Minas Tirith: Ciudad de Reyes

viernes, 25 de marzo de 2011

El "SE" impersonalizador en La cruzada de las Máquinas


Demasiados días de la mano de Elfos, Magos y criaturas legendarias, ¿no os parece? Es hoy buen momento para retomar una trilogía de la que ya os hablé el año pasado: las Leyendas de Dune. Si en aquel ya lejano post repasábamos las palabras compuestas con la primera parte de la trilogía, La Yihad Butleriana, hoy rescatamos el segundo libro de la saga, titulado La cruzada de las máquinas y obra, de nuevo, de Brian Herbert – el hijo del autor original de Dune, Frank Herbert – y Kevin J. Anderson. En España lo editó DeBols!llo, la línea económica de Mondadori, en 2007; está espléndidamente volcado al castellano por Encarna Quijada.

Hablando de una segunda parte, resulta casi innecesario decir esto, pero por si acaso, no está de más: tenéis que haber leído primero La Yihad Butleriana para enteraros del libro que hoy nos ocupa aquí. Si no os gustó la primera parte, o no la habéis leído, este post tiene muy poquito sentido para vosotros, aparte del recurso que refrescaremos hoy con algunos ejemplos del libro: las oraciones impersonales con “SE”. En cualquier caso, nunca está de más ensayar nuevos recursos, y para el habitual repaso sobre el argumento de este libro de ciencia ficción, emplearé la función del Spoiler, y de paso os explicaré este neologismo y anglicismo que nos ha traído la era 2.0.

En los blogs, foros y demás interacciones en la Red, se denomina SPOILER a aquel que – involuntariamente o no, los hay con muy mala baba – desvelan el final o detalles de la trama de alguna obra: “chafadores” de finales y destripadores de misterios. Pues bien, para evitar caer en esta incómoda e impopular categoría, Blogger nos permite “ocultar” parte del contenido de un artículo bajo un tag de Spoiler: así, el interesado puede acceder al “contenido oculto” con un solo clic, pero a sabiendas de que puede encontrarse detalles relativos a la obra o saga sobre la que está leyendo. Tú ya le habrás avisado, lo que haga es cosa suya. Es una norma de cortesía que os recomiendo usar cuando seáis, no consumidores, sino generadores de contenido en Internet. Si empleáis Blogger como yo, podéis aprender como introducir Spoilers en vuestro blog en este enlace.

Como os decía, veamos primero el argumento de La cruzada de las Máquinas.

AVISO DE SPOILER


Siguiendo con la múltiple perspectiva que ya habían ensayado en La Yihad Butleriana, Herbert y Anderson nos llevan a través de la terrible guerra entre humanos libres y las Máquinas Pensantes de Omnius. La Yihad, o Cruzada contra las Máquinas, se encendió tras el brutal e inhumano asesinato del pequeño hijo de Serena Butler a manos del robot Erasmo, y ya le ha costado a la humanidad millones de vidas como tributo. La Tierra ha sido arrasada, los yihadistas se han diseminado por el Universo luchando contras la fría y eficaz inteligencia asesina de los siervos de Omnius. Han pasado veinticinco años desde el final del primer libro, y nada indica que tan colosal conflicto tenga visos de acabar.

Siguiendo el patrón del Dune original – no hablamos de calidad ni excelencia -, en La cruzada de las máquinas se suceden los episodios, breves e introducidos por una cita inventada pero coherente, donde se nos regalan frescos de los distintos escenarios y situaciones del Universo humano: la tormentosa relación dentro de la Yihad de Vorian Atreides y Xavier Harkonnen, aún condicionados ambos por la presencia recluida y monacal de Serena; la vida de los esclavos zensunnies, oprimidos, que se debaten entre la fe no violenta de Ishmael y el violento activismo de Aliid; la vida de los montagusanos de Selim, el joven expulsado de su sietch con injusticia que aprendió a domar a los inmensos gusanos de arena de Arrakis, el planeta desértico, a los que él y los suyos veneran como Shai-Hulud. Para todos los que leímos fascinados sobre los Fremen, es gratificante poder asistir a la génesis del “pueblo”, de su cultura, de su relación con los gusanos, el origen de todo lo que diez mil años después daría lugar a la trama del Dune original.

Además, no faltarán en este libro las tramas políticas, siempre con ese miserable manipulador de Iblis Ginjo a la cabeza, dispuesto a emplear el justo empeño yihadista en beneficio propio; sus movimientos, como la creación de esa inquietante Yipol y su séquito de sicarios – definición más justa que la de colaboradores –, nos dibujan a un autoritario y poco escrupuloso político al frente del empeño humano por librarse de Omnius. Es interesante también la intervención de los Pensadores y los avances hacia instituciones que los lectores del Dune original ya conocemos: por ejemplo, los prestigiosos médicos Suk, cuyo distintivo lucirá milenios después el doctor Yueh; los maestros de armas de Ginaz; o los inventos que revolucionarán algún día los viajes espaciales, de la mano del prodigioso genio de Norma Cenva.

El personaje, esta joven maravillosa, Norma Cenva, retratada por los autores con profusión, especialmente en su relación con su bella y arrogante madre, la hechicera Zufa y el amante de esta, Aurelius Venport, fue mi hallazgo preferido en este libro, pero tiene muchas otras virtudes si os gusta esta magnífica saga de ciencia ficción.


Todos estos personajes, por supuesto, añadirán a sus tribulaciones e historias personales el peligro común, amenaza vertebradora para todos los Humanos libres, de la Cruzada contra Omnius. La supermente, junto a sus creadores y ahora esclavos Titanes y su poliédrico e independiente consejero Erasmo, planea la extinción de la raza humana por simples razones de eficiencia. Los fríos cálculos de su lógica no tienen nada que ver con rencor, venganza o ansias de conquista: sus cálculos dicen que el Universo funcionaría mucho mejor sin humanidad en él. La lucha entre esas dos voluntades (aniquilación y supervivencia) impregna cada página de este fresco sobre un mundo fascinante, originalmente ideado por el norteamericano Frank Herbert hace menos de medio siglo. No os lo perdáis. En el futuro, concluiremos nuestra introducción a esta trilogía de las Leyendas de Dune con un post dedicado a su tercer y último libro, La batalla de Corrin.

En cuanto al concepto de clase que quería ver hoy, se trata de un tipo de Oraciones impersonales, que hemos estado estudiando estos días en 3º de ESO. Recordaremos el uso del “se” impersonalizador empleando algunos ejemplos de La cruzada de las máquinas.

Como dijimos, las oraciones impersonales son aquellas que no tienen SUJETO. Tened cuidado: no aquellas en las que no aparece el sujeto, pero sí que lo tienen, aunque sea elíptico, no explícito; solo las que no tienen sujeto en ninguna parte, ni siquiera escondido.

