miércoles, 12 de octubre de 2011
Festividades en Qualinost: el Kentommen de Porthios
lunes, 26 de septiembre de 2011
Harry Potter os presta su libro sobre bichos raros
Hola de nuevo.
Harry Potter y el Cáliz de Fuego, 2005. Dirigida por Mike Newell, Warner Bros. |
miércoles, 27 de julio de 2011
Topografías en el Cúmulo de Alastor
Empecemos por el concepto de topografía. Intentemos, todos, apartar por un rato la cabeza del merecido descanso, y rescatemos de nuestra memoria el significado de esta palabra de origen griego: TOPOS ( τόπος ) significa “lugar”, y -GRAFÍA ( -γραφία ) designa el dibujo o la representación escrita de alguna realidad. Es decir, una topografía es la descripción de un lugar.
Es un recurso que practicamos desde el inicio de la Secundaria. Si con vuestros compañeros de primero nos conformamos con un “vistazo” superficial del lugar descrito, vuestra topografías, igual que vosotros, deben crecer – en extensión y calidad - a medida que avanzáis en la ESO.
Una topografía bien estructurada necesita de un momento previo de recopilación y selección de detalles. Comparemos el proceso de describir mediante la palabra con el de tomar una fotografía o pintar un paisaje: antes de disparar la cámara o empezar a pintar, miraréis, encuadraréis, buscaréis el mejor ángulo o los detalles que queráis resaltar. Ese paso previo es necesario también en estas descripciones.
La pregunta que a menudo surge es: ¿y qué describo? ¿En qué me fijo? Gallegueando un poco – estamos de vacaciones -, respondería con otra pregunta: ¿en qué NO te fijas? ¿Qué es lo que NO te llama la atención al mirar, en este caso, ese lugar, ese paisaje? Una topografía es un texto plenamente subjetivo: la opinión del autor no se reflejará sólo en su tratamiento de los elementos, sino en la misma selección de estos. No habrá una topografía más “correcta” que otra. Lo que a uno le llama la atención, otro ni se fijará; y lo que a otro le parezca horrible, quizá haya quien lo considere magnífico y hermoso. Con esto quiero deciros que sois plenamente libres de elegir lo que os venga en gana como materia de descripción.
En resumen, para acometer la topografía de un lugar, primero OBSERVAREMOS y seleccionaremos los elementos que queramos incluir en la descripción. ¿Qué veis? ¿Qué os llama la atención? Podemos atender al colorido, a las formas, los tamaños, la disposición en el espacio, incluso a las sensaciones, tan difíciles de captar en una imagen: el olor, los sonidos, las texturas, vuestro propio estado de ánimo en aquel lugar.
Una vez que tengamos, por así decirlo, las piezas de nuestro puzzle, será el momento de la REDACCIÓN de la topografía. Los dos principales procesos en esta redacción son los de ADJETIVAR y SITUAR. Una topografía tiene que incluir muchos y muy variados adjetivos, que, como sabéis, califican a las realidades, a los sustantivos. No seamos perezosos y no nos limitemos a los simplones “bonito”, “grande” o demás adjetivos para todo: y en caso de usarlos, no nos repitamos, y recurramos a sinónimos más adelante si tenemos que volver a aludir a la misma característica. En cuanto a la situación, los marcadores espaciales (“A un lado”, “a la izquierda”, “más allá”, “justo a mi lado”, “muy a lo lejos”, etc.) dotarán de cohesión a nuestra topografía: le explicarán al lector DÓNDE y respecto a qué están los objetos que describís. Seguid siempre un orden, como si con el bolígrafo fuerais “siguiendo” vuestra mirada. No importa si es de izquierda a derecha, de lejos a más cerca, una aproximación, empezar desde un detalle e ir alejándose... pero que haya un cierto orden lógico, para que el lector pueda hacerse una idea de la imagen que pretendemos evocar.
Esa es la estructura de una topografía. Para hacerla más interesante, qué mejor que incluir algún recurso literario: por ejemplo, comparaciones (la laguna brillaba como un espejo al sol), metáforas (se veían los destellos plateados de los delfines surcando el agua) o hipérboles (la torre era tan alta que amenazaba con llegar a las misma nubes). En los anexos del final de vuestros libros tenéis estos recursos y muchos otros bien explicados y ejemplificados.
Con estos sencillos pasos – Observación, Redacción y Embellecimiento – ya estáis listos para redactar topografías: la práctica y la lectura serán las que determinen la calidad de vuestras descripciones. Ahora nos fijaremos en la obra de Vance, de la que os explicaré brevemente el argumento, y extraeremos unas cuantas descripciones. El libro, como ya os dije al principio, se titula Alastor, y lo editó Martinez Roca en 1990 dentro de su colección Gran Super Ficción. La edición que manejo reúne los tres títulos de la trilogía y está traducida por Eduardo G. Murillo.
