Minas Tirith: Ciudad de Reyes

sábado, 20 de noviembre de 2010

Los adverbios, entre la Fundación y el Imperio

En este post hablaremos sobre Fundación e Imperio (Foundation and Empire, 1952), continuación a Fundación, de la que ya os hablé en una entrada anterior, segunda parte de la trilogía de la Fundación de Isaac Asimov. Ya en aquella ocasión os ensalcé las enormes virtudes de este escritor nacido en 1920 en la entonces Unión Soviética – hoy, Bielorrusia – y nacionalizado después estadounidense, una de las figuras canónicas y clásicas en todas las clasificaciones del género de la ciencia-ficción. En la ocasión de “Fundación, una Saga con mayúsculas” empleé ejemplos de toda la trilogía, pues yo la había conocido en un único volumen editado hace poco por DeBolsillo. En este post, por el contrario, emplearemos sólo el segundo de los libros que componen la trilogía, Fundación e Imperio, para aclarar el sencillo concepto que repasaremos: los adverbios.

Un breve recordatorio: hacia el final de Fundación se habían cumplido los doscientos primeros años del Plan Seldon. Las predicciones de la psicohistoria se habían cumplido, y los dirigentes de la Fundación, desde los tiempos del ya mítico y legendario Alcalde Salvor Hardin, se habían enfrentado con éxito a las sucesivas crisis Seldon. Habían conservado su independencia frente a la pujante Anacreonte; más aún, habían extendido sus tentáculos tecnológicos enmascarados bajo una pátina religiosa. Llegó el punto de reclamar su hegemonía y someter a los Cuatro Reinos. Y la expansión había continuado, esta vez no de la mano de Misioneros, sino de los curtidos y arriesgados Comerciantes, una suerte de exploradores, príncipes mercaderes, que recorrían la Galaxia abriendo rutas comerciales y extendiendo el poderío de la Fundación. El más grande de todos ellos, por supuesto, el gran Hober Mallow. Finalmente, incluso la poderosa República de Korell se sometió a los dictados de Términus. El camino hacia el Segundo Imperio previsto por Seldon continuaba expedito.


Arranca Fundación e Imperio, y ese va a ser precisamente el enfrentamiento en torno al cual se articulará la primera parte de este magnífico libro de Asimov: la emergente Fundación es una suerte de Roma tras completar la dominación de la península itálica y presta a enfrentarse a la decadente pero aún imbatida Cartago. En este caso, los restos del Imperio Galáctico son ese León, viejo y cansado, pero aún mortífero y aplastante en su superioridad militar, económica y logística. El peligro para la Fundación es doble, pues ocupa el trono en Trántor, la colosal capital Imperial, el que será último gran Emperador, Cleón II. Además, sirve a este gran monarca un joven y competente militar, Bel Riose, llamado también a ser el último de su estirpe: los grandes Generales Imperiales, servidores de la Nave y el Sol, emblema del Trono de Trántor.

El enfrentamiento entre la Fundación y el Imperio, acaudillado por el fogoso Riose, estaba previsto en el magno plan matemático de Hari Seldon como el momento de máxima tensión, en el que habría más posibilidades de fracaso: en caso de un fracaso de la Fundación, el Plan Seldon no llegaría a cumplirse, y la última esperanza de sobrevivir al Caos y la Anarquía que sobrevendrían a la inevitable caída de ese Imperio decadente se habría desvanecido. Por ello, Asimov nos sumerge en unos acontecimientos de los que depende el destino de la Humanidad, con ese estilo al que tantos reprochan su falta de “belleza” literaria, su nulo lirismo, y su poco o nulo interés por las descripciones de usos o costumbres que se aparten de la trama principal. Todo ello es cierto, pero sus virtudes son también muchas: personajes complejos y profundos, tramas planteadas de forma policíaca, resueltas tras momentos de enigmas, intrigas o probabilidades sugeridas. Me gusta mucho leer a Asimov, es comprensible y resulta cercano, transparente, y escribe con una sobriedad que le permite introducirnos en tramas complejas, donde a veces especula sobre futuras tecnologías o adelantos desde sus profundos conocimientos científicos, sin pecar nunca de denso, rebuscado o pedante.

El enfrentamiento entre la Fundación y el Imperio, cuya resolución conoceréis si os animáis a aventuraros en las páginas de la saga, es, os decía antes, uno de los dos principales ejes de Fundación e imperio. El segundo, que ocupa la segunda parte del libro, trata sobre el surgimiento del Mulo.

El Mulo es un personaje impagable. Aunque solo fuera por él, valdría la pena haberme leído la saga de la Fundación: afortunadamente, las virtudes de esta son muchas más, pero el Mulo es un personaje que no podré olvidar jamás. Además, os diré algo: esta segunda parte de Fundación e Imperio, la referida al Mulo, es una de las más brillantes y maravillosas obras de ciencia ficción que nunca he leído. Y, por lo que he leído navegando por la red o comentando con auténticos especialistas de Asimov – impagable el servicio de asesoramiento de los encargados de la librería Gigamesh para adentrarte en la saga, o para cualquier cosa relacionada con ciencia ficción y fantasía: no dejéis de visitarla, está en Arc de Triompf, línea 1 –, no soy el único que opina así. Una pieza maestra. Inigualable. Magistral. Tremenda. Trepidante. No quiero anticiparos nada sobre el argumento: detestaría destrozarle a alguien al que le apetezca – como siempre, ahora o en cualquier otro momento, más adelante en vuestras vidas – sumergirse en Fundación e Imperio las sorpresas que les depara. Sólo comentaros algo. Os envidio: podéis leerlo por primera vez, sorprenderos por primera vez. Sois afortunados. Aprovechadlo.

