 de octubre de 2010. Centenario del nacimiento de Miguel Hernández.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Los sintagmas preposicionales en La Comunidad del Anillo

Lo prometido es deuda, y tras aquel kilométrico post introductorio a toda la saga, iniciemos el primer post dedicado a repasar conceptos con El Señor de los Anillos. En este caso, más bien encaminado al repaso de nuestros compañeros de primer ciclo de la ESO, recordaremos como se analizan morfosintácticamente los SINTAGMAS PREPOSICIONALES. Lo ejemplificaremos con la primera parte de esta obra mítica y canónica, titulada La comunidad del anillo (The Fellowship Of The Ring, 1954).

Empecemos pues, con los sintagmas preposicionales. Morfológicamente, sencillos: se forman con una preposición y un Sintagma Nominal (SN). Al análisis de los sintagmas nominales dedicamos ya un post anterior, así que sólo queda afianzar qué es una preposición.

Las preposiciones son unas palabras invariables – las que forman aquella inevitable e inmutable lista que ahora recordaremos – que, como nos dice su nombre, están “ante” un sintagma nominal: en una pre-posición, es decir, antes de aquel al que acompañan. En este caso, de su unión con un sintagma nominal (que en castellano, para entendernos, siempre estará a la derecha de la preposición) surgirá un Sintagma Preposicional (SP).

La lista de preposiciones oficial que sanciona la Real Academia Española es la siguiente: difiere un poco de la que todos – me incluyo – habíamos aprendido, así que mirémosla con atención.

A – ANTE – BAJO – CON – CONTRA – DE – DESDE – DURANTE – EN – ENTRE – HACIA – HASTA – MEDIANTE – PARA – POR – PRO – SEGÚN – SIN – SOBRE – TRAS – VÍA.

Veintiuna preposiciones para la lengua castellana actual. De la lista que, a fuerza de cadenciosa repetición, aprendimos muchos de nosotros, a esta, la oficial y actual, hay algunos cambios que paso a comentaros: han desaparecido las preposiciones CABE y SO. La Real Academia las considera arcaicas y en desuso; aún son correctas (cabe significa “junto a” y so se limita a frases ya lexicalizadas y fijas como so pena o so pretexto), pero no se emplean en la lengua diaria y, por tanto, dejaremos de enseñaróslas. Alguno también notará que he puesto en cursiva algunas, para llamaros la atención especialmente sobre ellas. DURANTE Y MEDIANTE, porque fueron situadas durante muchos años al final de la lista, y el colocarlas ahora en correcto orden alfabético pueden descolocar a alguien; y sobre PRO y VÍA, se implantan con fuerza y la R.A.E. ha terminado incluyéndolas: PRO significa “a favor de”, (Las declaraciones de Boromir eran pro-Gondor (a favor de Gondor)), y VÍA se emplea como “a través de” en los desplazamientos: “La Comunidad viajó de Rivendel a Lothlórien vía Moria (a través de Moria).”

Dicho esto, veamos como se analizan. Nada más sencillo. Según nuestro acostumbrado esquema de análisis sintáctico en “árbol”, compartido con las compañeras de lengua catalana, actuaremos así:

I – Identificaremos la categoría gramatical de todas las palabras.

II – En caso de encontrar una preposición, buscaremos y analizaremos en primer lugar el Sintagma Nominal que debe haber a su derecha.


III – Relacionaremos la Preposición y el Sintagma Nominal, y señalaremos el nuevo Sintagma Preposicional que ha surgido. Hemos concluido el análisis morfológico.

IV – Ese sintagma SP tendrá después alguna función sintáctica, que señalaremos más adelante, en el análisis sintáctico. (Por ejemplo, Complemento del Nombre, Complementos de Régimen Verbal, Circunstanciales, Complementos Directos de persona, etc.)

¿Ningún problema, no? Sólo queda practicar este sencillo método de análisis. Intentaré encontrar un ejemplo de cada preposición entre las páginas de La comunidad del Anillo, la primera parte de El Señor de los Anillos de J.R.R. Tolkien. Quien lo necesite, que practique. Y a todos, que os sirva como invitación a acercaros a la obra completa. Un abrazo a todos.