Creo que Los príncipes Demonio fue de los primeros libros de ciencia-ficción que leí, así que le tengo especial cariño a la obra de Jack Vance. En el caso de Alastor, el autor imaginó un cúmulo de unas treinta mil estrellas, más de tres mil planetas habitados y una población cercana a los cinco trillones de personas que están bajo la autoridad del Conáctico de Lusz, algo así como un Emperador planetario de todo el cúmulo. Vance se fijó con detalle en tres de ellos, que describió con profusión y virtuosismo en los tres libros que componen la trilogía. El primero de ellos, que trataremos hoy, se titula Trullion: Alastor 2262. Las primeras palabras de Vance sobre este planeta inician la topografía:
La cámara 2262 del Anillo de los Mundos corresponde a Trullion, el solitario planeta de una estrella enana blanca, apenas una chispa en el chorro que serpentea hacia el borde del cúmulo. Trullion es un planeta pequeño, compuesto en su mayor parte de agua, con un único y estrecho continente, Merlank, en el ecuador. […]
A ciento cincuenta kilómetros al este de Port Maheul, el espaciopuerto de la costa sur de Merlank, se encontraba la ciudad de Welgen, dedicada al comercio y famosa por su espléndido estadio de hussade. Más allá de Welgen se extienden los Marjales, una región de notable belleza. Millares de vías fluviales dividían esta zona en una miríada de islas, algunas de buenas dimensiones y otras tan pequeñas que sólo daban cabida a una choza de pescador y a un árbol al que amarraba su bote.
Paisajes fascinantes se sucedían por todas partes. Menas verdegrisáceas, pomanderos bermejoplateados y jerdines negros flanqueaban con majestuosidad las vías fluviales, dotando a cada isla de una silueta específica. […] La luz de los Marjales era pálida y delicada, y brillaba con colores demasiado efímeros y sutiles para que el ojo los captara. Por las mañanas, la niebla disimulaba las distancias; los ocasos se desplegaban en tonos matizados verde lima y lavanda. Por el agua se deslizaban esquifes y lanchas motoras; de vez en cuando pasaba el yate de un aristócrata o el transbordador que comunicaba Welgen con los pueblos de los Marjales.
Jack VANCE. Trullion: Alastor 2262. Martinez Roca, 1990. Páginas 15-16.
A Vance siempre se le ha reconocido su capacidad para imaginar y describir exóticos mundos diseminados por la Galaxia. Espero que sólo esa muestra, en el umbral mismo del libro, os anime, ahora o más adelante, a visitar esta magnífica obra de ciencia ficción. En esta topografía el autor arranca desde lo general (el planeta, en el cúmulo de Alastor) y va acercándose, primero al continente, luego a la parte sur, y finalmente a una pequeña ciudad llamada Welgen, hogar al que regresa el protagonista, Glinnes Hudson, tras diez años de servicio en La Maza, el ejército espacial al servicio del Conáctico del planeta capital Numenes. En esta topografía, Vance ejemplifica los aspectos que señalamos antes en la explicación: gran número de adjetivos variados, que os he señalado en negrita; conectores espaciales, como “A ciento cincuenta kilómetros al este”, “Por el agua” o “Más allá de Welgen”. Incluso apreciamos una metáfora, licencia poética de Vance, que os he subrayado: “apenas una chispa en el chorro que serpentea hacia el borde del cúmulo”. El chorro se refiere al gran conjunto de estrellas del cúmulo, y la chispa, al modesto brillo de la estrella de Trullion.
Espero que os haya quedado claro y que alguien se anime alguna vez a conocer la obra de Vance. Seguid pasando muy buenas vacaciones, hasta pronto.
lunes, 18 de julio de 2011
En clase - sangrienta - de mitología con Kratos
Cuanto tiempo sin vernos. En la última entrada ya me disculpé por anticipado ante lo que preveía que iba a ser una ausencia prolongada: la locura del tercer trimestre, el viaje de fin de curso y el fin de curso excedió todo eso. Ahora, con más tiempo por delante, y aprovechando el mal clima de hoy, reemprendemos la tarea del blog, apartada durante demasiadas semanas.
Hoy quería hablaros sobre una novedad que encontré el otro día en la Fnac: se titula God of War, obra de Matthew Stover y Robert E. Vardeman. El libro, editado por Timun Mas, se inspira en el título homónimo – ya sabéis, con el mismo nombre, God of War – que inauguró en marzo de 2005 una exitosísima saga de videojuegos en Playstation protagonizados por el Fantasma de Esparta, el terrible Kratos. Disfruté mucho con el juego original en la ya extinta – ¿o aún existe? - Play 2; la sucesión de combos y explosiones de sangrienta violencia con la que nos deleitaban los chicos de David Jaffe – líder del staff de God of War – convirtió al título en un clásico de los Hack and Slash casi desde su concepción. Pero por encima de todo eso, lo que me hizo fijarme en este libro fue que recordaba que el juego tenía una historia interesante, libremente inspirada en la mitología griega: la epopeya desmesurada de Kratos, su enfrentamiento con su terrible Fatum – Destino –, el papel de la Némesis, su pugna con los Dioses olímpicos, caprichosos, benévolos, generosos o vengativos e inmisericordes, cuya mayor cercanía a los defectos y virtudes humanos ya hemos visto muchas veces en la clase de Latín de 4º. Era una buena historia situada en una época que se me hace especialmente atractiva. Además, en conversaciones en clase con vuestros compañeros “jugones”, la saga de Kratos ocupaba siempre un lugar de predilección, por lo que me decidí a comprar el libro y leérmelo, empeño en el que me pilla este día encapotado.