Entre las oraciones impersonales que vimos estaba una construcción sintáctica que emplea el pronombre “SE” como marca de impersonalización. Las razones de este proceso no tienen que ver con la sintaxis: por algún motivo, al hablante le interesa apartar la atención del verdadero sujeto de la acción (que lo hay) y opta por ocultarlo detrás de ese pronombre inocentón, el “SE”. En clase os lo explico con el ejemplo del jarrón. Os habéis cargado de un balonazo el jarrón chino de metro veinte de vuestra madre. Cuando llegue, podéis optar por una valentía suicida, y admitir vuestra condición de sujetos rompe-jarrones:


(Yo) He roto tu jarrón favorito.


o emplear esta estructura de la que hablamos, y convertir la explicación en una oración impersonal, sin sujeto:


Se ha roto tu jarrón favorito.


Casi siempre me decís que eso no os libraría de una probable y merecida explosión de furia, pero no nos confundamos: podéis saber hacer muy bien oraciones impersonales, pero nuestras madres no tienen ni un pelo de tontas.

Veamos un ejemplo de oración impersonales con “se” extraída de La cruzada de las máquinas:


Lord Bludd se sentía satisfecho; SE habían contratado todos los esclavos necesarios para la construcción y acondicionamiento del hangar.


Como veis, ese miserable y enriquecido noble de Poritrin declina “ensuciarse” las manos, y prefiere pensar que él no ha contratado a esclavos: “se” han ocupado de ello, en abstracto. ¿Quiénes? La oración es impersonal precisamente porque al emisor no le interesa focalizar la atención en el sujeto, sino en el objeto: precisamente, para el gordinflón y sibarita lord Niko Bludd los esclavos zensunníes son eso, objetos. En este caso, “todos los esclavos necesarios...” es el Complemento Directo de “habían contratado”. La oración no tiene sujeto, y la analizaríamos así: tras el SV, Oración Impersonal. Otro ejemplo:


- Los yihadíes y los mercenarios – dijo Serena – no son los únicos que luchan en nuestra guerra santa. Es hora de que SE reconozca y bendiga a otros que nos aportan tantas contribuciones...


En este caso, Serena Butler impersonaliza la frase porque quiere expresar que lo importante no es el Sujeto (tendría que ser una acción de toda la humanidad), sino las acciones expresadas por los verbos (reconocimiento y bendiciones) y el destinatario de las mismas ("a otros que..." sería el CD de persona). Oculta tras el SE está la idea del sujeto, así que de nuevo estamos ante una oración impersonal.

Es importante otra cosa: tampoco pensemos ahora que siempre que veamos un “SE” estamos ante una oración impersonal. Ya sabéis que es un pronombre muy común, por ejemplo, en las oraciones Pasivas reflejas, que sí tienen sujeto y no tienen nada que ver con la impersonalidad:


Ahora, gracias a los manejos políticos y a la avaricia de Holtzman, [Tuk Keedair] debería afeitarSE la cabeza.

En este caso, el sujeto, Tuk, realiza la acción de afeitar y es a la vez el destinatario o Complemento Indirecto de la misma, expresado en el SE fijado como sufijo al verbo. Ya lo habéis visto: con atención y teniendo claras las estructuras, la sintaxis no tiene dificultad.

Hay más ejemplos de la estructura sintáctica que hemos estudiado en estas páginas de ciencia ficción. Espero que las visitéis, con ese fin o simplemente por pasar un buen rato, y que el concepto de las Impersonales con el pronombre “SE” esté claro. Ante cualquier duda, ya sabéis. Hasta la próxima, buen fin de semana.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Minotauros en la Dragonlance

A menudo hemos hablado en clase sobre el Mito del Minotauro. Como sabéis, la esposa del malvado rey Minos concibió un hijo con un toro – no especulemos sobre el proceso –, y de tal unión surgió el Minotauro, un hombre de enormes dimensiones con cabeza de toro. Para ocultar a tal engendro y divertirse mientras saciaba su hambre devorando atenienses, Minos ordenó al célebre ingeniero Dédalo que construyera un Laberinto. Y en el centro moraba el terrible Minotauro, alimentándonse de aquellos desventurados perdidos que intentaban encontrar la salida en aquel tortuoso edificio. Allí permaneció hasta caer en manos del heroico Teseo, que había entrado al Laberinto guiado por el hilo de Ariadna, la bellísima hija de Minos que se había enamorado de él.

En el post de hoy veremos que los Minotauros son una criatura mitológica y legendaria común en muchos mundos de fantasía épica: Warhammer, Reinos Olvidados o la Dragonlance. Hoy hablaré un poco sobre estos últimos, pues son los que más conozco. Los minotauros del mundo de Krynn son toda una raza, los elegidos del dios Sargonnas, El de los Grandes Cuernos; el Dios Minotauro había sido el consorte de la Reina de la Oscuridad, y sus hijos nacieron esclavizados por los Ogros. Con el tiempo, los Ogros cayeron en decadencia, el poder de los Minotauros aumentó y finalmente se libraron de sus cadenas, huyendo hacia el salvaje noreste, a los reinos de Mithas y Karnay. El cataclismo podría haber acabado con esta combativa raza, pues tras la hecatombe se encontraron viviendo en islas, Mithas y Karnay, separadas del continente y enfrentados al terrible Remolino del Mar Sangriento de Istar.


Esto no amilanó a los Minotauros, que se adaptaron admirablemente a sus nuevas necesidades: se convirtieron en los mejores marineros de Krynn; sus buques de guerra eran temidos en todos los mares, y a ello se aunaba su terrible destreza en la batalla y la formidable resistencia que les confería su condición de hombres-toro. Durante siglos, se fortalecieron, pero, salvo contadísimas excepciones – como la del legendario Kaz el Minotauro, del que hablaremos otro día - eran prácticamente desconocidos para la gente corriente de Krynn de la época de la Guerra de la Lanza. Hoy os voy a hablar de un texto considerablemente raro pero muy útil como “introducción” a las razas legendarias de Krynn. Se llama “El manuscrito de Dunstan VanEyre”, y es un relato de 98 páginas incluido en los Apéndices de la Dragonlance, editados por Margaret Weis y Tracy Hickman y publicados en España por Timun Mas en 1990. El libro es un glosario de curiosidades sobre la saga, y se concibió para leerse tras las Crónicas y las Leyendas de la Dragonlance: de lo contrario, leeríais detalles de la trama que constituirían todo un spoiler.

El relato del que os hablaba, el Manuscrito de Dunstan VanEyre – páginas 145 a 243 en la edición que empleo – narra las peripecias de un par de jóvenes escribas, enviados de Astinus de Palanthas, en busca de información. El relato se convierte en una sucesión de aventuras y entrevistas en las que ambos estudiosos – el intrépido Wensel y el sensato Dunstan – recopilan información sobre las razas de Krynn de las que no se había ocupado el Esteta Bertrem. El fragmento que me interesa es el referido a los minotauros: como no podía ser de otra forma, nuestros desventurados protagonistas son capturados por unos buques de guerra de Mithas y Karthay cerca de Schallsea, tras un brutal abordaje a la nave que les transportaba, la Danzarina de las Olas. Tras embaucar al capitán de la tripulación, Dunstan y Wensel se lanzan a una entrevista regada con aguardiente enano con el enorme minotauro, en la que le cuestionan sobre los aspectos más relevantes de su pueblo.