  • A: Ese día le tocaba a Sam hacer la primera guardia, pero Aragorn se le unió. (II, capítulo 3: El anillo va hacia el Sur)
  • ANTE: […] como gentes que habiendo golpeado una puerta para pedir un poco de agua, se encuentran de pronto ante una reina élfica, joven y hermosa, vestida con flores frescas. (I, capítulo 7: En casa de Tom Bombadil)
  • BAJO: La noche huyó bajo la Noche, ¡y el Portal está abierto!. (I, capítulo 8: Niebla en las Quebradas de los Túmulos)

  • CON: Doblaron por el sendero de Balsadera, que era recto y bien cuidado, bordeado con grandes piedras blanqueadas a la cal.(I, capítulo 5: Conspiración desenmascarada)

  • CONTRA: Apoyaron los bultos contra el terraplén y extendieron las piernas sobre el camino. (I, capítulo 3: Tres es compañía)

  • DE: Pusieron una guardia, pero no oyeron ningún ruido ni vieron ninguna señal de los enemigos.(II, capítulo 10: La disolución de la Comunidad)

  • DESDE: -¿Pero seguramente usted no lo enviará solo, señor? -gritó Sam, que ya no pudo seguir conteniéndose y saltó desde el rincón donde había estado sentado en el suelo. (II, capítulo 2: El concilio de Elrond)

  • DURANTE: Aquellos que no quieren ir más adelante pueden permanecer aquí, durante un tiempo.(II, capítulo 8: Adiós a Lorien)

  • EN: Sam estaba sentado en la hierba, cerca del linde del bosque. (I, capítulo 4: Un atajo hacia los hongos)

  • ENTRE: Como algunos de vosotros lo sabéis bien, ningún viajero con equipaje puede cruzarlo entre Lórien y Gondor, excepto en bote. (II, capítulo 7: El espejo de Galadriel)

  • HACIA: Los Elfos no tardaron en bajar por el camino, hacia el valle. (I, capítulo 3: Tres es compañía).

  • HASTA : hasta los más sordos y los más sedentarios [hobbits] comenzaron a oír cuentos extraños. (I, capítulo 2: La sombra del pasado)

  • MEDIANTE: sin ejemplos, uno sería: Gandalf se impuso en el Concilio mediante la astucia.

  • PARA: Como si esto no fuera suficiente para darle fama, el prolongado vigor del señor Bolsón era la maravilla de la Comarca.(I, capítulo 1: Una reunión muy esperada)

  • POR: Al fin Frodo supo por Sam que no habían visto otra cosa que unas formas confusas y sombrías que venían hacia ellos. (I, capítulo 12: Huyendo hacia el vado)

  • PRO: tampoco he encontrado ejemplos. El que ya os he comentado servirá: Las declaraciones de Boromir eran pro-Gondor.

  • SEGÚN: Pero a cada uno según su especie. Los hombres de corazón leal no serán corrompidos. (II, capítulo 10: La disolución de la Comunidad)

  • SIN: Algunos, sin duda, no eran sino vagabundos, siempre dispuestos a cavar un agujero en cualquier barranca y quedarse allí mientras se sintieran cómodos.(I, capítulo 9: Bajo la enseña del Poney Pisador)

  • SOBRE: El aire de Acebeda tiene algo de sano. Muchos males han de caer sobre un país para que olvide del todo a los Elfos, si alguna vez vivieron ahí. (II, capítulo 3: El anillo va hacia el Sur)

  • TRAS: -¡Gracias! -dijeron los hobbits, uno tras otro. (I, capítulo 6: El bosque viejo)

  • VÍA: la tercera que no he encontrado. De nuevo os remito a mi ejemplo: La Comunidad viajó de Rivendel a Lothlórien vía Moria.

    * * * * * * *

    Quise ser... ¿Para qué?... Quise llegar gozoso

    al centro de la esfera de todo lo que existe.

    Quise llevar la risa como lo más hermoso.

    He muerto sonriendo serenamente triste.


    (Miguel HERNÁNDEZ. “El niño de la noche, en Poemas últimos (1940-41).)

    30 de octubre de 2010. Centenario del nacimiento de Miguel Hernández.

martes, 9 de noviembre de 2010

Umbral de entrada a la Madre de Todas las Sagas: El Señor de los Anillos.

Noviembre, castañas, arrecia el frío, el maldito cambio de hora, puentes para recargar pilas. El momento propicio para asomarnos a un tótem inigualable de la literatura fantástica: El Señor de los Anillos de J.R.R.Tolkien. Durante este post no trataremos, excepcionalmente, ningún concepto de clase: no es más que un largo alegato en favor de que leáis El Señor de los Anillos. Si no os interesa, excusados quedáis, nos veremos, quizá, en algún otro post. Si os interesa algo sobre el libro que lo empezó todo, seguidme.