Aún sin haberlo acabado, me atrevo a recomendaros su lectura. Prosa correcta, un ritmo bastante parecido al del videojuego original y una profusión en los detalles de las muchísimas batallas en que se sumerge nuestro belicoso protagonista; me lleva a pensar que los autores han jugado – y mucho – al título en que se inspira su juego. Pero, naturalmente, la naturaleza misma del libro permite un análisis mucho más profundo de las motivaciones, los pensamientos, los recuerdos y los actos de los protagonistas: si disfrutasteis, como yo, de este videojuego, podría gustaros conocer más sobre Kratos: su ascensión, su pasado, y como llegó a convertirse en el guerrero más temido de toda Grecia, la tragedia en el templo de Atenea y los obsesivos recuerdos y culpa que le atormentarán desde entonces. Los autores esbozan además con solvencia a los restantes personajes, resultándome especialmente interesantes los retratos de Ares y de Atenea. Fijaos, por ejemplo, en como conversan Atenea, protectora de Kratos, y Zeus, el Señor del Olimpo, sobre la desatada sed de sangre de Ares, el dios de la Guerra:
- ¿Lo ves? - dijo Atenea en voz baja -. Es tal y como te decía. Su locura crece a cada día que pasa. Si se atreve a desafiar tus órdenes, ¿habrá algo a lo que no se atreva? Padre, podría ser necesario...
- No – replicó Zeus con gravedad -. No, Ares no es tan inconsciente como para desafiarme. […] Mis hermanos y yo destruimos a los Titanes porque luchaban constantemente entre sí; su amargura por disputas antiguas y nunca olvidadas los dividió hasta que fue demasiado tarde. Los Olímpicos no correrán la suerte de los Titanes. Si hay que... destruir a Ares, no seré yo quien lo haga. Ni tú, Atenea.
La diosa agachó la cabeza de nuevo para ocultar que estaba esbozando otra sonrisa.
God of War. Página 32-33, Timun Mas.
Como veis, lo que durante el juego se nos iba esbozando durante las presentaciones o videos entre niveles, aquí se desarrolla con detalle. Kratos no es más que un instrumento, en primer momento, en una disputa entre dioses Olímpicos, en este caso, Atenea y Ares, que se sirven de los mortales para lograr sus fines. Después, según se avanza en el juego y en la novela, Kratos irá cogiendo las riendas de su destino y rehuirá el papel de títere para unos dioses que le contemplan desde las alturas y a los que entretiene de su aburrimiento eterno. Una licencia que bien podemos permitir teniendo en cuenta la naturaleza interactiva en la que se basa todo videojuego.
¿Qué podéis aprender leyendo el libro? Si a la lectura de 300 páginas durante vuestras vacaciones estivales hubiera que añadirle alguna virtud más, God of War es una buena y original introducción a la cultura clásica. Si jugar al videojuego os familiarizó a algunos de vosotros, reconocidos alérgicos a la letra escrita, con conceptos como las Parcas, las penas del Titán encadenado Atlas, la misteriosa Caja de Pandora o la petrificante mirada de Medusa, el libro de Stover y Vardeman – traducido al español por Diego de los Santos - podría acercaros a la lectura y proporcionaros grandes momentos de placer y entretenimiento. Espero que sea así.
Ojeando, y con esto acabo, la solapa de la edición, no puedo dejar de confirmar que mi impresión sobre el florecimiento actual de este género de libros basados en videojuegos, expresada en el post de Assassin's Creed, parece bastante acertada: solo Timun Mas tiene en marcha, además de este volumen de God of War, cuatro sagas inspiradas en hits de las consolas. Las correspondientes a Gears of War, de la que os hablaré muy pronto; la basada en el mundo de Halo – su primer tomo se titula La caída del Reach –; un título de Dead Space y una trilogía sobre Mass Effect. De momento, las adaptaciones parecen limitarse a juegos de aventuras, shoot'em ups, pero este género incipiente nos dará, no lo dudo, grandes y recomendables títulos en el futuro. Espero que God of War sea uno de ellos y alguno de vosotros pueda y quiera disfrutarlo este verano. Seguid pasando muy buenas vacaciones, hasta pronto.
lunes, 25 de abril de 2011
Prosopografías y Ponches Mágicos
Hoy quería hablaros de un libro de fantasía magnífico, que conocí hace ya mucho tiempo: lo vi en la estantería hace poco y lo revisé, confirmando con un criterio actual bastante más exigente que sigue siendo un libro hermoso, bien escrito y muy recomendable. Se titula El ponche mágico, y lo escribió el escritor alemán Michael Ende en 1989. Husmeando con Google he visto que en algunas versiones se titula El ponche de los deseos; poco importa la traducción, que no le hace justicia al imponente título en alemán, nada menos que Der satanarchäolügenialkohöllische Wunschpunsch.