Veamos ahora el concepto que ocupa esta entrada: los adverbios.

Los adverbios son palabras invariables que funcionan como núcleos de sintagmas adverbiales. Puede funcionar como Complemento Verbal (uniéndose con alguna función sintáctica, como por ejemplo C.C.M., al Sintagma Verbal – Predicado –), como Complemento de un Adjetivo (C.Adj.), cuantificándolo (muy preciosa) o como Complemento de un Adverbio (C.Adv.) respecto a otro adverbio (muy extensamente).

Los adverbios no tienen demasiado misterio. En clase os aconsejo que cuando dudéis entre la naturaleza adverbial o adjetival de una palabra, cambiadla de género (de masculino a femenino, o viceversa) o de número (de singular a plural, o al revés): en caso de poder hacerlo, serán adjetivos, pues, recordad, los adverbios son invariables.

En ocasiones alguien dice en clase: “son adverbios todos los que acaban en -mente”. Cierto en parte. Primero, por que hay algunas palabras que acaban en -mente en castellano y no son para nada adverbios: mente, demente o formas verbales como comente. Así que, precaución: cualquier adjetivo al que añadamos el sufijo -mente será, eso sí, siempre un adverbio. Segundo, hay muchos, un montón de adverbios que no acaban en -mente. ¿Está claro? Bien, por cortesía de Wikipedia y su artículo dedicado a esta incomprendida categoría gramatical (“El adverbio), aquí tenemos una lista con los principales adverbios de la lengua castellana:

Lugar: aquí, allí, ahí, allá, arriba, abajo, cerca, lejos, delante, detrás, encima, debajo, enfrente, atrás, alrededor, etc.

Tiempo [absoluto]: pronto, tarde, temprano, todavía, aún, ya, ayer, hoy, mañana, siempre, nunca, jamás, próximamente, prontamente, anoche, enseguida, ahora, mientras.

Tiempo [relativo]: antes, después, posteriormente, primeramente, primero, respectivamente.

Modo: bien, mal, regular, despacio, deprisa, así, tal, como, aprisa, adrede, peor, mejor, todos los adjetivos seguidos de -mente.

Cantidad o grado: muy, poco, muy poco, cada vez mas, mucho, bastante, más, menos, algo, demasiado, casi, sólo, solamente, tan, tanto, todo, nada, aproximadamente.

Afirmación: sí, también, cierto, ciertamente, efectivamente, claro, exacto, verdaderamente.

Negación: no, jamás, nunca, tampoco, negativamente...

Dubitativos: quizá(s), acaso, probablemente, posiblemente, seguramente, tal vez.

Un concepto sencillo, ¿no?. Practiquemos con un fragmento elegido de Fundación e Imperio de Isaac Asimov. Buscad todos los adverbios que encontréis en esta escena entre el Emperador Cleón II y su primer ministro, el astuto Brodig. Hay ejemplos de adverbios de Modo, de Lugar, de Cantidad, de Tiempo, de Negación...


El Emperador musitó una maldición, mientras Brodrig esperaba obedientemente. Cleón II preguntó con mal humor:

-¿Cuántos están esperando fuera?

Movió la cabeza en dirección a la puerta. Brodrig contestó pacientemente:

-En el Gran Salón espera el número acostumbrado.


- ¡Pues que esperen! Asuntos de estado ocupan mi atención. Di al capitán de guardia que así lo anuncie. Pero... ¡no, espera!, olvida los asuntos de estado. Que anuncie solamente que no concedo audiencias, y que lo haga además con expresión entristecida. Los chacales que hay entre ellos pueden traicionarse. -El Emperador esbozó una malévola sonrisa.

-Corre la voz, señor -dijo Brodrig con suavidad-, que es vuestro corazón lo que os causa molestias.

La sonrisa del Emperador seguía siendo malévola.

- Perjudicará más a los otros que a mí mismo si alguien actúa prematuramente según este rumor.

ASIMOV, Isaac. Fundación e Imperio (1952). Traducción de Pilar Giralt. DeBolsillo, 2010.

Espero que sólo sean las primeras de las muchas líneas que disfrutaréis leyendo la segunda parte de la trilogía de la Fundación. Ciencia-ficción de la más grande que se ha escrito jamás. Nos vemos en clase.

* * * * *

Despiértate del todo, que te veo dormido,

un pedazo del pecho y otro de la cabeza:

que aún no te has despertado como despierta un toro

cuando se le acomete con traiciones lobunas.


(Miguel HERNÁNDEZ. “Llamo al toro de España, en El hombre acecha (1938-39).)

30 de octubre de 2010. Centenario del nacimiento de Miguel Hernández.

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