Minas Tirith: Ciudad de Reyes

sábado, 12 de junio de 2010

El arte de la Argumentación: un debate en la Infraoscuridad

Dentro de las tipologías textuales que contemplamos a lo largo de la E.S.O., hoy repasaremos la de los textos ARGUMENTATIVOS. Los textos argumentativos pretenden convencer de forma razonada al lector para que asuma una o varias ideas del emisor. La idea sobre la que pretendemos convencer se denominará TESIS, y debe reflejarse de forma clara y concisa en el primer párrafo introductorio. A continuación, expondremos los distintos ARGUMENTOS, los motivos razonados por los que consideramos que nuestra opción es la mejor de entre las defendibles; en el arte de la polémica, que puede ser perfectamente amigable y cordial, aunque no sea lo habitual en nuestros tiempos, pesan más la calidad o cantidad de los argumentos que la fuerza bruta de quién sea capaz de gritar más o la violencia con la que se defienda cada postura.

Hay distintos tipos de argumentos, entre los cuales debéis recordar los más relevantes:

  • Hechos empíricos y datos demostrables. Apelando a verdades objetivas, de base científica, cuya veracidad puede ser comprobada por nuestros oponentes en cualquier momento.

  • Estadísticas. La estadística, recopila, analiza e interpreta datos; nuestra será la tarea de seleccionar las más adecuadas para hacer coincidir las conclusiones lógicas que se deriven de las estadísticas con nuestra tesis.

  • Comparación. Altamente subjetiva, nuestra comparación tendrá como objeto ensalzar nuestra opción al tiempo que atacamos el segundo término de comparación, “la otra”, poniendo ante el lector las virtudes que deben brillar en nuestra tesis cuando se la compare con otras opciones.

  • Opinión de un experto. Los llamados Argumentos de Autoridad recurren a una personalidad de reconocido prestigio en la materia – por su cargo, trayectoria profesional o vital o experiencia en la misma – que apoya nuestra tesis.

  • Invocación a Valores Superiores. El emisor apelará a grandes valores o ideales humanos para defender su tesis, tales como la Libertad, la Igualdad, la Solidaridad, etc. Implícitamente, además, decimos que los opuestos a nuestra tesis carecen de esos valores, o atentan contra ellos.

  • Eliminación de otras opciones. Un argumento bastante agresivo, que consiste en el ataque contra las restantes opciones que puedan tomarse en esa situación determinada; el peligro de caer en un debate sucio o malintencionado debe hacernos precavidos cuando empleemos este tipo de argumento.

  • Sabiduría popular. Recurrir a un refrán o dicho popular suele servir más como recurso estético – embellecer nuestro discurso – que como argumentación sólida, pero el apoyo de la “sabiduría de toda la vida” nunca está de más. Con todo, debemos recordar que prácticamente hay refranes para todas las situaciones, por lo que nuestro oponente podría contraargumentar plausiblemente con otro refrán o dicho similar.

El argumentativo es, quizá con el descriptivo, el más subjetivo de los textos; desde el umbral mismo de la tesis – la idea que defendemos – hasta la elección de los argumentos, la omisión de las dificultades y la enunciación de una recapitulación final en la conclusión, todo se basa en nuestra opinión. Una argumentación debe ser convincente, pues difícilmente convencerás a alguien de algo sobre lo que no estáis seguros, pero no arrogante ni avasalladora: nuestro convencimiento propio no debe excluir una dosis de humildad y de tolerancia y respeto a las ideas contrarias.

No es común encontrar un texto argumentativo dentro de una obra de fantasía épica, pero sí podemos encontrar a menudo a personajes discutiendo y argumentando, esto es, intentando acercar a sus oponentes a su “tesis” o idea que defienden, para lo que emplean motivos, razones... argumentos, en suma. Hoy ejemplificaremos esta circunstancia con el fragmento de uno de mis libros favoritos, el segundo volumen, El exilio, de una trilogía absolutamente magistral, El elfo oscuro de R.A. Salvatore, de la saga de los Reinos Olvidados. Es una discusión entre los enanos svirfneblis, pero antes, permitidme que os ponga en antecedentes para que podáis entender la discusión y, espero, animaros a leer esta espléndida obra.