Michael Ende fue un escritor alemán especializado en literatura juvenil y fantástica, conocido especialmente por Momo o La historia interminable. El ponche mágico, que publicó SM en 1993, dentro de su colección El Barco de Vapor (aunque mi edición, de tapa dura, es de la colección El submarino naranja, de la misma editorial), fue traducido del alemán por J.Larriba y M.Terzi.
Su argumento gira en torno a las desventuras de dos malvados, malos con malicia, aunque con un punto entre risible – que provoca risa - y exagerado tan adecuado para la literatura juvenil o infantil. El primero se llama Belcebú Sarcasmo, y es un mago de laboratorio. La novela, de 172 páginas, transcurre durante un único día, un 31 de diciembre, que los alemanes llaman San Silvestre y nosotros reconocemos mejor como Nochevieja. Arranca la obra, os decía, a las cinco de la tarde de ese día, y cada capítulo se encabeza por un reloj que nos acerca inexorable a las campanadas de Año Nuevo, a las doce de la noche. Belcebú, os decía, es un mago solitario, abyecto, con grandes poderes maléficos que emplea siempre para causar daños al mundo: epidemias, incendios, contaminación, corrupción o extinción de animales. Sin embargo, Belcebú había firmado un contrato con sus superiores infernales comprometiéndose a realizar cada año un número mínimo de catástrofes y calamidades, y ese año no había cumplido con sus “deberes” a tiempo. La novela arranca cuando un funcionario infernal – llamado Maledictus Oruga – le visita para informarle de que será secuestrado y entregado a los peores castigos infernales si no cumple con sus obligaciones antes de la medianoche de ese mismo día de San Silvestre, momento en que expira el plazo de su contrato. Si quisiéramos extraer una moraleja de las desventuras del pobre Belcebú, ya intuís por donde iría: no dejéis vuestras obligaciones – sean infernales calamidades o deberes de Semana Santa – para el último momento...
Nuestro agobiadísmo mago recibe esa misma tarde la inesperada y muy inoportuna visita de la segunda protagonista, su tía Tirania Vampir, una regordeta y estridente bruja multiplicadineros. Resulta que ella se encuentra en la misma desesperada situación de incumplimiento contractual que su sobrino, y el implacable Oruga también le ha advertido de su inminente secuestro.
La única posibilidad que ven ambos, con apenas unas horas de tiempo, es unir sus esfuerzos para crear un terrible y poderosísimo brebaje: el legendario Ponche de los Deseos. Cada uno de ellos tiene una mitad de la receta, pero ninguno confía en el otro. Aun así, no les queda más remedio que aunar esfuerzos. Resulta gracioso ver como ambos se lanzarán a colaborar pensando siempre en traicionar al otro a la menor ocasión. El ponche que se disponen a crear responde al nombre de Ponche “genialcoholorosatanarquiarqueologicavernoso”, y, además de trabar la lengua de todos aquellos que intentemos pronunciarlo, cumple a la inversa todos los deseos que se formulen si se toma antes de las campanadas de San Silvestre. Si logran conseguirlo, provocarán todos los desastres naturales, enfermedades y guerras que necesitan para cumplir con sus obligaciones y librarse, por los pelos, del castigo eterno en el Infierno.
Los otros protagonistas de la novela de Ende son, obviamente, los “buenos”: nada menos que un gato panzudo y con delirios de grandeza (se cree poco menos que Pavarotti reencarnado) llamado Mauricio di Mauro y un cuervo agorero y pesimista que responde a Jacobo Osadías. Ambos son espías enviados por el Consejo de los Animales para vigilar a sus malévolos amos, y cuando descubran los terribles planes de estos, se esforzarán por impedir que el ponche mágico pueda ser concluido a tiempo, debido a todas las catástrofes que se desencadenarían entonces.
Os invito a leer esta novela, con la que espero disfrutéis como yo hice. Tiene momentos de humor realmente brillantes, narra con genio y enorme imaginación la elaboración del poderoso ponche y traza de forma enganchante el retrato de Belcebú y Tirania, dos personajes odiosos, que desconfían de todo y de todos y que se comportan con descarado egoísmo y maldad, estresados y desesperados por eludir la amenaza de sus benefactores Infernales.
