Minas Tirith: Ciudad de Reyes

lunes, 28 de junio de 2010

La ortografía de la Hache y El hobbit.

¡Ah, incomprendida hache! Qué difícil se me hace convenceros de la necesidad de la correcta ortografía. En los tiempos de la inmediatez SMS y de las abreviaturas del lenguaje ensayadas en el Messenger, propugnar “escribir bien” es una tarea titánica, muchas veces infructuosa y a todas luces imprescindible. Su impopularidad no me impedirá insistir en esto último: es imprescindible escribir bien. Imprescindible si aspiramos a completar esta etapa educativa con unas mínimas bases y a poder relacionarnos como personas mínimamente civilizadas. La impresión que puede producir esta falta de precisión ortográfica es siempre negativa. No me juzguéis snob, y no sintáis esto como la perorata del profesor de lengua: si en el futuro debéis escribir – y lo haréis, no en análisis sintácticos, sin duda; pero sí en mil y una situaciones cotidianas donde se os exigirá escribir -, respetaos lo suficiente como para aspirar a hacerlo con una mínima corrección. Sé que nada os dirá el nombre de Fernando Lázaro Carreter: murió hace tiempo, cuando yo aún estudiaba, y los que amamos la lengua lo lamentamos, pues este, entre otras muchas cosas, antiguo director de la Real Academia luchó siempre, desde múltiples tribunas, por el correcto uso de la lengua. Prosiguiendo, humildemente, su esfuerzo, quiero dedicar este post a una cuestión ortográfica, el correcto empleo de la letra H, que nunca repasaremos lo suficiente en clase.

A decir verdad, después de esa ladríllica parrafada de arriba, he de reconoceros que “explicar” ortografía es muy complicado. En realidad, en el caso que nos ocupa, cuando poner o no la letra 'H' no existen unas “reglas mágicas” que resolvieran el meollo y que solo consistieran en ser estudiadas y aplicadas. No ocurre eso con la H: el motivo de que una palabra se escriba o no con hache debemos buscarlo en su origen latino, y eso, obviamente, no está a nuestro alcance. Lo que sí hacemos es ofreceros patrones, comportamientos que se repiten de la 'h': así, fijamos nuestra atención en que siempre llevarán 'h' las palabras que empiecen por los diptongos hue- (hueso o huevo) e hie- (hierro o hielo). Atendemos también a todas las formas verbales que en castellano se forman, recordad, con el verbo haber conjugado seguido del participio verbal: todas ellas llevaran la forma del verbo haber con 'h' (ha cantado o habrán vencido). También suelo reclamaros atención sobre ciertos prefijos griegos (hexa-, hipo- o hepta-, por ejemplo) o sobre los infinitivos con 'h', tales como hallar, hablar o humedecer, pues todos sus derivados llevarán 'h'. Estos y más casos reclaman nuestra atención, pero sabéis tan bien como yo que la ortografía no se estudia conceptualmente, no se “empolla” la teoría. La teoría debemos estudiarla y asimilarla, pero solo para ponerla en práctica, en los ejercicios y en nuestra propia expresión escrita. Los ejercicios de ortografía – lo sabéis – me parecen útiles, pero resulta insuficiente para aspirar a escribir bien. Eso solo lo conseguiremos de una única manera: leyendo. Sí, a escribir aprendemos leyendo. Nuestra memoria “archiva” las palabras, con su forma correcta; cuanto más a menudo leemos, más se amplía ese “archivo” personal. Con el tiempo, un lector avezado puede aspirar sin excesos de presunción a escribir cumpliendo la ortografía casi a la perfección.