Dejadme haceros notar algo: muchos de vosotros, y aún más de vuestros compañeros que nunca leerán esto, conocéis casi a la perfección el universo creado por ese escritor incomparable y visionario que fue John Ronald Reuel Tolkien. Algunos podríais hablar de los Uruk-hai, sabrián deciros a los que no que esos temibles Orcos mestizos sirven a Saruman el Blanco, y reconocerán a Sauron como el Amo de la Torre de Barad-dûr, o incluso que la espada de Aragorn se llama Andúril. Tantas magníficas historias. Gandalf a lomos de Sombragris, desafiante, entre las puertas destrozadas de Minas Tirith, solo ante el Señor de los Nazgûl. La amistad que une a Gimli, el bravo y gruñón Enano con Legolas, el elegante y altivo Elfo, a pesar del rencor de muchos siglos que separa a sus dos pueblos. Los banquetes de esos insaciables y joviales hobbits entre las ruinas de Orthanc. El amor trágico entre la Princesa élfica Arwen, la más bella de entre los suyos e hija de Elrond, y el montaraz Aragorn, por cuyas venas, sin embargo, fluye sangre de Reyes. Muchas de esas historias y aún más os son familiares, os decía, pero para mi desgracia, muy pocos de vosotros habéis llegado a ellas a través de la lectura, y sí, en cambio, a través de películas y consolas u ordenadores. Que no suene a reprimenda. Nunca me oiréis una mala palabra contra las magníficas y maravillosas adaptaciones de El Señor de los Anillos. Las películas fueron un hito en la vida de todos cuantos amamos esta obra, pues, en primer lugar, por encima de superproducciones de Hollywood – que lo fueron –, fueron la obra de admiradores, de fanáticos, de gente que había leído y disfrutado a Tolkien. Peter Jackson (http://es.wikipedia.org/wiki/Peter_Jackson o página oficial en el Imdb, en inglés, http://www.imdb.com/name/nm0001392/ ) merece todo nuestro agradecimiento. Igual que lo merecen los staffs de esas películas tan tremendas o de los videojuegos inspirados en la obra, muchos de ellos de tremenda calidad, y que yo he gozado tanto o más que vosotros. Echad un vistazo a los hitos históricos entre los juegos inspirados en la saga: yo destaco los de Electronic Arts en Playstation2, el gran simulador La batalla por la Tierra Media, o los ultimísimos Conquest, que exprime el potencial de vuestras flamantes Play3, o el prometedor War In The North, con el que pretenden plantar cara a World of Warcraft: la página es muy interesante, con muchas capturas de pantalla. Y sobre la película, los tres trailers de unas obras que asombraron al mundo entre los años 2001 y 2003:






Con todo, si realmente os gustaron esas películas y disfrutasteis esos videojuegos, quería deciros que con los libros disfrutaríais tanto o más. Y ese y no otro es el humilde objetivo de esta entrada: invitaros a leer El Señor de los Anillos. Os resultaría más costoso, cierto, pero tras la perseverancia veríais que no hay película que pueda aportaros tantos detalles como un libro. Sería materialmente imposible. Ni aunque durara treinta horas. Además, leyendo tú eres el que interpreta, el que completa, el que se lo imagina. Tu lectura, la forma en que imagines una escena, puede diferir de la mía, y será perfectamente válida. Será TU Señor de los Anillos.