Precisamente, refrescaremos un concepto muy simple, que vimos en tercero hace poco: entre los elementos de la narración, recordaréis que os expliqué la PROSOPOGRAFÍA; se trataba de la descripción de los rasgos físicos de un personaje. Otro día nos ocuparemos de las descripciones psicológicas, las etopeyas, pero hoy vamos a ver las prosopografías de los dos protagonistas de El ponche mágico de Michael Ende. Observad:
Su alta y esquelética figura se hallaba cubierta con una bata plisada de seda verde cardenillo (este era el color preferido del Consejero Secreto de Magia). Su cabeza, pequeña y calva, parecía apergaminada, como una manzana rugosa. Sobre su nariz aguileña se asentaban unas gafas enormes de armadura negra y con unos cristales, fulgurantes y gruesos como lupas, que agrandaban sus ojos de forma poco natural. Las orejas le colgaban de la cabeza como el asa del cubo. Tenía la boca tan estrecha como si se la hubieran abierto en la cara con una navaja de afeitar. En resumidas cuentas, no era precisamente un tipo en el que se puede confiar a primera vista.
(Michael ENDE, El ponche mágico. SM, 1993, página 6)
Como veis, el autor emplea comparaciones, se fija en sus rasgos más llamativos, nos pinta colores, impresiones, para que la imagen de este siniestro Belcebú Sarcasmo cobre vida en nuestras cabezas. Vamos ahora con la prosopografía de su “estimadísima” tía, la bruja Tirania Vampir:
Su vestuario consistía en un traje de noche amarillo azufre, con muchas rayas negras, de modo que parecía una enorme avispa. (De hecho, el amarillo azufre era su color preferido.)
Iba cubierta de joyas, en incluso sus dientes eran de oro macizo y estaban empastados con brillantes. Llevaba un anillo en cada uno de sus regordetes dedos y hasta las uñas estaban lacadas en oro. Se cubría la cabeza con un sombrero que era tan grande como una rueda de coche, y en cuya ala tintineaban centenares de monedas.
(Michael ENDE, El ponche mágico. SM, 1993, página 51)
Ya habéis visto que Ende describe a sus dos protagonistas con una considerable dosis de sentido del humor. Intentar imaginarte a estos dos y que no se te escape la risa es una tarea ardua. Las prosopografías pretenden ser fotografías para los lectores, por ello debemos incluir suficientes detalles: los ojos, la cabeza, nariz, manos y uñas, estatura, complexión, cabello o ausencia de él, vestuarios, gafas, dentaduras, etc. Todo ello no está reñido con emplear imágenes poéticas, recursos expresivos como metáforas, comparaciones o hipérboles – exageraciones – para hacer más atractiva nuestra prosopografía.
Si leéis El ponche mágico podéis encontrar más prosopografías de los distintos personajes que pueblan sus páginas, como Maurizio, Jacobo, los gnomos o el mismísimo San Silvestre; y si no os gustan las propuestas de Ende, siempre podéis imaginar una propia. Es la grandeza de la literatura: tu imaginación es libre, y aunque ello exija un esfuerzo mayor que el de mero consumidor – como cuando ves la imagen en una película o serie –, puedes imaginarte a los personajes como prefieras. Practicad este recurso de las descripciones físicas y que disfrutéis El ponche mágico. Ahora sí, buen final de vacaciones, y hasta la próxima. Salud.
domingo, 24 de abril de 2011
Adverbiales Consecutivas en El Refugio
Día de resaca de libros, rosas y disfrute del final de nuestras vacaciones. Como el mal tiempo parece empeñado en alejarnos a todos de cualquier atisbo de playa o buena excursión, atendamos un poco a este espacio. Para hoy, unas palabras de elogio hacia vuestros compañeros de 4º de ESO: durante este curso han trabajado con solvencia las oraciones compuestas, y antes de emprender el viaje de fin de curso, logramos ver los nueve tipos principales que esquematizamos en un post ya bastante lejano. Esta entrada se referirá, de forma específica, al análisis de una de las subordinadas adverbiales que más fallos acarrea, las Consecutivas. Además de aclarar – espero – todos los pasos para analizarlas correctamente, hablaremos del tercer libro de una de las mejores trilogías de los Reinos Olvidados: El elfo oscuro, de R.A. Salvatore. Ese tercer libro se titula El refugio. Hay unanimidad entre mis amigos que lo han leído en que esta tercera parte es la peor de la trilogía, opinión que comparto, pero ello no implica que sea un mal libro y que no merezca la pena conocerlo: tiene más que ver con las dos extraordinarias primeras partes, La morada y El exilio, que eran simplemente excelentes. No siempre podíamos – aunque lo deseáramos – pedirle obras maestras a Salvatore. Fijémonos pues, en el argumento de El refugio, que oculto debajo del ya mencionado recurso del Spoiler – por si alguien no ha leído las primeras partes de la trilogía – y después nos centraremos en el análisis de las Subordinadas Adverbiales Consecutivas.