A ello, por tanto. Repasaremos la letra 'h' leyendo, y el libro que pienso emplear en este post para tal fin es uno de los más queridos en el imaginario colectivo de los admiradores del género. Nada más y nada menos que la primera obra del oficioso padre de la alta fantasía: John Ronald Reuel Tolkien. Tolkien, sí. Encumbrado como popularísimo autor de la mítica saga de El Señor de los Anillos, el aplastante y arrollador éxito de la trilogía cinematográfica basada en su obra mayor, dirigida por el neozelandés Peter Jackson, le catapultó a niveles de fama universal aún mayores. Pocos o ninguno de vosotros podréis alegar un total desconocimiento sobre su obra: a algunos os gusta, lo sé, otros os limitáis a las películas o sus videojuegos, y a otros os produce bostezos, pero ninguno de vosotros, adolescentes durante toda esta década, puede no haber oído hablar al menos una vez de El Señor de los Anillos.

Hoy quiero hablaros de la primera de sus obras. Este británico, catedrático de Oxford, combatiente en la Primera Guerra Mundial, entregó su primer libro, titulado El hobbit, en 1937 a la editorial George Allen & Unwin. Años más tarde, ya en 1954-55, se convertiría en el mayor éxito en la historia del sello con el triunfo mundial de El Señor de los Anillos.

Leer El hobbit cambió mi vida. Fue uno de los primeros libros que leí de fantasía épica, y jamás olvidaré mi primer viaje por la Tierra Media: siempre lo recordaré como una de las piezas maestras y clásicas del género. Tenía un aire absolutamente diferente a la atmósfera de la Dragonlance, no digamos al frenesí de los Reinos Olvidados. Leer a Tolkien supone entrar en una ensoñación. La Tierra Media es un sueño. Un mundo legendario, de paisajes evocadores, poderosas toponimias, personajes ante los que el autor, y nosotros con él, se pone espiritualmente de rodillas, abrumado y admirado. Más tarde leí sobre la Guerra del Anillo, las hazañas de la Comunidad, la maldad de los Nazgûl y de su Amo, los reyes de Gondor, las leyendas sobre las Primera Edad, las tierras de Valar más allá de los puertos Grises, las crónicas de Húrin... pero nada de todo esto – y mucho más – me hubiera sido posible sin esa primera lectura fascinada de El hobbit.

En nuestra novela se nos narra la aventura de Bilbo Bolsón, un hobbit, conocidos como “los medianos” por los humanos de la Tierra Media; embaucado por un misterioso mago, llamado Gandalf – solo más tarde sabría de su leyenda -, Bilbo se une a un grupo de Enanos que parte para recuperar un tesoro, arrebatado a sus ancestros y ferozmente custodiado por el temible dragón Smaug. Las vivencias de este acomodado hobbit junto a los aventureros supone una lectura magnífica, desde el encuentro con los Trolls, resuelto mediante las adivinanzas, a las desventuras en el bosque de los Elfos, del encuentro con el mítico Beorn al peligroso paso de las minas de los trasgos, del descubrimiento del tesoro a la terrible batalla desencadenada al pie de la Montaña Solitaria. Además de unas aventuras narradas con un estilo y una lengua absolutamente hipnotizantes, Tolkien introducirá un elemento clave de la obra que le encumbraría casi dos décadas después: huyendo de unos trasgos, Bilbo, separado del grupo, encuentra en el suelo de una oscurísima caverna un anillo de oro. Pronto averigua que pertenecía a un oscuro y deforme morador de las cavernas llamado Gollum, que lo busca desesperado y a punto está de matar a Bilbo. Transcurrieron años, en la vida real del autor y en la imaginaria del hobbit, hasta que se vislumbró la importancia de ese episodio: el anillo que había encontrado Bilbo era el Anillo Único, el Anillo de Sauron, el Señor Oscuro.

Bien, introducido el libro, que, como habréis deducido, os recomiendo encarecidamente, haremos algo para repasar el uso de la H mientras nos asomamos a esta obra de Tolkien. Os propongo fragmentos de El hobbit a los que he despojado de TODAS las haches que debería haber. Vuestra tarea es, por tanto, doble: leer, espero que con agrado, estas muestras de la obra de Tolkien y corregir las incorrecciones escribiendo H donde corresponda. Suerte, un saludo.