De la entrevista con el capitán Mardas, Dunstan extrae muchas conclusiones: son un pueblo de guerreros, brutal y violento; su emperador se elige en la arena, a la manera de los gladiadores romanos, por lo que gobierna el más fuerte. Se consideran superiores a los insignificantes humanos y demás razas inferiores, pero toleran su compañía cuando puedan sacar provecho. Adoran a Sargonnas, y se creen llamados a dominar el mundo. Además, su pericia como marineros les ha hecho extenderse más allá del continente de Ansalon, a ultramar. Se vanaglorian de su superioridad , en suma, en todos y cada uno de los aspectos de su existencia.Como habéis podido deducir, los minotauros están encantados de conocerse a sí mismos. Son una fuerza brutal en la batalla, pero también son conocidos por pendencieros, crueles, cabezotas y, en ocasiones, poco ágiles de pensamiento. Pero de vez en cuando nos encontramos con otros personajes fascinantes entre el pueblo de Sargas: respetuosos con un estricto y personalísimo sentido del honor y de la lealtad; valientes, rayando a veces la temeridad, y abiertos a reconocer, pese a que sea a regañadientes, las virtudes y hazañas de los restantes habitantes de Krynn. Y en la vasta galería de Héroes del mundo de Krynn reconocemos sin duda a algunos de los hombres-toro más célebres: Kaz, el compañero de Huma, Caballero de Solamnia; o Galdar, amigo leal de Mina, la Elegida del Único.

Hay numerosos relatos y cuentos en la saga Dragonlance en la que veréis a esta criatura fantástica surgida, no lo olvidéis, de la mitología grecolatina. El hijo de Minos es el antecedente a todos los Minotauros que pueblan los mundos de Krynn o Faerün. Antecedentes clásicos en libros de fantasía juvenil: qué cosas tiene la vida. Espero que os haya gustado y os animéis a leer el relato de Dunstan sobre los minotauros y las restantes razas de Krynn. Pasaréis un buen rato, os lo garantizo; estos Apéndices de la Dragonlance son un recomendable libro de miscelánea y curiosidades para los amantes de esta colección. Hasta la próxima.

domingo, 20 de marzo de 2011

El terror escénico de Ce'Nedra

El ajetreo de estos días me ha impedido dedicarle el tiempo necesario al blog, pero temo que esa será la tónica en estos meses: no la abandonaré nunca, pero mis visitas serán más espaciadas, entre evaluaciones, oposiciones y todo lo demás. Con todo vuelvo a estar aquí, y quería empezar con un agradecimiento a mi amigo Kaji. Me está ayudando con el aspecto visual del blog, que hasta ahora parecía diseñado por un daltónico adicto al neón, y le agradezco su virtuosismo con el Photoshop. Los amigos estudiantes de Arte son más útiles que nunca estos días: mersis, cumpany.

Para el post de hoy, me referiré a un libro de David Eddings, el cuarto volumen de una saga que ya hemos visitado antes, las Crónicas de Belgarath: se titula El castillo de la magia, y una reciente situación en clase me lo trajo a la memoria.

Veréis, estos días estamos practicando en las distintas clases la expresión oral, ese difícil ejercicio de hablar bien en público que tantos disgustos os trae a veces y que tanto odio concentra en mi persona. Pese a su impopularidad, debemos insistir: la competencia para hablar bien en público, con una correcta cadencia, dominio del discurso y de la expresión corporal, gestual y facil es imprescindible en estos días de continua interacción social. Será imposible sortear las muchas situaciones en que se os exigirá desenvolveros bien en voz alta y ante un auditorio, incluso en lenguas que no son la vuestra propia. Así que aparquemos timidez y complejos e insistamos en esas prácticas, en todas las áreas.

Estas clases, y en concreto las quejas de algunas de vuestras compañeras sobre lo de tener que “exponer en público”, “con todo el mundo mirando” me recordó a un episodio de El castillo de la magia.

En el libro de Eddings, la princesa Ce'Nedra, una de las protagonistas de la saga, se encuentra a la cabeza de un incipiente ejército y se propone levantar en armas a todo el Oeste para enfrentarse juntos a los angaraks. Sin embargo, se da cuenta que para tal fin va a tener que hablar a la gente, convencerlos, apasionarlos: en suma, va a tener que darles un discurso. Y tal perspectiva la aterroriza. Los que hayáis leído la obra de Eddings – iniciada con la Senda de la Profecía, de la que ya hablamos en otro post – sabréis que Ce'Nedra, la joya de la casa de los Borune y muy malcriada hija única del Emperador de Tolnedra, es, entre otras muchas cosas, una joven de 16 años. Y con la timidez propia de esa edad y la aversión que os parece inspirar a todas la oratoria, ved como reacciona la princesa cuando descubre horrorizada que se espera de ella que dé un discurso ante las tropas de Arendia:


No se me da muy bien hablar en público, Polgara —confesó Ce'Nedra con la boca seca—. Las multitudes me asustan y se me traba la lengua.

Lo superarás, cariño —le aseguró Polgara y miró a la princesa con expresión divertida—. Tú querías dirigir el ejército, ¿recuerdas? ¿Acaso creíste que todo lo que tendrías que hacer era ponerte la armadura, montar un caballo y gritar «seguidme» para que todo el mundo lo hiciera?

Bien...

¿En todos los años que has estado estudiando historia no has descubierto la característica común de todos los grandes líderes? No debías de estar muy atenta, Ce'Nedra. —Ce'Nedra la miró con una creciente expresión de horror—. No resulta tan difícil arengar a un ejército, cariño. No es preciso ser brillante ni ser un guerrero; ni siquiera es necesario que tu causa sea justa o noble. Todo lo que tienes que hacer es ser elocuente.

(David EDDINGS, El castillo de la magia, capítulo 25)


Ce'Nedra está al borde del colapso nervioso ante la perspectiva (“creo que voy a vomitar”, le dice a Polgara, a lo que la sabia hechicera repone: “ Tal vez más tarde, Ce'Nedra. Ahora no tienes tiempo”), pero logra sobreponerse por la grosera intervención de un borracho – la furia hace que olvide su timidez – y por las ganas que tiene de que la empresa salga bien para poder salvar así a Garion y, de paso, el Oeste entero. Tras concluir con gran éxito su discurso, recibe las felicitaciones de los reyes alorn y de todos los arendianos reunidos. Ce'Nedra respira aliviada y solo parece confortarse y abandonar la tensión cuando ha acabado el discurso: exactamente igual que vosotros y vosotras, rígidos y temblorosos, e invariablemente sonrientes cuando por fin acabáis y podéis refugiaros de nuevo en la seguridad de la mesa y la silla. Perded el miedo a hablar en público: a mí se me daba igual de mal que a vosotros a vuestra edad, y como podéis ver, la práctica ha mejorado significativamente mi soltura para hablar en público. Vosotros también podréis.