Si queréis saber como se salda la primera aventura fuera de la Infraoscuridad de este legendario héroe, Drizzt Do'Urden, no dejéis de leer esta culminación de la magnífica trilogía El Elfo Oscuro de R.A.Salvatore.
Tras este repaso al argumento de El refugio, extraeremos del libro algún ejemplo de oración subordinada consecutiva y lo analizaremos paso por paso. Primero, refrescemos el concepto, muy sencillo.
Las subordinadas adverbiales consecutivas expresan una CONSECUENCIA de la acción expresada en la oración principal. Es decir, en la oración principal pasa algo, se expresa algo, que tiene como consecuencia lo que expresa la subordinada.
Veamos este ejemplo, que encontré en el primer capítulo, Lecciones malolientes, en la página 628 de la edición que manejo:
Drizzt entendía la lengua goblin, pero el dialecto del gnoll era tan extraño que sólo alcanzó a entender unas pocas palabras, «amigo» y «líder» entre ellas.
Mirémosla con atención: hay una oración principal, 'el dialecto del gnoll era tan extraño'. Un gnoll es una malvada criatura, humanoide de dos metros que recuerda bastante a una hiena; pues bien, habla de una forma muy rara, con un dialecto muy incomprensible. Este hecho, expresado en la oración principal, tiene una consecuencia posterior: que Drizz casi no le entienda. Esa consecuencia es precisamente la proposición subordinada adverbial consecutiva: 'que (Drizzt) sólo alcanzó a entender unas pocas palabras'.
En las consecutivas solemos emplear dos nexos correlativos. TAN... QUE, TANTO... QUE son los más habituales. Sin embargo, la primera parte del nexo (en este caso, TAN) es, además de un nexo, un adverbio normal dentro de la oración, y debemos ponerle función como a cualquier adverbio.
Veamos como analizaríamos esta consecutiva.
1 – Primero, analizaremos las categorías gramaticales de todas las palabras:
Ánimos a los valientes que hayáis llegado hasta aquí. Aunque sólo sea por eso, echadle un vistazo al libro de El refugio buscando más consecutivas y practicad su análisis. Espero que el post haya sido de utilidad: si aún persiste alguna duda, armaos de tiza o boli y venid a verme. Un saludo, que acabéis de pasar buenas vacaciones.
domingo, 17 de abril de 2011
Semana de Dragones
A menos de una semana de celebrar Sant Jordi, permitidme una reflexión sobre el imaginario que rodea la que, para mí, es la más hermosa de las fiestas de nuestra tierra. Cualquiera que me conozca, sea por leerme o por sufrir mis clases, sabe que mi personaje favorito de entre los que pueblan el Día de la Rosa siempre será el Dragón. Unas palabras sobre estos animales majestuosos de tantas y tan variadas mitologías en este blog de fantasía épica es lo mínimo que puede esperarse en esta semana que debe acabar con libros y rosas para todos y todas.
Gracias a la Wikipedia – por cierto, os expliqué el acrónimo de ese potente y fecundo neologismo, ¿no?. WIKI significa en inglés “What I Know Is”, es decir, “Lo que Sé Es...” -, podemos ver que la figura del Dragón es una constante en muchas tradiciones mitológicas, no sólo occidentales. Sus simbolismos son muy diversos, ya que pueden llegar a representar tanto el Mal más absoluto como las más nobles y caras virtudes. A menudo han representado los mayores desafíos para los paladines o caballeros que se han enfrentado a ellos, como nuestro Sant Jordi, que no sólo podían recurrir a la fuerza bruta para contrarrestar sus muchos poderes y armas. Su nombre siempre se asocia, en cualquier caso, al Poder, a la reverencia y el terror que inspiran estos monstruos tremendos.
Yo quiero hablaros de unos Dragones distintos: los que pueblan y protagonizan la saga Dragonlance, de la que tantas veces os he hablado aquí. Con uno de estos libros leí por primera vez sobre estos animales, y la fascinación no me abandonó jamás. Y siempre los tuve como referente, quizá porque fueran los primeros, aunque después conocí a muchos más: desde el gran Smaug que protagoniza El hobbit de Tolkien, a los que sobrevuelan Faërun, el mundo de la Puerta de la Muerte, los legendarios de la Primera Edad de la Tierra Media (Ancalagon, siempre me encantó ese nombre), los de la sagas de Eragon o los de videojuegos como Warcraft o Baldur's Gate... Con todo, los Dragones de Krynn, originalmente concebidos por Weis y Hickman, serán siempre de mis predilectos. A lo largo de los libros posteriores, todos los autores del universo Dragonlance coincidieron siempre – a veces como único nexo común entre estilos y formas de escribir muy dispares – en narrar con acierto esa mezcla de temor reverencial y admiración sin límites de los habitantes de Ansalon – y a través de ellos, de los lectores – hacia esos seres que aunaban todas las virtudes y dones que pueden concebirse. Veamos algunas de esas características.