Ah, y si las chicas pretendéis escupirme por mi falta de sensibilidad para elegir libros, os diré que en los libros de Tolkien recuerdo, a bote pronto, tres historias de amor profundas, trágicas, apasionadas y no siempre de feliz final: la de la “Princesa rica y elfa” - Tolkien sólo se inventó lo de elfa; además de británico y genial, no pretenderéis que fuera tan original – con el “humano pobre pero que al final será Rey pero aún no se sabe”, es decir, Arwen – sí, en las pelis era la Liz Taylor, esa misma – con Aragorn, asociado por los siglos de los siglos a la alatristesca y noble figura del gran Viggo Mortenssen; la de los dos depresivos que han salido hechos picadillo de otras relaciones – no sé, esto me recuerda a cierto hombre lobo XD – y que encontrarán consuelo mutuo, el noble y buen Faramir – una amiga mía lo definió como el gondoriano “achuchable y majo”, frente al modelo “macarra y pendenciero” que representa su hermano Boromir – y la gélida, nórdica y muy rubia Éowyn. La Dama de Rohan, tierra de jinetes, abiertamente enamorada de Aragorn, que, como os he dicho, ama a Arwen. ¿Esos triángulos o cómo se llamen no os gustan?. Por último, una muestra de amor platónico, amor puro y sin contaminar por perversión alguna de la carne. Menos risas. Me refiero al flechazo descomunal e irremediable que sufre el bravo e hiperbarbudo Enano Gimli ante la Dama de Lothlórien, la Reina Élfica Galadriel, interpretada de forma inolvidable en la trilogía por Cate Blanchett . Tres historias de Amor, con mayúsculas. Cierto, en extensión no le dedica lo que, por poner ejemplo, mi amada “crepusculera” le habría dedicado. Una treintena de páginas contra cinco tochos, estimándolo por encima. Pero, imitando a las meigas, sobre el Amor en estos libros, haberlo, haylo. Y, ahora más en serio, la literatura no tiene género: vosotras podéis disfrutar estos libros tanto como cualquiera de nosotros. Y si hay alguien que haya frecuentado en algún medio – blogs, chats, comunidades, salones del cómic o el manga, quedadas para ver estrenos, etc. - a los adictos a las obras de Tolkien, sabrá que no es para nada infrecuente encontrarse a chicas entre ellos. Y que se hayan leído, con atención y por iniciativa propia y para propio gozo los libros de Tolkien, no sólo los originales de El Señor de los Anillos, sino muchos otros como El hobbit, el dificilísimo El Silmarilion, obras poéticas o de análisis, incluso, y estudios sobre el universo creado por este escritor inglés, uno de los padres indiscutibles del género de la fantasía épica. Y eso es algo a lo que no siempre alcanzan sus compañeros “fans” - disculpadme el anglicismo, pero aficionados me suena taaaan... ¿futbolero? - chicos que, muchas veces, no dejan de ser eso, chicos, y encaran con más pereza e inconstancia que ellas libros de más de 400 páginas cada uno. En fin, quiero deciros con esto que, independientemente de si se es chico o chica, El Señor de los Anillos es una obra magnífica y totalmente recomedable.


Unas palabras sobre el inicio de todo ello: las novelas de Tolkien, la propia trilogía de El señor de los anillos. Esta obra supuso un hito en la literatura anglosajona del siglo XX: empezó con inesperada popularidad, vendiendo ininterrumpidamente decenas de miles de ejemplares cada año; posteriormente, adquirió tintes globales, como obra de culto, y, finalmente, ya en los 90, explotó para el gran público con la publicidad inigualable que le concedió la excelente trilogía de películas de Peter Jackson. La primera parte de la trilogía, titulada La Comunidad del Anillo (The Fellowship Of The Ring), fue publicada por la editorial George Allen & Unwin en 1955. Era la segunda obra de aquel profesor universitario de anglosajón en Oxford, el excéntrico J.R.R. Tolkien, que ya casi había enterrado su prestigio académico tras publicar El hobbit, precuela a esta obra magna que ahora veía la luz. Si frente a El hobbit se habló de “excentricidad” o “rareza”, los calificativos fueron muchísimo más duros cuando El Señor de los Anillos fue publicado. Infantilismo, mamarrachada, cuentos juveniles para mentes atrofiadas. La crítica habló de “evasión cobarde” en un momento histórico – la Guerra Fría, los bloques capitalista y comunista a punto de lanzarse a la guerra nuclear – que, según creían, exigía una literatura seria y comprometida. No relatos infantiles de Buenos contra Malos y Magos y Elfos. A Tolkien lo machacó la crítica. Respecto a sus enemigos en la Universidad, se habló directamente de “locura” o “devaneos con las drogas, alucinaciones provocadas por opiáceos”, a los que, especulaban, el viejo profesor se habría hecho adicto tras sus heridas de guerra. Como veis, malhablados y murmuradores los hubo y habrá en la elitista Oxford, igual que en nuestro humilde Hospitalet.