Por alguna curiosa coincidencia, una mañana de ace tiempo en la quietud del mundo, cuando abía menos ruido y más verdor, y los óbbits eran todavía numerosos y prósperos, y Bilbo Bolsón estaba de pie en la puerta del agujero, después del desayuno, fumando una enorme y larga pipa de madera que casi le llegaba a los dedos lanudos de los pies (bien cepillados), Gandalf apareció de pronto. ¡Gandalf! Si sólo ubieseis oído un cuarto de lo que yo e oído de él, y e oído sólo muy poco de todo lo que ay que oír, estaríais preparados para cualquier especie de cuento notable. Cuentos y aventuras brotaban por dondequiera que pasara, de la forma más extraordinaria. No abía bajado a aquel camino al pie de La Colina desde acía años y años, desde la muerte de su amigo el Viejo Tuk, y los óbbits casi abían olvidado cómo era. Abía estado lejos, más allá de La Colina y del otro lado de Delagua por asuntos particulares, desde el tiempo en que todos ellos eran pequeños niños óbbits y niñas óbbits.

(capítulo 1, “Una tertulia inesperada”)

Tenía tanta rabia que saltó del asiento y se lanzó con la boca abierta acia Thorin justo en ese momento todas las luces de la caverna se apagaron, y la gran oguera se convirtió, ¡puf!, en una torre de resplandeciente umo azul que subía hasta el techo, esparciendo penetrantes chispas blancas entre todos los trasgos.

(capítulo 4, “Sobre la colina y bajo la colina”)

Cuatro días después del arroyo encantado, llegaron a un sitio del bosque poblado de ayas. En un primer momento les alegró el cambio, pues aquí no crecían malezas y las sombras no eran tan profundas. Abía una luz verdosa a ambos lados del sendero, pero el resplandor sólo revelaba unas ileras interminables de troncos rectos y grises, como pilares de un vasto salón crepuscular. Abía un soplo de aire y se oía un viento, pero el sonido era triste. Unas ojas secas cayeron recordándoles que fuera llegaba el otoño.

(capítulo 8: “Moscas y arañas”)

Ya los ombres saltaban al agua por todas partes. Las mujeres y los niños se apretaban en botes de carga en la ensenada del mercado. Las armas caían al suelo. Ubo luto y llanto donde hacía poco tiempo los enanos abían cantado las alegrías del porvenir. Aora los hombres maldecían a los enanos. El mismo gobernador corría acia una barca dorada, esperando alejarse remando en la confusión y salvarse. Pronto no quedaría nadie en toda la ciudad, y sería quemada y arrasada asta la superficie del lago.

(capítulo 12: “Fuego y agua”)

(J.R.R.Tolkien. El hobbit. Minotauro, 2002)

3 comentarios:

  1. jajajja me encanto esta clase, aunque debo admitir que me pareció casi un sacrilegio sacarles las H a los tramos del Hobbit, me dolía la vista....

    Ese libro es uno de mis preferidos y por siempre el Señor de los anillos será mi gran preferido, no hay igual para tamaña grandeza

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  2. Cuando alguno de mis alumnos me comenta que no sirve para nada, le dicto unas cuantas palabras como: hacha, hechicero, hecho y echo, chorizo o chacha y le digo que las escriba sin 'h' como propone...Nos reimos mucho con el resultado y reconocen que es una letra más importante de lo que parece. Pasar el corrector a un texto es un hábito que no deben/debemos olvidar. Saludos, M.

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  3. Qué os voy a explicar, algunos alumnos míos escriben como en el msn, en los exámenes: smileys, pq, q, sin haches, sin vocales... Hay que hacer un esfuerzo por que se lo tomen como algo útil. Un saludo, gracias por vuestros comentarios

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