Los Dragones del mundo de Krynn son fuertes, resistentes, poseen una piel escamosa prácticamente invulnerable, exhalan terribles llamaradas – o cualquier otro tipo de perrerías, tales como nubes ácidas en el caso de los Verdes, andanadas de hielo los Blancos o descargas eléctricas los Azules –, pueden volar a grandes velocidades y poseen una cola sinuosa repleta de espinas y púas que puede azotar a enorme velocidad y con devastadores resultados. Por si fuera poco, añadidles una amenazadora boca repleta de inmensos colmillos, un apetito equivalente al de tantos dones – es decir, donde vosotros veis un hermoso caballo, ellos ven un apetecible canapé. Imaginad que pensarían si os vieran correr a vosotros... -, una longevidad de muchos siglos de vida y unos extraordinarios poderes mágicos, que les ponen sólo por debajo de los mejores Archimagos en cuanto a destrezas arcanas.
¿Demasiadas virtudes, verdad? A efectos de una serie de aventuras en las que muchas veces los protagonistas se ven abocados a desafiar a estas criaturas, pueden parecer un obstáculo demasiado insalvable.
Quizá como contrapeso, para hacer las cosas más interesantes, los Dragones de Krynn también destacan en sus defectos o carencias, muchas veces tan monstruosos o colosales como la larga lista de sus dones. En general, los Dragones maléficos, servidores de la Reina de la Oscuridad, son brutalmente individualistas, crueles y arrogantes. Rechazan unirse con sus demás congéneres dragones (excepto los Azules, los más sociables) porque siempre se consideran a sí mismos los mejores de todo Krynn. Son rencorosos, no olvidan una afrenta, y rebajarse a tener tratos con los mortales – cuando este no se reduce a incinerarlos a todos, su forma preferida de interactuación – les produce asco, hastío y repulsión. Además, son tremendamente codiciosos, y gustan de acumular enormes tesoros que acaparan... ¿por qué deben acapararlos? ¿Para ir a comprar a La Farga? Siempre me pregunté para qué le servían las monedas de oro y los diamantes a un Dragón que, obviamente, no tiene intención de comprarle nada a los insignificantes humanos. En ocasiones leí que era el brillo de los objetos preciosos y el frío tacto del oro y la plata en sus escamas lo que les atraía. Y sin embargo, nunca los vi tendidos en lechos de cristal o lentejuelas ni de burdo acero...
Eso, en cuanto a los Dragones maléficos. Otro día os hablaré sobre uno de los más perversos e interesantes con los que me he topado, un ejemplo de libro de todas las virtudes y defectos de los que os he venido hablando: Immolatus, que aparece en la tetralogía La forja de un Túnica Negra. Aún recuerdo la frase que un estremecido Par-Salian lee sobre él en El Libro de los Dragones: “...el favorito de la Reina Oscura, el gran Rojo conocido como Immolatus”.
En cuanto a los predilectos de Paladine, el Dios del Bien, los Dragones metálicos no son ni mucho menos tan crueles ni sanguinarios como sus congéneres del Mal, pero aún así son altivos, orgullosos y no gustan demasiado de tratar con los simples mortales, a los que ven como nosotros contemplamos a los animales: puede que con cariño, pero nunca ni remotamente a su nivel. La excepción, claro, está en los míticos Dragones Plateados, cuya tendencia a enamorarse de mortales y a tomar formas humanas produce las mejores y más brillantes páginas de esta saga.
Hoy no repasaremos un concepto de clase, en atención a vuestras merecidas vacaciones, pero os voy a recomendar un cuento, muy breve, y bellamente ilustrativo de todo cuanto os he contado aquí. Es uno de los mejores de cuantos he leído en las colecciones de Cuentos de la Dragonlance, bastante fecunda tras casi un cuarto de siglo de publicaciones. Se titula Los huevos de Aurora, y lo escribió uno de los primeros espadas del género, Douglas Niles; garantía de calidad. Es el último cuento de la recopilación Los dragones en guerra, supervisada por Weis y Hickman y publicada en España por Timun Mas en 1999, traducida por Marta Mabres. Podéis encontrar Los huevos de Aurora en las páginas 184 a 211: como veis, un cuento muy breve, de menos de treinta páginas, para que no me acuséis de recomendar siempre libros kilométricos, pero muy bien escrito; lo considero una inmejorable forma de conocer por primera vez a los Dragones que surcan los cielos de Krynn y, como dice el Cántico, los sueños de todos aquellos que una vez conocimos este mundo fantástico. Espero que alguien se anime a conocer a esta inolvidable hembra de Dragón Dorado llamada Aurora. Que lo disfrutéis, y paséis muy buenas vacaciones. Salud a todos.
