Minas Tirith: Ciudad de Reyes

miércoles, 19 de mayo de 2010

Gentilicios: ¿De dónde procedes?

Las lenguas están vivas, y se adaptan a las nuevas realidades, creando o modificando vocablos nuevos para asignarlos a estas nuevas ideas. Recordad que solo las lenguas muertas permanecen inmutables. Ya hemos visto en clase cuáles son dos de los mecanismos más fecundos para la creación de nuevas palabras: la DERIVACIÓN y la COMPOSICIÓN.
Como vimos, la DERIVACIÓN consiste en obtener nuevas palabras mediante la inserción de morfemas derivativos – no los confundamos con los morfemas flexivos, que aportan información gramatical, como el número, el género, la persona, el modo, etc. - en un LEXEMA. Los lexemas son las unidades mínimas con significado, la “raíz” de la palabra donde se concentra la carga semántica de la misma. A partir, de, por ejemplo, un lexema como 'mar' obtendremos, mediante los correspondientes sufijos, múltiples derivadas: marinero, marino, marítimo, marea...; de igual forma, podemos añadir morfemas antes del lexema, los llamados prefijos: submarino, ultramarino...
Mediante este fecundísimo y sencillo mecanismo, los hablantes de una lengua enriquecen el lexicón de la misma adaptándolo a las nuevas realidades, que, en un mundo tan cambiante como el nuestro, se suceden a una velocidad de vértigo. Además, no es necesario conocer cada nuevo término de forma específica: sabiendo a qué idea se refiere el lexema, podemos intuir con bastante acierto el significado de la palabra derivada fijándonos en los morfemas que se han empleado.
Veamos ahora como podemos ilustrar este proceso lingüístico con los libros de los que, a veces cansinamente, hablamos en este blog; los mundos de fantasía épica y de ciencia ficción incluyen en múltiples ocasiones realidades inventadas por los autores. Mundos, países, instrumentos, armas, profesiones... Es obvio que el autor podría designar cada una de sus invenciones con palabras inconexas e inventadas al azar, pero ello iría en contra de la lógica interna de las lenguas que pueblan estos mundos – sí, también allí existen gramáticas, vocabularios y economía lingüística -, pero ello haría un flaco favor a la verosimilitud y construcción interna de la obra.
Ahora nos fijaremos en un proceso derivativo ampliamente conocido, y muy estudiado a lo largo de toda la E.S.O., que también se aprecia en multitud de nuestros mundos fantásticos: la formación de GENTILICIOS. Como recordaréis, un gentilicio es la palabra que expresa cual es el origen de una persona o noción; es decir, de qué pueblo, ciudad, nación, comunidad, país o continente procede el sustantivo al que acompañará nuestro gentilicio; no lo olvidemos, gramaticalmente no es más que un adjetivo obtenido a partir de la derivación de un nombre propio (por ejemplo, de Sabadell (nombre propio) obtendremos sabadellenc (adjetivo)). Recordad, además, que al perder su condición de nombre propio NO debemos poner mayúsculas al inicio de los gentilicios.
Los países, ciudades, condados, baronías, regiones... que pueblan los mundos de la fantasía épica y de la ciencia ficción son innumerables, y sus gentilicios suelen responder, casi en su totalidad, a una correcta derivación, lo que nos permite emplearlos en este post como ejemplo de este útil proceso de creación de neologismos (nuevas palabras).
En el mundo de las Crónicas de Belgarath, creado por David Eddings, aparecen numerosos reinos y ciudades fantásticos. Veamos cuáles son sus correspondientes gentilicios.

Arendia --- arendianos
Drasnia --- drasnianos
Cherek --- chereks
Riva --- rivanos
Sendaria --- sendarios
Algaria --- algarios
Ulgoland --- ulgos
Tolnedra --- tolnedranos
Nyissa --- nyissanos
Mallorea --- malloreanos
Cthol Murgos --- murgos
Gar og Nadrak --- nadraks
Mishrak ac Thull --- thulls


Como veis, el proceso de derivación es muy simple y – dirán sus críticos – repetitivo, casi simplón; Eddings – o su traductor al castellano – parece decantarse sistemáticamente por el morfema -ano para derivar sus gentilicios; con todo, me gustaría que os fijarais en los tres últimos ejemplos.
Cthol Murgos, Mishrak ac Thull y Gar og Nadrak son las patrias en el Oeste de los pueblos angaraks, los seguidores del malévolo dios Torak el Tuerto; como podéis apreciar, los topónimos de sus países son nombres compuestos, formas complejas. En cambio, el gentilicio se abrevia o resume, tomando sólo las últimas partes de los mismos: murgos, thulls y nadraks. La lengua, aún en los mundos de la fantasía épica, tiende a la economía, a la simplicidad, pues su objetivo último es facilitar la comunicación. Unos gentilicios como *ctholmurganos, *mishrakacthullianos o *garognadrakanos serían un desafío para el hablante más experto, además de un motivo de rechifla en los mundos que pueblan: de ahí el proceso simplificador que hemos comentado.
Los gentilicios del maravilloso mundo de la Dragonlance son, quizá por ser obra del esfuerzo e inventiva de múltiples autores, mucho más elaborados y, a mi juicio, hermosos. Observad algunas de las procedencias de los habitantes de Krynn:

Solamnia --- solámnicos
Neraka --- nerakianos
Ergoth del Sur --- sudergothiano
Qualinost --- qualinesti
Istar --- istariano
Palanthas --- palanthino
Mithas --- mithaico



No olvidemos algo: NO hay una regla definida para hacer un gentilicio correcto. ¿Por qué solámnico y no *solamniano? ¿Suena mejor istariano que *istárico? En la formación de los gentilicios debemos recordar otro de los principios fundamentales de toda lengua: el de la CONVENCIÓN. Esto es, la palabra será aceptada cuando la acepten la mayoría de sus hablantes. No hay más regla en este caso que el acuerdo tácito entre una comunidad para aceptar la nueva palabra y desechar las demás opciones; hago notar que el proceso es irreversible: si hemos llegado al acuerdo que es solámnico y no *solamniano, es prácticamente imposible una rectificación que llegue a ser aceptada por el conjunto de la comunidad. Más tarde, cuando la nueva palabra haya sido incorporada al “corpus” común, será sancionada por los encargados de velar por la Regla como Correcta, es decir, la incorporarán al Diccionario; en nuestro castellano, de ello se encargará – siempre con retraso respecto a su uso en la calle – la Real Academia Española; en los mundos fantásticos, nosotros, los lectores, somos los que sancionamos y apreciamos como “correcta” la denominación que siempre hemos visto y que ya nos “sonará” bien.
Y son innumerables los ejemplos que podríamos poner, no solo de estos dos mundos, sino de cualquiera en el que os adentréis: Faërun, la Tierra Media, el Oikumene, la Fundación, los mundos de la Puerta de la Muerte, etc. Os animo, como siempre, a ello, y espero que el post haya servido, al menos, para consolidar el concepto de la derivación y de la formación de los gentilicios.

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