Minas Tirith: Ciudad de Reyes

lunes, 25 de abril de 2011

Prosopografías y Ponches Mágicos

Bueno, ya sabéis como va esto, a veces pasan semanas sin entradas, y en menos de veinticuatro horas se apelotonan dos: mañana, como sabéis, nos vamos de viaje de fin de curso con los de cuarto, y creo que no podré volver a pasarme hasta bien entrado mayo, así que sirva eso como justificación para estos dos posts tan consecutivos.

Hoy quería hablaros de un libro de fantasía magnífico, que conocí hace ya mucho tiempo: lo vi en la estantería hace poco y lo revisé, confirmando con un criterio actual bastante más exigente que sigue siendo un libro hermoso, bien escrito y muy recomendable. Se titula El ponche mágico, y lo escribió el escritor alemán Michael Ende en 1989. Husmeando con Google he visto que en algunas versiones se titula El ponche de los deseos; poco importa la traducción, que no le hace justicia al imponente título en alemán, nada menos que Der satanarchäolügenialkohöllische Wunschpunsch.

Michael Ende fue un escritor alemán especializado en literatura juvenil y fantástica, conocido especialmente por Momo o La historia interminable. El ponche mágico, que publicó SM en 1993, dentro de su colección El Barco de Vapor (aunque mi edición, de tapa dura, es de la colección El submarino naranja, de la misma editorial), fue traducido del alemán por J.Larriba y M.Terzi.

Su argumento gira en torno a las desventuras de dos malvados, malos con malicia, aunque con un punto entre risible – que provoca risa - y exagerado tan adecuado para la literatura juvenil o infantil. El primero se llama Belcebú Sarcasmo, y es un mago de laboratorio. La novela, de 172 páginas, transcurre durante un único día, un 31 de diciembre, que los alemanes llaman San Silvestre y nosotros reconocemos mejor como Nochevieja. Arranca la obra, os decía, a las cinco de la tarde de ese día, y cada capítulo se encabeza por un reloj que nos acerca inexorable a las campanadas de Año Nuevo, a las doce de la noche. Belcebú, os decía, es un mago solitario, abyecto, con grandes poderes maléficos que emplea siempre para causar daños al mundo: epidemias, incendios, contaminación, corrupción o extinción de animales. Sin embargo, Belcebú había firmado un contrato con sus superiores infernales comprometiéndose a realizar cada año un número mínimo de catástrofes y calamidades, y ese año no había cumplido con sus “deberes” a tiempo. La novela arranca cuando un funcionario infernal – llamado Maledictus Oruga – le visita para informarle de que será secuestrado y entregado a los peores castigos infernales si no cumple con sus obligaciones antes de la medianoche de ese mismo día de San Silvestre, momento en que expira el plazo de su contrato. Si quisiéramos extraer una moraleja de las desventuras del pobre Belcebú, ya intuís por donde iría: no dejéis vuestras obligaciones – sean infernales calamidades o deberes de Semana Santa – para el último momento...

Nuestro agobiadísmo mago recibe esa misma tarde la inesperada y muy inoportuna visita de la segunda protagonista, su tía Tirania Vampir, una regordeta y estridente bruja multiplicadineros. Resulta que ella se encuentra en la misma desesperada situación de incumplimiento contractual que su sobrino, y el implacable Oruga también le ha advertido de su inminente secuestro.

La única posibilidad que ven ambos, con apenas unas horas de tiempo, es unir sus esfuerzos para crear un terrible y poderosísimo brebaje: el legendario Ponche de los Deseos. Cada uno de ellos tiene una mitad de la receta, pero ninguno confía en el otro. Aun así, no les queda más remedio que aunar esfuerzos. Resulta gracioso ver como ambos se lanzarán a colaborar pensando siempre en traicionar al otro a la menor ocasión. El ponche que se disponen a crear responde al nombre de Ponche “genialcoholorosatanarquiarqueologicavernoso”, y, además de trabar la lengua de todos aquellos que intentemos pronunciarlo, cumple a la inversa todos los deseos que se formulen si se toma antes de las campanadas de San Silvestre. Si logran conseguirlo, provocarán todos los desastres naturales, enfermedades y guerras que necesitan para cumplir con sus obligaciones y librarse, por los pelos, del castigo eterno en el Infierno.