Los consejos que se le podrían aplicar a Ce'Nedra son los mismos que os doy a vosotros. Calma, control de la respiración, comodidad con vuestra propia presencia. Evitad buscar el refugio de la pizarra en vuestras espaldas (expresión de terror), y sin miedo, en pie ante vuestro auditorio. La voz debe ser modulada, clara y con un volumen suficiente para haceros oír, sin caer tampoco en el griterío. En cuanto al discurso, Polgara le pide “elocuencia” a Ce'Nedra: la efectividad para persuadir. No quiere florituras retóricas, ni “paja” sin sentido: el discurso debe ser argumentado, bien construido, y defendido con pasión y convicción, para así lograr la persuasión que buscamos.

La alegría de Ce'Nedra por haber acabado ya el difícil “tràngol” de su discurso, sin embargo, es mucho más efímera que la vuestra. Casi sin recuperarse de la conmoción de su primera alocución, Polgara la anima para que repita el tono y mejore ciertos gestos y posturas “la próxima vez”. Me imagino a la pobre tolnedrana perdiendo de repente el color de su cara y preguntando con los ojos muy abiertos:



- ¿La próxima vez?

Por supuesto. ¿Acaso has pensado que bastaría con un discurso ante una pequeña audiencia? Realmente, Ce'Nedra, debes aprender a prestar más atención. Durante los próximos meses, tendrás que hablar en público por lo menos una vez al día.

¡No puedo! —gimió la princesa, con los ojos llenos de horror.

Claro que puedes, Ce'Nedra. Tu voz se oirá en todo el mundo, tus palabras serán como fuego en la hierba seca y las multitudes del Oeste se levantarán para seguir tu estandarte.

(David EDDINGS, El castillo de la magia, capítulo 26).



Y sí, lo logrará. Sus discursos llenarán de fervor a sus auditorios y congregará multitudes ante sus banderas para luchar contra los angaraks. Superará el miedo escénico de tener que hablar delante de nada menos que la Caballería Mimbrana, impecablemente formada ante los legendarios muros de Vo Mimbre; e impondrá su nueva estatura de Reina de Riva ante sus compatriotas de las Legiones de Tolnedra. Finalmente congregará el ejército más grande levantado en armas en el Oeste desde la batalla de Vo Mimbre, quinientos años atrás. Y hará todo eso mediante la palabra, hablando en público, a pesar de que la Oratoria – tal y como la definió nuestro buen Aristóteles – la aterrorizaba con toda la fuerza de sus 16 años de jovencita tolnedrana. Tomadla como ejemplo y no dejéis de visitar este gran libro de fantasía épica. Un abrazo, hasta la próxima.

miércoles, 23 de febrero de 2011

Recursos Literarios (Vol.3) de la mano de Lorac.

Una semana de exámenes previa a la Evaluación del segundo trimestre no parece el momento ideal para un nuevo post en este espacio nuestro. Suficientes letras os ocupan estos días, y demasiadas correciones me esperan a mí. Con todo, dedicaremos la entrada de hoy no a un libro, ni siquiera a un cuento breve: hablaremos de un poema.

Es poco frecuente, aunque no imposible, encontrarnos con piezas líricas en la fantasía épica o la ciencia ficción. Pensé en dedicar este tercer post de recursos literarios a uno de esos poemas, y empleé uno titulado “Lorac”. Lo escribió Michael Williams, y abre el tercer volumen de la segunda trilogía de Cuentos de la Dragonlance: La Guerra de la Lanza. Es un poema narrativo, y está bastante bien volcado al castellano por Mila López: si la labor de los traductores es siempre complicada y, por ello, encomiable, nunca tienen más mérito y dificultades que con la traducción de un poema, que ha sido concebido para los versos, ritmo y rima de su lengua original, en este caso el inglés. “Lorac” ocupa catorce páginas: de la 11 a la 25. Por tanto, no se os puede poner más sencillo y accesible, atendiendo a este tour de force en el que estáis – estamos – embarcados estos días. Ánimos y fuerza. Los cinco recursos que vamos a ver en esta tercera entrega son los siguientes: la ANÁFORA, la DEPRECACIÓN, la ENUMERACIÓN, el EPÍTETO y la EPANADIPLOSIS. Los explicaremos, espero que de forma clara, y luego intentaremos buscar algún ejemplo en los versos sobre el Orador de las Estrellas Lorac. Los versos del poema abarcan varios siglos de la historia del mundo de la Dragonlance, desde que el joven y arrogante Elfo Silvanesti roba el Orbe de los Dragones durante su Prueba en Istar hasta la liberación de su reino hechizado por parte de los Héroes de la Lanza. Al trabajo.

ANÁFORA

La ANÁFORA consiste en la repetición de una o más palabras al inicio de algunos versos sucesivos. Es una figura retórica que siempre os ejemplifico en clase con ese célebre soneto de don Francisco de Quevedo, “A un hombre de gran nariz” - ya sabéis, ese que empieza Érase un hombre a una nariz pegado, érase una nariz superlativa... -. Veamos ahora el empleo de una anáfora en una estrofa de “Lorac”:


Y, mientras el granizo y el fuego

se precipitaban sobre la tierra

en un diluvio de sanfre,

incendiando árboles y hierba,

mientras ardían montañas,

mientras el mar se tornaba sangre,

mientras el firmamento se desbarataba

sobre y bajo nosotros,

mientras langostas y escorpiones

recorrían la faz del planeta,

Silvanost flotaba en islas de pensamiento […]

(III, página 16)


Sencillo, ¿verdad? Vamos con el siguiente recurso: la DEPRECACIÓN.

DEPRECACIÓN

Ante todo, no la confundamos con la Imprecación, que ya vimos en el post anterior de Recursos literarios: la DEPRECACIÓN consiste en un ruego o súplica de la voz poética, del autor, una petición. En el caso del poema que estamos empleando en este post, ha sido sencillo encontrar un ejemplo muy claro. La tragedia de Lorac empezará cuando el Orbe de los Dragones le hechice durante su Prueba en la Torre de la Alta Hechicería de Istar y le pida que le saque de allí para salvarlo de la destrucción que se avecina: el Cataclismo. Esa petición del Orbe a Lorac (los versos que os he resaltado) son un buen ejemplo de deprecación.


Pero reposaré aquí,

mientras los bosques se agostan

y las llanuras se someten

al invierno y a la nada

a menos que el canto de tu mente,

que lo es todo, que es el mundo,

controle y domine

y desentrañe el misterio.

Llévame a Silvanost,

Orador de las Estrellas;

llévame a la libertad,

al país de verdor sobre verdor.

(II, página 14)


El siguiente recurso que veremos se llama ENUMERACIÓN: es tan asequible y facilito como parece.

ENUMERACIÓN

La ENUMERACIÓN consiste en la sucesión durante uno o más versos de diversos elementos que cumplen la misma función; fijaos en los versos de “Lorac”:


[los Héroes]

llegaron a Silvanost y a la desfigurada Torre […]

y liberaron al Orador,

a la Torre y la ciudad,

al bosque, a la gente,

y al brillante Orbe.