El exilio (Libro II de El Elfo Oscuro) había acabado con uno de esos “momentazos” que se convierten en memorables para los amantes de la fantasía épica. Drizzt y sus amigos – la pantera Ghenwyvar, el enano svirfnebli Belwar Dissengulp y el pobre Clak – habían logrado sobrevivir a duras penas al último y demoníaco intento de la matrona Malicia Do'Urden – la madre de Drizzt – de exterminarlos a todos para congraciarse así con la diosa Lloth. En su último y desesperado intento, Malicia había levantado de entre los muertos al mismísimo padre de Drizzt, el antiguo maestro de armas Zaknafein, convirtiéndolo en un terrible espectro guerrero, un zin-carla, y lo había lanzado contra su propio hijo, al que Malicia odiaba más que a nada en el mundo. Sin embargo, tras las aventuras en la Infraoscuridad y la captura a manos de los odiosos ilícidos, Zaknafein había logrado resistir a la malvada voluntad de la matrona y... Por mucho que esto esté bajo la marca del spoiler, leedlo vosotros mismos en los magníficos capítulos 24 y 25 de El refugio. Vale la pena. En cualquier caso, Drizzt y sus amigos habían salvado la vida por los pelos y tras enormes peligros, y se había convencido finalmente que nunca estaría a salvo en la Infraoscuridad, pues el rencor de su familia no se extinguiría mientras quedara vivo uno solo de ellos; más aún, todos los drows de Menzoberranzan pretendían ahora la fama y gloria que supondría matar al renegado hijo de Malicia. Tras comprender esto, os decía, Drizzt decide al final de El exilio abandonar la Infraoscuridad para siempre y salir a la superficie, a los Reinos Olvidados. En El refugio R.A. Salvatore nos narra las primera peripecias de su célebre personaje en la superficie de Faërun.
La tierra a la que llegará se encuentra en el lejano Norte, aún no en el Valle del Viento Helado, pero sí más allá de Sundabar. Los problemas con los que se encuentra al principio del libro reflejan lo traumático de un cambio de vida radical, en todas sus facetas. Acostumbrado a la oscuridad perpetua de la vida bajo tierra, a Drizzt le llevan semanas soportar a duras penas la luz del Sol; todas sus prendas o armas se desvanecen al contacto con la luz del día. Todo cuanto le rodea es nuevo y desconocido para él: desde una montaña, las nubes, los animales salvajes, los árboles a las construcciones de los humanos y el ajetreo de un asentamiento “normal”. Él sólo había conocido fortificaciones en perpetuo estado de alerta ante las incursiones de los drows, y jamás había concebido una existencia plácida como la de un pastor, un comerciante o un artesano. Además, se encuentra muy solo, acompañado sólo por Ghenwyvar, como le ocurrió al iniciarse El exilio.
Sus primeros acercamientos a la gente de la superficie son catastróficos: aunque él sea, como ya sabemos, noble, justo y de buen corazón, su aspecto sigue siendo el de un Elfo Oscuro, un Drow: piel oscura, pelo blanco, estatura media y ligerísima complexión. Y en la superficie, los drows están entre las más temidas – y odiadas – criaturas de Faërun, por su interminable historial de sanguinaria y cruel violencia. Así que Drizzt sufre en sus carnes la incomprensión y el rechazo por cuestiones raciales, sin que nadie se atreva, al principio, a conocerle como individuo. Casi todos huyen gritando aterrorizados y otros, los menos, intentan matarlo en cuanto se pone a tiro de sus espadas, flechas o hechizos.
En este libro empezarán a desarrollarse rasgos que luego eclosionarán en uno de los mayores y más complejos héroes del imaginario de la saga de los Reinos Olvidados. Su recto sentido de la justicia, su estoicismo, su disposición a jugarse la vida por gente que le desprecia, sin esperar nada a cambio, una tendencia a la vida solitaria y el secreto anhelo de ser aceptado, de ser amado, que en suma mueve a todas las criaturas de este y otros tantos mundos fantásticos.
Muy pronto, los rumores sobre la aparición de un drow en la superficie llegarán a aventureros avezados, como el grupo de Paloma Garra de Halcón; pero también a un grupo de malvadas criaturas, encabezadas por un cachorro de barje – un diablo menor – y su gigante de la colina doméstico, que intentarán que las culpas de sus pillajes, robos y asesinatos caiga sobre la mala fama de Drizzt Do'Urden. El conflicto está servido. No está mal como bienvenida a su nuevo “hogar”.
Con todo, el personaje clave de El refugio se llama Montolio. Se trata de un antiguo y anciano vigilante, servidor de la diosa Mielikki, que se había retirado a una vida de ermitaño retirado. Será Montolio el que por primera vez vea las auténticas virtudes y valor de Drizzt, y paradójicamente, lo hará sin necesidad de ojos, pues se había quedado ciego mucho tiempo atrás. Gracias a él, Drizzt aprenderá a sobrevivir, los aspectos fundamentales de la vida en Faërun. Será, a un tiempo, mentor, maestro, amigo y padre.