Los otros protagonistas de la novela de Ende son, obviamente, los “buenos”: nada menos que un gato panzudo y con delirios de grandeza (se cree poco menos que Pavarotti reencarnado) llamado Mauricio di Mauro y un cuervo agorero y pesimista que responde a Jacobo Osadías. Ambos son espías enviados por el Consejo de los Animales para vigilar a sus malévolos amos, y cuando descubran los terribles planes de estos, se esforzarán por impedir que el ponche mágico pueda ser concluido a tiempo, debido a todas las catástrofes que se desencadenarían entonces.

Os invito a leer esta novela, con la que espero disfrutéis como yo hice. Tiene momentos de humor realmente brillantes, narra con genio y enorme imaginación la elaboración del poderoso ponche y traza de forma enganchante el retrato de Belcebú y Tirania, dos personajes odiosos, que desconfían de todo y de todos y que se comportan con descarado egoísmo y maldad, estresados y desesperados por eludir la amenaza de sus benefactores Infernales.

Precisamente, refrescaremos un concepto muy simple, que vimos en tercero hace poco: entre los elementos de la narración, recordaréis que os expliqué la PROSOPOGRAFÍA; se trataba de la descripción de los rasgos físicos de un personaje. Otro día nos ocuparemos de las descripciones psicológicas, las etopeyas, pero hoy vamos a ver las prosopografías de los dos protagonistas de El ponche mágico de Michael Ende. Observad:


Su alta y esquelética figura se hallaba cubierta con una bata plisada de seda verde cardenillo (este era el color preferido del Consejero Secreto de Magia). Su cabeza, pequeña y calva, parecía apergaminada, como una manzana rugosa. Sobre su nariz aguileña se asentaban unas gafas enormes de armadura negra y con unos cristales, fulgurantes y gruesos como lupas, que agrandaban sus ojos de forma poco natural. Las orejas le colgaban de la cabeza como el asa del cubo. Tenía la boca tan estrecha como si se la hubieran abierto en la cara con una navaja de afeitar. En resumidas cuentas, no era precisamente un tipo en el que se puede confiar a primera vista.

(Michael ENDE, El ponche mágico. SM, 1993, página 6)


Como veis, el autor emplea comparaciones, se fija en sus rasgos más llamativos, nos pinta colores, impresiones, para que la imagen de este siniestro Belcebú Sarcasmo cobre vida en nuestras cabezas. Vamos ahora con la prosopografía de su “estimadísima” tía, la bruja Tirania Vampir:

Tirania Vampir […] era relativamente pequeña, al menos en comparación con la estatura de Sarcasmo. En cambio, era increíblemente gorda.

Su vestuario consistía en un traje de noche amarillo azufre, con muchas rayas negras, de modo que parecía una enorme avispa. (De hecho, el amarillo azufre era su color preferido.)

Iba cubierta de joyas, en incluso sus dientes eran de oro macizo y estaban empastados con brillantes. Llevaba un anillo en cada uno de sus regordetes dedos y hasta las uñas estaban lacadas en oro. Se cubría la cabeza con un sombrero que era tan grande como una rueda de coche, y en cuya ala tintineaban centenares de monedas.

(Michael ENDE, El ponche mágico. SM, 1993, página 51)


Ya habéis visto que Ende describe a sus dos protagonistas con una considerable dosis de sentido del humor. Intentar imaginarte a estos dos y que no se te escape la risa es una tarea ardua. Las prosopografías pretenden ser fotografías para los lectores, por ello debemos incluir suficientes detalles: los ojos, la cabeza, nariz, manos y uñas, estatura, complexión, cabello o ausencia de él, vestuarios, gafas, dentaduras, etc. Todo ello no está reñido con emplear imágenes poéticas, recursos expresivos como metáforas, comparaciones o hipérboles – exageraciones – para hacer más atractiva nuestra prosopografía.

Si leéis El ponche mágico podéis encontrar más prosopografías de los distintos personajes que pueblan sus páginas, como Maurizio, Jacobo, los gnomos o el mismísimo San Silvestre; y si no os gustan las propuestas de Ende, siempre podéis imaginar una propia. Es la grandeza de la literatura: tu imaginación es libre, y aunque ello exija un esfuerzo mayor que el de mero consumidor – como cuando ves la imagen en una película o serie –, puedes imaginarte a los personajes como prefieras. Practicad este recurso de las descripciones físicas y que disfrutéis El ponche mágico. Ahora sí, buen final de vacaciones, y hasta la próxima. Salud.

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