(V, página 23)


¿Veis? La Enumeración consiste en que se sucedan diversos elementos que comparten la función. En este caso, los Héroes liberaron a: el Orador, la Torre, la ciudad, el bosque, la gente y el brillante Orbe. Son seis complementos directos consecutivos. Un buen ejemplo de Enumeración extraído de estos versos de la saga Dragonlance. Vamos a por el cuarto: el EPÍTETO.

EPÍTETO


El EPÍTETO es un adjetivo aplicado a un elemento que ya tiene esa característica siempre: emplearlo, por tanto, es redundante e “innecesario” desde un punto de vista práctico, pero, recordad, esto es Poesía, y se busca la Belleza, no la inmediatez ni, por supuesto, la brevedad. Los ejemplos que siempre os machaco en clase son los de la blanca nieve y las negras pupilas: la nieve siempre será blanca, va implícito en el significado de “nieve”, igual que el color negro en el sentido del término “pupila”. En “Lorac”, he encontrado algunos epítetos curiosos:

luna silenciosa

etéreo fantasma

Bien, podrían aceptarse como epítetos, y lamento no haber encontrado ejemplos más claros: en cualquier caso, la luna siempre es silenciosa; y ser etéreo, es decir, que no puede tocarse, es propio del significado de “fantasma”. Casi llegamos al final. No os asustéis con el nombre del último recurso de hoy: es lo único complicado que tiene, porque el concepto es muy sencillo.

EPANADIPLOSIS

La EPANADIPLOSIS consiste en concluir un verso con la misma palabra que lo inicia: es decir, la primera y la última palabras del verso son la misma. Como veis, su única complicación es ese nombre, un helenismo (epanadiplosis significaba “reiteración” en griego clásico, fijaos en su grafía original: ἐπαναδίπλωσις ), pero el concepto es fácil. Lo he intentado, pero no he encontrado ni un ejemplo dentro de “Lorac”, así que acudo a mi querido Miguel Hernández, que nos obsequió en este bello soneto de 1934 con tres epanadiplosis consecutivas:


Garza es mi pena, esbelta y triste garza,

sola como un suspiro y un ay, sola,

terca en su error y en su desgracia terca.


Hasta aquí, muchachos. Ánimos a todos, y suerte a los que la buscáis y la trabajáis. Hasta la próxima, nos vemos en clase.

lunes, 14 de febrero de 2011

Día de los Enamorados con los Wyvernspur


Día de los Enamorados, y la gente se debate entre dos posiciones: vivirlo intensamente, rodeados de peluches, al acecho de bombones, cartas – en estos tiempos, estiláis más notas en vuestros muros de facebooks y tuentis – y miradas envueltas de promesas, o renegar de todo lo que huela a consumismo y a días prefabricados por “El Corte Inglés”. Sea cual sea vuestra posición, intentaremos poner en perspectiva el post de hoy, y adecuarlo a esta celebración tan odiada por algunos y tan esperada por otros tantos. Hablaremos de un libro de fantasía épica, de la saga de los Reinos Olvidados, que se centra en una hermosa historia de Amor. El libro se titula El espolón del wyvern, de Kate Novak y Jeff Grubb, y es la segunda parte de El tatuaje azul, del que ya os hablé en una entrada anterior.

Los libros de fantasía épica no son precisamente parcos en romances o historias amorosas: desde la pasión que siente el elfo oscuro Drizzt Do'Urden por la Dama Alustriel de Luna Plateada en los Reinos, el matrimonio entre la fogosa Cattie-Brie y el bárbaro Wulfgar; en la Dragonlance, recuerdo ahora mismo el triángulo amoroso entre Laurana, Tanis y Kitiara, la trágica historia de Huma, enamorado de una hembra de Dragón Plateado... y son muchas más. El amor entre Aragorn y Arwen, o de Gimli por Galadriel, son ya célebres. En las Crónicas de Belgarath, son pocos los personajes que no encuentran pareja a lo largo de los diversos libros, incluso el siempre soltero Seda, que acaba subiendo al altar junto a la margravina Liselle. Son demasiados ejemplos para el objeto de un post como este. Por eso, hoy nos fijaremos en una historia más sencilla, entre dos personajes que solo aparecen en este volumen: el aristócrata Giogioni Wyvernspur y la misteriosa hechicera Catling, idéntica en físico y aptitudes a la aventurera Alias de Westgate.

El espolón del wyvern no es una novela romántica: tiene todos los elementos del género, como un malvado hechicero envuelto en una conspiración, un protagonista con más poderes de los que sospecha, una intriga entre la que asoma una reliquia de la noble familia Wyvernspur. En inglés, por cierto, “Wyvernspur” significa precisamente “El espolón del Wyvern”, un animal fantástico parecido a un dragón pequeño. En cualquier caso, los autores añaden a esos rasgos “típicos” una historia de amor bien trazada, verosímil y hermosa, y por ello he juzgado oportuno hablaros de este libro hoy aquí.

En efecto, me gusta la evolución que sufren ambos personajes, los dos enamorados, ambos magníficos ejemplos de personajes redondos – recordad, los que sufren variaciones y cambian a lo largo de la obra: el Amor cambia a Giogi y a Cat. Les cambia la vida totalmente. Les mejora, en ambos casos. Al empezar a leer El espolón del Wyvern, es casi inevitable que Giogioni Wyvernspur, el protagonista, nos caiga tremendamente mal. Kate Novak y Jeff Grubb, los autores, nos lo presentan como un joven despistado, torpe, aristocráta – es decir, muy rico -, poco amante del trabajo y de los esfuerzos, que se cree poseedor de un gran sentido del humor, y que es considerado por sus amigos y familiares como un “inútil” sin talento alguno.



Muy pronto su vida entrará en contacto con una misteriosa hechicera, Catling, a la que conocerá mientras se ve envuelto en el misterio que agita la tranquila vida de su familia: la desaparición del espolón del Wyvern, una reliquia con poderes mágicos que han custodiado durante quince generaciones. Como tantos amores de la vida real, el suyo no puede empezar peor. Cuando la ve por primera vez, Giogi prácticamente la considera una delincuente, descarada, arrogante, poco femenina y para nada atractiva. Por su parte, cuando Cat se cruza con nuestro protagonista a duras penas podrá disimular su desprecio; y, sin embargo, a medida que avancemos por las páginas de este libro (editado por Timun Mas en 1992), veremos que esa repulsión y asco iniciales van variando, lentamente, como en el Amor, hacia otra percepción: primero simpatía, después admiración vacilante, y por último... Bueno, eso mejor no os lo chafo, por si queréis adentraros algún día en las páginas de esta buena novela sobre los Reinos Olvidados. En cualquier caso, os aseguro que si comparamos al Giogi inicial y al Giogio del final del libro – ya enamorado de Cat – es casi imposible reconocerlos. ¿Demasiado osado hablar de una Metamorfosis por Amor? Juzgad vosostros.