Durante el primer volumen de la trilogía, La morada, el protagonista, Drizzt Do'Urden, se nos presenta como una excepción a la regla. Es un elfo oscuro, un drow, pero no es malvado, sádico y cruel como el resto de sus congéneres. Drizzt es un habilísimo guerrero, y se abre camino en la hipercompetitiva y mortífera sociedad de los drows, sintiendo a medida que pasa el tiempo mayor asco y repulsión por los modos de los suyos, que disfrutan sometiendo, asesinando y traicionando sin más motivo que la satisfacción de sus apetitos. Uno de los momentos de máxima tensión del primer volumen llega cuando, acabada su instrucción en la academia guerrera, Drizzt es integrado en una patrulla de reconocimiento que saldrá de Menzoberranzan, la ciudad drow, liderada por su cruel hermano mayor, Dinin. La patrulla encuentra una partida de pacíficos mineros svirfneblis, una raza de enanos de las Profundidades. No suponen ninguna amenaza para ellos, y es poca la ganancia que pueden obtener, pero de todas formas Dinin ordena iniciar la cacería, por el puro placer de exterminarlos. Drizzt se siente asqueado, y simula participar de la sangrienta acción, pero en realidad su acero no atraviesa a ningún svirfnebli indefenso. Todo cambia cuando el capataz de los enanos invoca un elemental de tierra para defenderse de los malvados drows que están exterminando a sus compañeros: el enorme monstruo convocado mágicamente equilibra por un momento el combate, y el capataz vislumbra la posibilidad de salvar al menos a alguno de sus mineros. Sin embargo, Drizzt combate contra el elemental y logra vencerlo con sus cimitarras y, de nuevo indefensos, los enanos son rápidamente masacrados. El hermano mayor, creyéndole tan ruin como él, le trae al capataz para que disfrute matándolo él mismo. Drizzt protesta, pero no puede reconocer sus verdaderos motivos – la compasión y el reconocimiento al valor con el que el viejo enano ha combatido y encara su destino – por la deshonra que implicaría en Menzoberranzan para su familia; en vez de eso, le dice a Dinin que sería mucho mejor dejar que ese único superviviente volviera a su ciudad para contar la historia y extender aún más la sanguinaria fama de los elfos oscuros. Dinin asiente, pero aún tiene tiempo de un último acto de maldad: le ordena a su hermano pequeño que le corte ambas manos. Desolado, Drizzt debe obedecer, no sin antes suplicar con una silenciosa mirada el perdón del enano. Mutilado, el enano se arrastra casi moribundo en dirección a su ciudad, mientras todos los drows, menos Drizzt, vuelven entre risas a su malévolo hogar.

Muchas aventuras después, la tensión se volverá insoportable, y Drizzt romperá con los suyos, abjurando de la maligna diosa Lloth y abandonando su ciudad y a su raza; desde ese momento, se convertirá en el principal enemigo de los drows, en especial de su propia familia, los Do'Urden, que se lanzarán a intentar matar a su traicionero renegado antes de que su locura les haga perder el favor de la Diosa Araña y su posición en Menzoberranzan.

Huyendo de su madre, la terrorífica matriarca Malicia Do'Urden – los drows son una sociedad matriarcal, es decir, las mujeres ostentan el poder, y son los seres más crueles e implacables que se pueda imaginar, gozando por su sacerdocio de la enloquecida diosa Lloth de terribles poderes mágicos –, Drizzt se adentra en la Infraoscuridad. Tras largas y peligrosísimas aventuras que se narran en El exilio (estos dos primeros libros son, a mi juicio, lo mejor que ha escrito Salvatore), Drizzt tomará una decisión arriesgada y desesperada: pedir asilo en la ciudad de los peores enemigos de su raza, los enanos svirfneblis. Precisamente los mismos a los que, años atrás, él había ayudado a masacrar.

Drizzt se entrega voluntariamente, y los enanos de las profundidades lo apresan sin miramientos, pero sin crueldad. Se disponen a ejecutarlo sin contemplaciones, pero uno de los consejeros siente curiosidad por la inaudita escena de un drow acercándose en son de paz y desarmado a la patria de los svirfneblis. Interrogándole secamente, Drizzt intenta hacerse entender, pero al final menciona el episodio de los mineros. Enfurecido, el svirfnebli está a punto de matarlo allí mismo, pero se retiene y manda llamar a alguien; poco después, aparece Belwar Dissengulp, que así se llamaba el capataz de aquel día de infausto recuerdo. Belwar reconoce los ojos violetas del guerrero drow que pudo matarlo, y no quiso, y en los que leyó compasión y dolor cuando tuvo que obedecer la orden de cortarle las manos. Drizzt, por su parte, contempla extasiado como, donde él esperaba ver muñones, resplandecen un martillo y una pica de mithril, mágicamente unidos a los brazos del capataz.