A pesar de los vapuleos, ¿imagináis que pasó?. El libro gustó. Se vendió mucho, y funcionó el fenómeno “boca-a-boca”. Es increíble, y vosotros, en una época de inmediatez al segundo con Twitters, largos posts en blogs – menos risas – o actualizaciones de Facebooks o Tuentis, no podréis ya ni imaginarlo, pero fue literalmente así. Artesanal. Boca-a-boca. Alguien que se lo leyó. Le gustó. Se lo dijo a un amigo. Este le hizo caso y lo leyó. Se fue extendiendo. Alguien escribiría a favor. El entusiasmo creció. Los ejemplares volaban de las bibliotecas en cuánto eran devueltos. De repente las librerías se dieron cuenta que aquel libro salía muy bien y pidieron más “stocks” a los atónitos Allen & Unwin. Y, probablemente, al que más sorprendió este éxito fue al propio Tolkien. El Señor de los Anillos creó aficionados. Gente que disfrutó con esa fábula, con ese mundo increíble e irreal que es la Tierra Media. Hubo lecturas atentas dónde antes sólo había habido insultos, y ahora se acusó a Tolkien de fascista y racista: en Gondor son rubios y blancos, y los “perversos y cobardes” servidores de Sauron son negros y barbudos, del Sur. Nada detuvo las ventas. Tras los admiradores, llegaron los fanáticos, y, opuestos a estos, los combativos detractores. El libro se convirtió en un fenómeno. Se publicaron apéndices. Nuevos libros inspirados en la Tierra Media. Hubo fans, en la época previa a la red, comunicándose artesanalmente, mediante cartas o fanzines artesanales (fotocopiados y grapados). Años más tarde, un testarudo y apasionado joven director neozelandés batalló y planeó durante años la realización de un sueño titánico y descomunal: llevar El Señor de los Anillos al Séptimo Arte, adaptarla al cine. El resultado de su esfuerzo es bien conocido. Una de las sagas más populares de la historia, tres películas excepcionales que son fieles al espíritu del autor y un ejercicio ejemplar de plasmación en la pantalla de un mundo fantástico descrito literariamente. Eso, además de la felicidad de un inmenso número de personas, miles de millones de euros de beneficios y un escalofriante total de 17 premios Oscar. Ahí es nada.

No dejéis de animaros, ahora o en cualquier momento de vuestras vidas, a leer esta obra. Hay tantas cosas que no aparecen en los libros, o que no podréis soñar ni “ver” jamás con un mando de Play3 o XBOX en las manos. La labor de ilustradores o comunidades impresionantes – en esta bitácora sólo os enlazo algunas, pero hay miles en castellano, y aún debe ser más descomunal la comunidad en inglés – apoya nuestro “primer paso” en este universo fantástico, y lo maquilla tan bien que en ocasiones lo conocemos y disfrutamos sin habernos planteado nunca que podemos dar ese “primer paso”: leer las obras. La comunidad del anillo. Las dos torres. El retorno del Rey. Publicadas en castellano por la editorial Minotauro, que nos descubrió a los lectores en castellano esta obra impagable allá por 1977. El hispanoargentino Francisco Purrúa había fundado la editorial Minotauro en Argentina, pero se trasladó aquí, a España. En el año 77 publicó El Señor de los Anillos en castellano: había comprado sus derechos por 1.500 dólares. Lo tradujo él mismo, y firmó esa traducción con su pseudónimo: Luis Domènech. Hoy, se han vendido millones de ejemplares de la obra. Un buen negocio, ¿no os parece?.


En fin, concluyo este post tan atípico, que no ha repasado ningún concepto en particular y que no es más que una invitación a un mundo, la Tierra Media, clave en mi pasión y gusto por la fantasía épica. Dista mucho de ser perfecto, pero tiene enormes virtudes. Generaciones de nosotros lo hemos disfrutado y leído con entusiasmo durante décadas, y lo seguiremos haciendo. Si deseáis uniros a nosotros, sed bienvenidos. Os dejo un ejemplo de lo que puede hacer la pasión por una obra como ésta:

En 2009 un grupo de fanáticos de las historias de Tolkien realizó un cortometraje de cuarenta minutos titulado The Hunt for Gollum. El corto se basa en el tiempo en que Aragorn busca a Gollum bajo encargo de Gandalf, con elementos de los apéndices de la novela. Es una realización sin autorización y sin afiliación alguna, hecha con el único propósito de la diversión, según afirma su guionista y director Chris Bouchard. Contó con un presupuesto de menos de tres mil libras esterlinas (menos de 5000 euros o un millón de las antiguas pesetas) y la mayor parte de los participantes trabajaron ad honorem. (*sin cobrar salario) Se estrenó el 3 de mayo de 2009 y se encuentra disponible para verla por Internet de forma gratuita.” Pinchad en este enlace: http://www.thehuntforgollum.com/

(Del artículo “El señor de los Anillos”, Wikipedia)

El próximo post versará específicamente sobre La comunidad del Anillo, y usará el esquema habitual de tratar temas de clase. Y, sin duda, no tendrá esta monstruosa extensión. Un abrazo, hasta la próxima.

* * * * *

Para el hijo será la paz que estoy forjando.

Y al fin en un océano de irremediables huesos

tu corazón y el mío naufragarán, quedando

una mujer y un hombre gastados por los besos.


Miguel HERNÁNDEZ, “Canción del esposo”, en Viento del pueblo (1936-37).

30 octubre de 2010. Centenario del nacimiento de Miguel Hernández.