El amor entre Giogi y Cat no es el único aliciente para leer este libro. En este post tan atípico no hemos tratado con profundidad ningún concepto de clase, pero ya sabéis que no hay libro que no nos vaya a enseñar nada. Si os animáis a leerlo, veréis, aunque no le dediquemos una entrada específica en este blog, que podéis aprender muchas cosas con él, además de disfrutar de una buena aventura, bien escrita, y con sus momentos de acción, pelea, violencia, intriga, traiciones y revelaciones sorprendentes. Fijaos, tramas y amoríos aparte, en el tratamiento de los diálogos, sus buenas descripciones – las topografías de la mansión de los Wyvernspur o las prosopografías de los personajes principales, como Giogi, Olive o el malvado Flattery -, cuestiones de vocabulario y ortografía, etc. Leer cualquier libro es un sinónimo de estudiar nuestra asignatura: a veces, incluso sin ser conscientes de ello.

Por último, aunque El Espolón del Wyvern sea parte de la trilogía del Tatuaje Azul, puede entenderse lo suficiente si la léeis como obra independiente: como máximo, perderéis algunos detalles sobre Alias, el origen de Cat y el papel de esa halfling insoportable, caradura y manipuladora de Olive Ruskettle. Que lo disfrutéis, y acabéis de pasar un buen Día de los Enamorados. Saludos, nos vemos en clase.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Cartas Personales con los Hermanos Majere

Hola de nuevo. Antes que nada, mis excusas por la tardanza: ya sabéis que la mudanza se ha comido todo el tiempo de mi mes de enero. Hace poco los responsables del programa Buenas Prácticas 2.0 del Instituto de Tecnologías Educativas honraron esta bitácora nuestra con un elogioso artículo; desde aquí, mi agradecimiento por la mención y la atención que este blog – un esfuerzo educativo tomado como un hobby – ha merecido. Vamos sin más con el post de hoy. Hablaremos sobre las CARTAS PERSONALES con un libro de la saga Dragonlance: Los hermanos Majere, de Kevin Stein.

Una tradición: primera pincelada del argumento del libro. Tercer volumen de la primera trilogía de los Preludios de la Dragonlance, Los hermanos Majere fue mi primer contacto - ¿quizá el vuestro? - con el Mago más grande del Universo Dragonlance: Raistlin Majere. Personaje con mayúsculas, enunciar aquí sus complejidades – es sarcástico, mordaz, hiriente, ofensivo, reservado, pero tiene, exageradamente en el fondo, buen corazón, y actúa con nobleza, a su manera – excedería este post, y nos desviaríamos. Otro día hablaremos con mayor profusión – o `abundancia', apuntad – de ese tema, pero hoy, solo el argumento de esta novela. De casi 400 páginas, es una obra independiente: no hay que haber leído nada antes y se puede entender autónomamente, y tampoco aporta nada sustancial a las posteriores aventuras de los gemelos.

Se sitúa en una extraña ciudad de mármol blanco, Mereklar, al oeste de las Kharolis, a la que llegan los dos hermanos gemelos apellidados Majere: el fortachón guerrero Caramon y el hechicero Túnica Roja Raistlin. A este dúo se añade, como pincelada pintoresca, el inevitable kender: esta vez responde a Earwing Fuerzacerrojos. Una palabra compuesta como patronímico. ¿Revelador? Los tres protagonistas se verán envueltos en una conspiración a las puertas del Festival del Ojo en la ciudad: la gente está aterrada porque están desapareciendo... sus gatos. Nada impresionante, diréis. Pero es que tenían decenas de miles, más de cien por cada habitante de Mereklar. Y en medio del terror por la conjunción de las tres Lunas de Krynn, los Consejeros empiezan a caer asesinados, y la atractiva Gran Consejera Shavas se lanza en brazos de los tres protagonistas en busca de auxilio. Quien lea este libro verá con claridad la dualidad a veces complementaria y a veces enfrentada entre los dos hermanos Majere: Caramon es bonachón, cae bien a la gente, es un Hércules e imbatible en la lucha, pero carece de mucha inteligencia o, si lo preferís, deja la parte “intelectual” del grupo a su hermano, al que adora y en el que confía ciegamente; por el contrario, Raistlin es odiado y temido allá donde va. A su condición de Hechicero – solo los que hubieran superado la temible Prueba en Wayreth podía lucir una túnica como esa – se le añadía su fantasmagórico y enfermizo aspecto: Raistlin siempre había sido delgado, enclenque y enfermizo, pero tras la Prueba, su cuerpo se quebró, machacado más allá de los límites de la recuperación; su piel se tintó de color dorado, su pelo encaneció totalmente – con solo veinte años – y en sus pupilas se inscribieron dos relojes de arena. A cambio de tantas penurias, eso sí, es – en el momento de la novela, perfectamente encajada con coherencia en la cronología del personaje – el mejor Mago de su edad del mundo de Krynn, y aspira a lograr los poderes de un Archimago. ¿Su carácter? Es un tipo muy odioso, brutalmente inteligente y diestro con la magia, pero cínico, amargado, huraño, sarcástico y ofensivo. Ahora que lo digo, me recuerda al doctor House... o mejor dicho, House me recuerda a Raistlin, pues nuestro mago nació en los años 80.

En cualquier caso, el misterio de los gatos, las desapariciones, el extraño felino, las murallas de Mereklar... conforman una buena aventura, con una dosis de intriga, diálogos mordaces y peligros mortales. Antes del final, podría haber cierta presencia divina...

Una novela muy recomendable, si queréis adentraros en el universo Dragonlance.

El concepto que repasaremos hoy es la estructura de una Carta Personal. El libro de Kevin Stein, publicado por Timun Mas en 1996 y traducido por Mila López, empieza con una de esas cartas. Un género en desuso, pero que seguiré enseñando a capa y espada: sigue siendo hermoso escribir a mano una carta de vez en cuando, y es mucho más emocionante un sobre de papel en el buzón que el zumbido del inbox de Gmail. Nostalgias que empiezan a parecer de cascarrabias. En fin, sea como sea, Los hermanos Majere arranca con una carta personal, y nos fijaremos en ella para ver como debe escribirse correctamente una. Aunque la del libro no se ajuste exactamente a lo que buscamos, la adaptaremos un poco y ya nos servirá.

La carta debe arrancar – y así lo hace – con el nombre y ubicación del destinatario. Nosotros lo alineamos a la izquierda. Primera línea, nombre y apellidos. En la segunda, la dirección, y en la tercera, el código postal, la ciudad y la provincia. En el libro aparece así:

A Bertrem,

en la Gran Biblioteca

Palanthas.


Después ponemos nuestras propias señas, las del emisor, quien escribe la carta. La misma estructura que antes, pero ahora lo alinearemos a la derecha.


De Dalamar,

en la Torre de la Alta Hechicería

Palanthas.


