Minas Tirith: Ciudad de Reyes

miércoles, 23 de marzo de 2011

Minotauros en la Dragonlance

A menudo hemos hablado en clase sobre el Mito del Minotauro. Como sabéis, la esposa del malvado rey Minos concibió un hijo con un toro – no especulemos sobre el proceso –, y de tal unión surgió el Minotauro, un hombre de enormes dimensiones con cabeza de toro. Para ocultar a tal engendro y divertirse mientras saciaba su hambre devorando atenienses, Minos ordenó al célebre ingeniero Dédalo que construyera un Laberinto. Y en el centro moraba el terrible Minotauro, alimentándonse de aquellos desventurados perdidos que intentaban encontrar la salida en aquel tortuoso edificio. Allí permaneció hasta caer en manos del heroico Teseo, que había entrado al Laberinto guiado por el hilo de Ariadna, la bellísima hija de Minos que se había enamorado de él.

En el post de hoy veremos que los Minotauros son una criatura mitológica y legendaria común en muchos mundos de fantasía épica: Warhammer, Reinos Olvidados o la Dragonlance. Hoy hablaré un poco sobre estos últimos, pues son los que más conozco. Los minotauros del mundo de Krynn son toda una raza, los elegidos del dios Sargonnas, El de los Grandes Cuernos; el Dios Minotauro había sido el consorte de la Reina de la Oscuridad, y sus hijos nacieron esclavizados por los Ogros. Con el tiempo, los Ogros cayeron en decadencia, el poder de los Minotauros aumentó y finalmente se libraron de sus cadenas, huyendo hacia el salvaje noreste, a los reinos de Mithas y Karnay. El cataclismo podría haber acabado con esta combativa raza, pues tras la hecatombe se encontraron viviendo en islas, Mithas y Karnay, separadas del continente y enfrentados al terrible Remolino del Mar Sangriento de Istar.


Esto no amilanó a los Minotauros, que se adaptaron admirablemente a sus nuevas necesidades: se convirtieron en los mejores marineros de Krynn; sus buques de guerra eran temidos en todos los mares, y a ello se aunaba su terrible destreza en la batalla y la formidable resistencia que les confería su condición de hombres-toro. Durante siglos, se fortalecieron, pero, salvo contadísimas excepciones – como la del legendario Kaz el Minotauro, del que hablaremos otro día - eran prácticamente desconocidos para la gente corriente de Krynn de la época de la Guerra de la Lanza. Hoy os voy a hablar de un texto considerablemente raro pero muy útil como “introducción” a las razas legendarias de Krynn. Se llama “El manuscrito de Dunstan VanEyre”, y es un relato de 98 páginas incluido en los Apéndices de la Dragonlance, editados por Margaret Weis y Tracy Hickman y publicados en España por Timun Mas en 1990. El libro es un glosario de curiosidades sobre la saga, y se concibió para leerse tras las Crónicas y las Leyendas de la Dragonlance: de lo contrario, leeríais detalles de la trama que constituirían todo un spoiler.

El relato del que os hablaba, el Manuscrito de Dunstan VanEyre – páginas 145 a 243 en la edición que empleo – narra las peripecias de un par de jóvenes escribas, enviados de Astinus de Palanthas, en busca de información. El relato se convierte en una sucesión de aventuras y entrevistas en las que ambos estudiosos – el intrépido Wensel y el sensato Dunstan – recopilan información sobre las razas de Krynn de las que no se había ocupado el Esteta Bertrem. El fragmento que me interesa es el referido a los minotauros: como no podía ser de otra forma, nuestros desventurados protagonistas son capturados por unos buques de guerra de Mithas y Karthay cerca de Schallsea, tras un brutal abordaje a la nave que les transportaba, la Danzarina de las Olas. Tras embaucar al capitán de la tripulación, Dunstan y Wensel se lanzan a una entrevista regada con aguardiente enano con el enorme minotauro, en la que le cuestionan sobre los aspectos más relevantes de su pueblo.

De la entrevista con el capitán Mardas, Dunstan extrae muchas conclusiones: son un pueblo de guerreros, brutal y violento; su emperador se elige en la arena, a la manera de los gladiadores romanos, por lo que gobierna el más fuerte. Se consideran superiores a los insignificantes humanos y demás razas inferiores, pero toleran su compañía cuando puedan sacar provecho. Adoran a Sargonnas, y se creen llamados a dominar el mundo. Además, su pericia como marineros les ha hecho extenderse más allá del continente de Ansalon, a ultramar. Se vanaglorian de su superioridad , en suma, en todos y cada uno de los aspectos de su existencia.Como habéis podido deducir, los minotauros están encantados de conocerse a sí mismos. Son una fuerza brutal en la batalla, pero también son conocidos por pendencieros, crueles, cabezotas y, en ocasiones, poco ágiles de pensamiento. Pero de vez en cuando nos encontramos con otros personajes fascinantes entre el pueblo de Sargas: respetuosos con un estricto y personalísimo sentido del honor y de la lealtad; valientes, rayando a veces la temeridad, y abiertos a reconocer, pese a que sea a regañadientes, las virtudes y hazañas de los restantes habitantes de Krynn. Y en la vasta galería de Héroes del mundo de Krynn reconocemos sin duda a algunos de los hombres-toro más célebres: Kaz, el compañero de Huma, Caballero de Solamnia; o Galdar, amigo leal de Mina, la Elegida del Único.

Hay numerosos relatos y cuentos en la saga Dragonlance en la que veréis a esta criatura fantástica surgida, no lo olvidéis, de la mitología grecolatina. El hijo de Minos es el antecedente a todos los Minotauros que pueblan los mundos de Krynn o Faerün. Antecedentes clásicos en libros de fantasía juvenil: qué cosas tiene la vida. Espero que os haya gustado y os animéis a leer el relato de Dunstan sobre los minotauros y las restantes razas de Krynn. Pasaréis un buen rato, os lo garantizo; estos Apéndices de la Dragonlance son un recomendable libro de miscelánea y curiosidades para los amantes de esta colección. Hasta la próxima.

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