No mucho después, en el interminable mediodía de la infancia de Garion, el narrador de historias apareció de nuevo a la puerta de la hacienda de Faldor. El narrador de historias, que no parecía tener un nombre propio como los demás hombres, era un viejo que gozaba de indiscutible mala fama. Las rodillas de sus calzones estaban llenas de remiendos y los dedos le asomaban por las punteras de sus zapatos desparejados. Llevaba ceñida con un cordón su túnica de lana de mangas anchas y su capucha - una prenda curiosa que no se usaba normalmente en aquella parte de Sendaria y que Garion consideraba muy adecuada, con sus extremos cubriéndole los hombros, la espalda y el pecho - estaba llena de manchas y sucia de restos de comida y bebida. Solo la capa que lucía parecía relativamente nueva. El viejo narrador llevaba sus cabellos canos muy cortos, igual que la barba. Sus facciones marcadas, casi angulosas no proporcionaban ninguna pista sobre su procedencia racial. No parecía arendiano ni cherek, algario ni drasniano, rivano ni tolnedrano, sino más bien un descendiente de algún tronco racial desaparecido mucho tiempo atrás. Sus ojos eran de un azul intenso y alegre, eternamente juveniles y siempre llenos de malicia.
David EDDINGS, La senda de la profecía. Timun Mas, 1989.
Como podemos ver, el autor, a través de la mirada del pequeño Garion, se fija en aspectos relativos tanto al carácter de Belgarath (desaliñado, descuidado, alegre y con juvenil malicia) como a su físico (el color de sus ojos, sus canas, facciones o su corte de pelo).
La cuarta opción que tenemos para describir a una persona (tras la prosopografía, la etopeya y el retrato, que los conjuga ambos) es la CARICATURA: es, en esencia, un retrato, pero el emisor desea desacreditar o ridiculizar a quien describe, acentuando hasta lo grotesco sus rasgos más marcados. En el mismo libro que abre esta saga, La senda de la profecía, podemos encontrar un ejemplo de caricatura, en la visión que el autor nos ofrece sobre el príncipe Kheldar, el espía drasniano:
Era un hombre menudo, apenas más alto que el propio Garion, y su rostro estaba dominado por una nariz prominente y puntiaguda, que le asemejaba a una nerviosa comadreja, siempre a punto de saltar. Tenía unos ojillos pequeños y rasgados y el cabello liso, negro y mal cortado. Su rostro no era de los que inspiran confianza y su túnica estaba sucia y llena de remiendos; junto con el aspecto perverso de su corta espada, todo ello no contradecía en absoluto la impresión que producían sus facciones. Con todo, la mirada que se clavó en el joven sendario estaba llena de viveza y alegría
David EDDINGS, La senda de la profecía. Timun Mas, 1989.
Espero que os haya resultado útil. ¿Queréis saber más sobre las Crónicas de Belgarath? El placer es mío, que las disfrutéis tanto como yo lo hice.

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