Después de eso, debemos poner la ciudad desde donde escribimos, y la fecha. Alineadlo también a la derecha. En el libro no está, pero yo me imagino algo así:


Palanthas, 9 de febrero de 364 D.C. (Después del Cataclismo)


Tras eso, vendría el saludo; de la cantidad de besos, abrazos, saltos de alegría o simples saludos os ocupáis vosotros: no os coarta una estructura cerrada como la formal, depende de vuestra confianza con el receptor de la misiva. En el libro, ya veis, Dalamar es elegante, aunque muy conciso:


Saludos,


Después, empieza el cuerpo de la carta. El lenguaje puede ser cordial, coloquial, y se prefieren las frases cortas, sencillas, sin muchas florituras. En el caso de nuestra carta, se hablan de vos porque no es que sean muy amigos – Bertrem es un biblotecario mojigato y Dalamar un nigromante de gran poder – pero se tienen algo de aprecio. En el primer párrafo es costumbre interesarse por la salud y el estado de quienes la reciben. Dalamar, algo guasón, empieza así:


En primer lugar, señor, permitidme que os ofrezca mis disculpas por haberos alarmado, tanto a vos como a vuestro joven escriba, cuando [...] me aparecí súbitamente. Confío en que […] se haya recobrado por completo de la desafortunada caída escaleras abajo.


Tras eso, escribimos el cuerpo u objeto de la carta, el propósito para escribirla. La extensión del cuerpo – y de la carta en sí – la fijarán dos cosas: la importancia de lo que quieras decir y las ganas que tengas de escribir. En el caso de Dalamar, se recrea durante tres páginas. Un extracto de lo que dice:


El portador de mi misiva (cuya apariencia en exceso fantasmagórica espero no os resulte demasiado repulsiva) lleva en sus “manos” el manuscrito que me pedisteis, […] el conjunto de apuntes escritos por Raistlin Majere de su puño y letra sobre sucesos acaecidos en su juventud.


¿Sabéis? No sé si de forma consciente o no, pero Kevin Stein le está rindiendo un homenaje a nuestro universal Quijote. Los hermanos Majere repite el hallazgo del manuscrito del Quijote: la novela en sí simula ser un relato escrito por otra persona – Dalamar – y que el autor se limita a transcribirnos, tal cual. Un juego literario, que me ha gustado ver en un libro con tan pocas pretensiones como este, más allá de gustar y entretener. Además, durante la carta el autor se permite presentar brevemente a los hermanos y a los personajes, acentuando así el carácter introductorio a la saga de este volumen.

Acabado el asunto de la carta, empiezan las despedidas. La nuestra, concluye:


Confío en que el manuscrito os sirva de ayuda, y espero que mi mensajero os lo entregue sin el menor percance. Os ruego hagáis extensivo mi respetuoso saludo a Astinus.


Es decir, se despide respetuosamente – ya os dije que no eran amigos, roza la formalidad – de Bertrem y del maestro de este, Astinus, el Gran Bibliotecario. Solo falta firmar. Si creéis que vuestra rúbrica es ilegible, no está de más añadir el nombre bien escrito a un lado, pero en estas cartas personales no es obligatorio.

Dalamar

Eso es todo. Espero haberos animado a visitar este buen libro de fantasía épica de la saga Dragonlance. Un saludo, hasta la próxima.


sábado, 8 de enero de 2011

Recetas de cocina en Sombras del Imperio (Star Wars)

Mi viaje a Menorca de estas Navidades me reencontró con un viejo libro que leí a vuestra edad, cuando estaba enganchado a la – por aquel entonces – trilogía cinematográfica de Star Wars (La Guerra de las Galaxias), de George Lucas. El libro, regalo de mi hermano, se titula Sombras del Imperio, y fue mi primer y fascinado contacto con la serie de libros inspirados en el universo de Star Wars.

Star Wars se convirtió desde su estreno en 1977 en un fenómeno mundial, y, si deseáis escuchar críticas a su falta de originalidad, a sus ya desfasados efectos especiales – poneos en perspectiva, cuando se estrenaron dejaron con la boca abierta a millones de personas – o a la condición de inmensa multinacional con la que su creador se ha hecho multimillonario, en Internet abundan páginas, foros o comunidades de detractores. Por mi parte nunca oiréis tal cosa, porque esas tres películas, La guerra de las Galaxias, El Imperio contraataca y El retorno del Jedi formaron parte de mi infancia; las vi tantas veces que me sorprende que los viejos VHS de mis padres no se fundieran por el desgaste. Disfruté su argumento, sus pintorescos personajes, la inolvidable música de John Williams, los duelos a espada láser, o la romántica y, sí, algo infantil resistencia de los Rebeldes contra el malvado Imperio galáctico. Muchos de mis sueños de esa época me ponían a los mandos del Halcón Milenario, en las dunas de Tatooine, asomándome a las heladas nieves de Hoth, empuñando la espada de los legendarios Jedi o participando en los asaltos a la Estrella de la Muerte. Por tanto, soy la persona menos indicada para hablar con objetividad de esta saga: las que siguen son las palabras de un fan; y ese viejo cariño es el que me hace perdonar y aceptar tantas de sus carencias, errores o limitaciones, artísticas o literarias; el que hará que siempre, por mucho que haya crecido, por diversos que hayan sido mis gustos y preferencias desde entonces, me acerque con una sonrisa a cualquier producto – películas, series de animación, videojuegos o, por supuesto, libros – ambientado en el universo de Star Wars. Ello me llevará, además, a hablar de esos libros y ese Universo en más de una ocasión desde este espacio.

Dicho esto, volvamos al libro que ocupa esta entrada. Sombras del Imperio, obra de Steve Perry, publicada por la editorial Martínez Roca en 1996 y traducida por Albert Solé, es una magnífica novela, escrita por un especialista del género, situada entre los Episodios V (El Imperio Contraataca) y VI (El Retorno del Jedi) de la saga original de películas. Imaginad por un momento vuestra saga favorita. Imaginadla concluida, acabada, cuando ya habéis visto y repasado varias veces todos sus capítulos o episodios hasta el punto de casi haber memorizado los diálogos. E imaginad que alguien – como hizo mi hermano – os pusiera en las manos un nuevo episodio, nuevas aventuras, en las manos. Leí ese libro con voracidad y enorme alegría y, exactamente igual que con las películas, varias veces. Magníficamente escrito, las novelas de la saga Star Wars fueron – ahora lo sé – escritas por amantes de la saga cinematográfica que eran, a su vez, figuras reconocidas en el género de la fantasía y la ciencia ficción, y todas se engarzaron de forma coherente en la Historia principal ideada por Lucas. En entradas posteriores os traeré obras de Timothy Zahn, Kevin J. Anderson – a quien también conoceremos en la saga Dune -, Kathy Tyers o Rebecca Moesta. Hoy, pero, veremos la novela de Steve Perry, autor estadounidense nacido en 1947 y de su Sombras del Imperio, un libro que cuenta ya con quince años. En esta primera incursión en las obras de Star Wars, repasaremos una sencilla tipología textual, que solemos ver como ejemplo de Texto Expositivo: las recetas de cocina. A ello. Antes que nada, como siempre, una pincelada sobre su argumento.