La discusión se produce cuando el consejo de los svirfneblis está a punto de expulsarle de la ciudad, arrojándolo de nuevo a la Infraoscuridad y al vengativo acoso de su madre; Belwar intenta, en vano, convencer a sus compatriotas para que no tomen esa terrible decisión:

- Y tú has demostrado ser un amigo leal, Drizzt Do'Urden – manifestó el soberano -. Nuestras vidas se han enriquecido con tu presencia.

Drizzt hizo una reverencia, agradecido por las bondadosas palabras del rey. Pero Belwar entrecerró los párpados y frunció la ganchuda nariz, porque comenzaba a adivinar los propósitos del soberano.

- Por desgracia – dijo el rey Schnicktick, que en vez de mirar al elfo dirigió una mirada de súplica a los consejeros -, ha surgido un problema...

- ¡Magga cammara! - gritó Belwar, para sorpresa de todos los presentes -. ¡No!
El rey y Drizzt miraron al capataz, incrédulos.

- ¡Pretendéis echarlo! - le dijo Belwar a Schnicktick, en un tono acusador. [...]

- Supongo que has oído hablar de las presuntas actividades de los drows en los túneles cercanos a nuestras fronteras orientales, ¿verdad? - le preguntó el rey a Drizzt.

El joven asintió.

- Nos hemos enterado del propósito de estas actividades – explicó Scknicktick. […] - Tú, Drizzt Do'Urden, eres la causa.

- Mi madre me busca – declaró el drow.

- ¡Pero no te encontrará! - rugió Belwar en un desafío dirigido tanto al soberano como a la madre desconocida de su amigo -. ¡No, mientras seas huésped de los enanos de Blingdenstone!

- ¡Belwar, ya es suficiente! - le reprochó el rey Schnicktick. Miró a Drizzt con una expresión más tranquila -. Por favor, amigo Drizzt, debes comprenderlo. No puedo arriesgarme a una guerra con Menzoberranzan.

- Lo comprendo – dijo Drizzt, de todo corazón -. Iré a recoger mis cosas.

- ¡No! - protestó Belwar -. Somos svirfneblis. ¡No abandonamos a los amigos cuando se presenta un peligro! ¡Drizzt Do'Urden nos ha dado su amistad, y nosotros lo echamos! ¡Magga cammara! Si tan dispuestos estamos a renunciar a la lealtad, ¿cómo podemos considerarnos mejores que los drows de Menzoberranzan?

- ¡Silencio, muy honorable capataz! - gritó el rey con un tono que ni siquiera el empecinado Belwar pudo pasar por alto - ¡No ha sido fácil tomar la decisión, pero es definitiva! No arriesgaré la seguridad de Blingdenstone en beneficio de un elfo oscuro, por muy amigo que sea. - Schnicktick miró a Drizzt -. Lo lamento de todo corazón.

(R.A. Salvatore, El elfo Oscuro II, El exilio, páginas 457-458, Timun Mas)


El rey fundamenta su tesis – echar a Drizzt de la ciudad – en un argumento contrastable: los drows le buscan e irán a la guerra si no les es entregado. Su argumentación se refuerza con la sabiduría popular, pues en su mundo, los drows son conocidos y temidos por su maldad y por lo implacable de sus sangrientas venganzas. Además, emplea un argumento de Eliminación de otras opciones: un soberano prudente y sensato no puede ir a la guerra por un solo individuo, sobre todo cuando ni siquiera es súbdito suyo.

Belwar expone primero un hecho demostrable: Drizzt se ha comportado muy bien con ellos desde su llegada a la ciudad. Después, realiza una velada comparación (y vosotros pretendéis echarlo) entre ese buen comportamiento y el pago que los enanos pretenden darle: la expulsión. Con todo, podéis comprobar como la apasionada argumentación de Belwar se basa en la Invocación a Valores Superiores: la Lealtad, la Hospitalidad y, sobre todo, honrar la Amistad que le une al elfo oscuro. Según su razonamiento, actuando como sugiere el rey, los svirfneblis actuarán deslealmente, no cumplirán los deberes del buen anfitrión – la Hospitalidad es sagrada para todas las castas de los Enanos – y, sobre todo, se comportarán como malos amigos.

La arenga de Belwar, como habréis visto, no surte efecto, y no logra modificar la opinión del consejo. La tesis que se cumple es la del rey enano: Drizzt es expulsado, y Belwar asume la validez de esa tesis no cuestionando esa decisión. A pesar de todo, no renegará de su propia opinión – que no debe abandonarse a los amigos en las dificultades – y, cuando Drizzt salga de Blingdenstone, le acompañará en su viaje, iniciando juntos una serie de memorables aventuras. Adentraos en ellas, no os arrepentiréis. Espero que las argumentaciones no tengan misterio alguno para vosotros ahora. Salud.

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