Sombras del Imperio arranca cuando los protagonistas, el aspirante a Caballero Jedi Luke Skywalker y la princesa Leia, junto a sus amigos Lando Calrissian y el wookie Chewbacca, intentan rescatar a Han Solo de las garras del malvado Darth Vader, del que lograron escapar milagrosamente en la Ciudad de las Nubes. Intentando atrapar al escurridizo cazarrecompensas Bobba Fett, los rebeldes caerán en una siniestra conspiración que tiene como protagonistas al Emperador Palpatine – empeñado en crear una nueva y poderosísima Estrella de la Muerte –, al propio Vader – sin duda uno de los villanos más extraordinarios y recordados de la cultura popular del siglo XX – y al siniestro alienígena Xizor, un falleen, el líder del Sol Negro, la organización criminal más poderosa de la Galaxia. El libro se sucede en clave de intriga y aventuras, con varias tramas paralelas y magníficos hallazgos, como la visita al planeta-capital Coruscant, el arrogante personaje de Dash Rendar o los detalles sobre el robo de los planos de la Estrella de la Muerte por parte de los espías bothanos, clave para entender el sexto episodio de la saga (El retorno del Jedi). Si os gustaron las películas – las antiguas, o la nueva trilogía, de la que también hablaremos más adelante -, no dudéis en darle una oportunidad a este libro. 348 páginas y una traducción impecable.

Veamos ahora el tema de clase que tenemos que repasar con este libro. Si recordáis, los textos expositivos son aquellos que nos instruyen para hacer algo. Vimos algunos ejemplos, como los manuales de instrucciones o los tutoriales en internet para aprender de forma autodidacta, pero hoy vamos a centrarnos en las Recetas de cocina. Repasaremos cuál es la estructura correcta y los rasgos lingüísticos que debemos respetar para escribir bien una receta: sobre lo que cocinéis o los resultados prácticos de la misma, eso ya es cosa vuestra.


En primer lugar, debemos titular nuestra receta: exponer simplemente cuál será el plato que se preparará. No está de más incluir al final, entre paréntesis, para cuantos comensales está prevista la receta.

Después, enumeraremos en una lista los ingredientes que vamos a necesitar.

Ya en el cuerpo de la receta, escribid con brevedad y concisión. Al grano y sin florituras. Emplead preferiblemente estas tres formas cuando empleéis verbos: el INFINITIVO (cortar las patatas), la IMPERSONAL (se cortan las patatas) o la IMPERATIVA (cortad las patatas).

Si empleáis algún término que creéis que puede ser dificultoso, ofreced una aclaración con una nota al pie (por ejemplo, si en la receta decís: “pochar la cebolla”, quizá haya alguien que no sepa lo que es “pochar”. Podéis aclararlo con una nota al pie, en la que explicáis que pochar es cocer algún alimento en poco aceite y a temperatura suave. Y quedáis como unos cracks.).

Creo que, a nivel de lengua, eso es todo. Como veis, una explicación muy sencilla. Después está el aspecto visual de la receta, que debéis procurar siempre lo más atractiva posible. Emplead tipografías bonitas, combinad bien los colores, no seáis rácanos con la negrita y el tamaño de la fuente e incluid SIEMPRE una fotografía del plato – al alcance de cualquiera, aunque no sepa hacerse un sandwich de mortadela, con el Google Images –.

¿Cómo vamos a repasar esta tipología textual con un libro de Star Wars? Como podéis imaginaros, en el libro en sí no hay ninguna receta como la que hemos descrito aquí. Pero en muchos momentos, el autor detalla los platos que comen algunos de sus personajes. Y se le nota que disfruta de la comida y los placeres de la mesa: parece relamerse, e inventa alimentos, sabores, texturas con la libertad absoluta de quien escribe sobre un universo ficticio. A mí, al menos, me picó la curiosidad; leamos un fragmento del libro y lo veréis por vosotros mismos. El príncipe Xizor, el malvado líder del Sol Negro, se dispone a ir a cenar al Menarai, el mejor restaurante de Coruscant, que es lo mismo que decir de todo el Imperio Galáctico. Veamos como imagina Steve Perry la “alta cocina” del universo de Star Wars:

Bien, ¿y qué iba a cenar? La flekguila era excelente. La mantenían con vida hasta el momento en que era sumergida en aceite de pimienta hirviendo, y esa misma mañana los ejemplares habrían estado nadando en el mar de Hocekureem, a años luz de distancia de allí. El yam relleno y el bistec de plicto también eran excelentes, al igual que el caracol gigante ithoriano recubierto con mantequilla de nuez esponja. O quizá un estofado de gambas terrestres de Kashyyyk... Había muchas posibilidades y todas ellas eran muy atractivas. (página 81)

¿No se os hace la boca agua? ¿Qué narices será el plicto? ¿De qué tamaño estamos hablando cuando dice caracol “gigante”? Disculpad la salvajada de la preparación de las pobres flekguilas: los chefs al servicio del Emperador no parecen especialmente sensibles con los animales. En el otro extremo, en Sombras del Imperio podemos ver como se alimentan los protagonistas a bordo del Halcón Milenario, en el transcurso de uno de sus múltiples viajes espaciales. Lando ha preparado estofado de giju, y, a juzgar por la opinión de la princesa Leia, no parecía haber acertado con la receta:

Leia echó un vistazo al contenido de la bandeja y pensó que parecía un cruce entre el plástico de bota derretido y algo de fertilizante, con un poquito de vegetación podrida de pantano espolvoreada por encima. Además, también apestaba como imaginaba que habría apestado esa combinación. (página 61).

Como veis, el estofado de giju de Lando tiene una pinta bastante nauseabunda. Como todos se niegan a probarla, picado en su orgullo, Lando se llena la boca con su “creación”: enseguida está a punto de vomitarla, y entre sudores y estremecimientos, reconoce “haberse pasado un poco con la especia boonta”. Y, tras reírse, los héroes de la Alianza Rebelde abren un par de latas presurizadas de judías.

¿Seríais capaces de escribir las recetas de cualquiera de los platos de los que hemos hablado aquí hoy? Estoy seguro de que sí. Enunciaríamos el título de la receta (Caracol gigante ithoriano recubierto con mantequilla de nuez esponja, para dos personas); después, enumeraríamos en una lista los ingredientes (aquí tendríamos que inventárnoslos, claro, algo así como 2 caracoles gigantes del planeta Ithor, 200 gramos de mantequilla de nuez esponja, tres ramas de luz de luna...). Y a continuación, desarrollaríamos la receta en sí. (Preparar la mantequilla, espolvorear la especia, rayar la hignosiosis, etc.). Animaos a intentarlo, o al menos, a sumergiros en esta magnífica novela, donde podréis leer más sobre recetas y muchas otras maravillas del Universo creado por George Lucas en aquel lejano 1977. Saludos, hasta otra.